lunes, 28 de diciembre de 2009

Meditación del P. Joaquim sobre la paz



Estamos en los últimos días del año, que invitan a cuadrar balances y a la evaluación personal, familiar, comunitaria. La meditación que escribió el P. Joaquim en sus Piadosos Ejercicios para el Mes de Junio, día 20, lleva por título: “En los Sagrados Corazones se halla la verdadera paz por (la) que suspiran nuestras almas”. Es un texto sugerente que puede ayudarnos en la última misa del año, o en un momento de desierto cuando nos paremos junto al pozo para bajar el cántaro a nuestro interior. Si hay sinceridad en nuestras manos, podremos sacar agua con arrepentimiento, con gozo y con buenos propósitos.- Como subsidio adjunto, ofrecemos un texto del papa Benedicto XVI sobre el aspecto social de la paz navideña y, finalmente, el video del poema “Es tarde, pero es nuestra hora” (Pere Casaldàliga-Odres Nuevos).

Meditación del P. Joaquim Rosselló sobre la paz

1. “Uno de los bienes más grandes

y de los dones más preciosos que pueden ofrecerse al hombre es la paz. La paz que reinó en el mundo todo el tiempo que el hombre vivió en la inocencia; perdida ésta por el pecado, desterróse también del mundo la paz.
La lucha comenzó en Adán luego de su rebelión contra el Omnipotente y comenzó por su propia persona, rebelándose la parte inferior contra la superior, es decir la carne contra el espíritu, para más tarde tener que luchar contra innumerables enemigos interiores y exteriores
hasta la consumación de los siglos.
La lucha de Esaú contra Jacob comenzó en el seno de la madre (Gen 22,25), la de los hijos de este Patriarca con su hermano José (Gen 38), la del pueblo de Dios contra los amalecitas, cananeos, Jebuseos (Gen 14), y otros mil que nos refiere la Sagrada Escritura (Jos 7); el origen de estas guerras, que van sucediéndose unas a otras todos los días sembrando de cadáveres los campos y las ciudades, el origen, en una palabra, de tantos elementos destructores de la humanidad, la que sin duda hubiera acabado de no bajar el Hijo de Dios del cielo a la tierra para restablecer de nuevo la Paz. Ahí está el anuncio de los ángeles a los pastores en la noche del nacimiento del divino Salvador: "Et in terra pax hominibus bonae voluntatis” ( Lc 2,14). El legado que dejó a sus discípulos al despedirse de ellos para ir a su eterno Padre: "Pacem relinquo vobis" (Jn 14,27), el saludo que les da después de la resurrección al ir a encontrarse con ellos "pax vobis" (Jn 21,19.21.27), la paz sea con vosotros.
Y lleva tanto en su boca Jesu-Cristo esta palabra “paz”, porque desea su Corazón de nuevo introducirla y restablecerla en el corazón de los hombres, después de tantos años de sangrientas guerras que habían precedido a su venida.
¡Oh paz! preciosísimo don, abundante caudal de dulzura que emana de los Sagrados Corazones, ven, ven pronto, que hasta del seno de nuestras familias te habías ausentado. Ven que por ti suspiramos, por ti clamamos los desterrados hijos de Eva, pues vemos que no podemos vivir sin paz.

2. Escribe San Agustín que la paz es la tranquilidad del orden;
que allá donde reina el orden hay paz. Por eso los Sagrados Corazones, como perfectamente regulados, son morada de la más inalterable paz.
En movimiento está toda la tierra, y en el seno de una virgen se encierra un niño, dotado
ya de razón, y en nada pierde la paz. El esposo de esta virgen, entre dudas y de dudas combatido, piensa abandonarla; y el corazón de su esposa, abandonándose enteramente a la providencia, en nada pierde la paz ( Mt 1,18-24).
Herodes persigue al niño; éste se ve precisado, y por disposición de su Padre, a huir desterrado a Egipto, pero no por eso se turba su corazón ni en nada pierde la paz (Mt 2,19-21). Vuelto a Nazareth, ayuda en su trabajo a su padre putativo el Patriarca San José, con él se fatiga, con él suda, con él se provee de alimento a toda la familia, y jamás se altera ni pierde su corazón la paz (Mt 2,22-23). De ahí es que puede decirse que en la Sagrada Familia, como reinaba el orden, se hallaba también reconcentrada la paz.
Que en los Sagrados Corazones existía aquella paz tan apetecible, aquella paz tan suave y dulce que según expresión del Apóstol, supera todo sentido (Flp 4,7).
¿Cómo no ir a buscarla, pues en nuestras tribulaciones e inquietudes, en esos centros de
tranquilidad y orden para encontrarla allí y poseerla?... No, no hallaréis esa paz que nos trajo Jesu-Cristo al venir a este mundo, en espectáculos, en bailes, en teatros, en bacanales fiestas, fuentes de turbación e inquietud, sino solamente en Jesús, en el Corazón de Jesús y en el de su Madre María”.

3. Revisión del año
¿Cuál es la causa de que, a veces, en el año pasado hayamos perdido la paz?
Leamos detenidamente el siguiente texto del Fundador y comentémoslo con espíritu de corrección fraterna: “No, no hay orden ni en vuestros deseos, ni en vuestras pensamientos, ni en vuestros planes, ni en vuestras obras siempre deformes de la ley eterna, no hay orden en vuestras creencias, ni el modo con que practicáis la religión, que la hacéis servir más bien para vuestros caprichos que para la salvación de vuestras almas. No hay orden en vuestros pareceres y resoluciones, porque cambiáis como la luna de faz, en cada momento que se presenta la ocasión… No la buscáis por el camino real en que ella se deja hallar, que es poner primero orden a vuestra vida, en vivir no según vuestro capricho, arrastrados por las pasiones sino regulados por la fe, guiados por la religión. No la buscáis en la fuente de donde ella fluye, que es la gracia santificante…; no la buscáis en los Sagrados Corazones, en las sacratísimas llagas del Salvador, en donde siempre se ha dejado hallar por los que han acudido a ellas con afán para encontrarla”.

4. Lectura bíblica: Jn 20, 19-29
Comentario: “Turbado se halla el apóstol Santo Tomás, leemos en el Sagrado Texto, por no haber dado fe a lo que le habían dicho sus compañeros, de la resurrección de su Maestro. Sobresaltado en su espíritu, por haber perdido la paz, porque quien no vive de fe, no puede poseer esta precioso don, acude a las llagas de ese su Maestro para poder alcanzar la tranquilidad perdida, y al manifestárselas el Divino Salvador que se le aparece al cabo de ocho días de resucitado, no puede menos de exclamar pacificado y serenado su espíritu: "Dios mío y Señor mío" "Dominus meus et Deus meus” ( Jn 21,28). Sean pues, cristianos, las sacratísimas llagas y principalmente la del Corazón de Jesús, el centro a donde acudamos para hallar en nuestras turbaciones e inquietudes el precioso tesoro de la paz”.

5. Oración
Sagrados Corazones de Jesús y de María, gracias porque habéis ilustrado mi entendimiento para que conociera en qué consiste la paz, cómo se pierde la paz y de qué manera y en qué lugar puede hallarse.
Pacificad nuestros espíritus cuando estén turbados, haced que logremos ser dueños de nosotros mismos y poseamos la paz en nuestras almas.

6. Palabras del papa Benedicto XVI: “Él será la Paz” (Mi 5,1-3).
“Precisamente este último aspecto de la profecía, el de la paz mesiánica, nos lleva naturalmente a subrayar que Belén es también una ciudad-símbolo de la paz, en Tierra Santa y en el mundo entero. Por desgracia en nuestros días, ésta no representa una paz lograda y estable, sino una paz fatigosamente buscada y esperada. Dios, sin embargo, no se resigna nunca a este estado de cosas, y por ello también este año, en Belén y en el mundo entero, se renovará en la Iglesia el misterio de la Navidad, profecía de paz para cada hombre, que empeña a los cristianos a meterse en las cerrazones, en los dramas, a menudo desconocidos y escondidos, y en los conflictos del contexto en el que vive, con los sentimientos de Jesús, para ser en todas partes instrumentos y mensajeros de paz, para llevar amor adonde hay odio, perdón donde hay ofensa, alegría donde hay tristeza y verdad donde hay error, según las bellas expresiones de una conocida oración franciscana.
Hoy, como en los tiempos de Jesús, la Navidad no es un cuento para niños, sino la respuesta de Dios al drama de la humanidad en búsqueda de la paz verdadera. “¡Él mismo será la paz!” – dice el profeta refiriéndose al Mesías. A nosotros nos toca abrir, desatrancar las puertas para acogerlo. Aprendamos de María y José: pongámonos con fe al servicio del designio de Dios. Aunque no lo comprendamos plenamente, confiémonos a su sabiduría y bondad. Busquemos ante todo el Reino de Dios, y la Providencia nos ayudará” (20.12.2009).

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