sábado, 14 de noviembre de 2009

Homilía sobre el Apocalipsis (33 domingo del año litúrgico)


Hoy se habla mucho del final de los tiempos.. La última ha sido la película 2012 dirigida por Roland Emmerich, experto en catástrofes. El calendario de los mayas habría vaticinado este Apocalipsis, que llega precedido de suicidios en masa. Los Juegos Olímpicos 2012 de Londres deben suspenderse al estallar grandes sismos, sunamis y megavolcanes que destruyen el obelisco de Buenos Aires, la Casa Blanca de Washington, las placas tectónicas de Los Ángeles, la ciudad del Vaticano con la Basílica de San Pedro... La NASA ha tenido que intervenir para calmar a la población con un comunicado que desmiente el fundamento científico del film.

Pero la Palabra de Dios no se puede silenciar, y cada año - cuando llega el otoño y caen las hojas de los árboles-, volvemos a proclamar las lecturas del Apocalipsis en la liturgia.
Hoy hemos leído Marcos 13, que se ha llamado el “discurso escatológico” o el “discurso apocalíptico de Jesús”. Parece que el Maestro usó este género literario para animar a la comunidad cristiana poco antes de la gran prueba de la crucifixión. El Apocalipsis no debe leerse con temor de que todo haga crack, sino con el optimismo y la esperanza de que no se destruirà aquello que hemos intentado construir sobre la verdad y la justicia. Porque a veces puede darnos la impresión de que nuestra vida carece de sentido, que nuestros esfuerzos son inútiles, que siempre triunfa el Lado Oscuro sobre los Caballeros de la Luz.
Los mismos Poderes Oscuros que amenazaron con destruir la persona de Jesús. Pero Jesús resiste profetizando la destrucción del Templo de Jerusalén (con los ladrones que se esconden en su guarida) y la construcción del Reino de Dios (que es para los no violentos). “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”, y se refería a su propio Cuerpo, nuevo Templo de Dios (cfr Jn 2, 19-22). Éste es el combate que el Apocalipsis llamará "la guerra del Dragón contra los hijos de la Mujer" (Ap 12).

Dicen que el género apocalíptico es un lenguaje cifrado que inventaron los vencidos con la intención de que los poderosos no lo puedan entender. Sirve de pulmón de oxígeno a los que viven en las catacumbas, para sobrevivir en la resistencia. ¡Lástima que hoy día mucha gente ha perdido su clave, y vengan “falsos mesías” que lo usan para embaucar a los mismos justos, si posible fuere!

El discurso apocalíptico ofrece la oportunidad para que Jesús ponga en guardia contra los falsos mesías y supermanes que a nadie pueden salvar. Habrá guerras (violencia política), carestía (crisis económica), terremotos (desastre ecológico), el aparente triunfo de los represores y la tortura de víctimas inocentes.
¡Un mundo al revés! El colmo será “el ídolo abominable instalado donde no debe” (v14)… “El lector que lo entienda”, avisa Marcos, el observador que interprete…
¿Qué significará esta clave en nuestra generación? El mayor sufrimiento de algunos cristianos es el desprestigio de la Iglesia actual, que el Magisterio no tenga una voz autorizada y capaz de guiarnos en esta prueba. Vivimos momentos especialmente difíciles.

¿Cuándo se acabará la gran tribulación?
“Recen… Estén atentos”, dice Jesús.
En el firmamento, Helios-el Sol y Selene-la Luna (grandes dioses del Panteón Romano) se apagarán. Las Estrellas caerán del cielo, en una generación que ha endiosado la Meteorología, la Astrología, los Viajes Interestalares…
Entonces “verán llegar al Hijo del Hombre entre nubes”. Esto significa: “de modo misterioso”, Dios dará el Reino a un Hijo de Hombre (la debilidad encarnada) que también es Hijo de Dios (el poder y la gloria regalada a su multitud de hermanos)…
En aquel momento supremo, se reunirán de los cuatro vientos todos los hijos dispersos y saldrán de sus cuevas y de sus refugios.

“Aprendan el ejemplo de la higuera”: Cuando germinan las yemas y las primeras hojitas tiernas… No se refiere a los “brotes verdes” de la recuperación económica, que no vemos por ninguna parte. Nos avisa la importancia de aprender a discernir los signos de bondad, de vida, de esperanza.

“Respondiendo a la pregunta sobe el cuándo, Jesús afirma que lo importante no es alimentar la pasividad y el miedo esperando la destrucción del mundo o el juicio final, sino aprender a discernir los signos de los tiempos, a leer la voluntad de Dios en todos los momentos de nuestra vida, y a estar vigilantes para resumir responsable y creativamente la construcción del Reino de Dios… No preocuparnos por cuándo vendrá Jesús, sino por encontrarlo ahora que está viniendo sin cesar” (La Biblia de nuestro Pueblo).

Que estas lecturas del Apocalipsis reafirmen nuestra Esperanza.

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