domingo, 13 de diciembre de 2009

Virgen Morena, Virgen Negra (2)


En esta tercera semana de Adviento, empezamos a fijar la mirada en aquella muchacha palestina que se prepara para dar a luz al que será Primogénito de una multitud de pueblos. Me anima a conectar con mi post del 18 de noviembre sobre la reinterpretación del color moreno de la Virgen de Lluc.

1. En Mallorca, decir "Moreneta" es como decir "Mumareta" (Ma).
Identificamos a Nuestra Señora (“Nostra Dona”), por su color moreno, con lo nuestro, con la gente de nuestro campesinado/payesía. Nuestro pueblo se fotografía quemado por el sol y el duro trabajo, moreno, pobre y explotado, pero honrado y devoto de la Moreneta de Lluc. (Del campesinado “payés”: “Me vols dir per què ets tan negre? - Perquè no vaig néixer blanc. - Vaig néixer an es llevant - que, en sortir, es sol bofega”.- Herencia de pobre: “A jo em diuen: Negra, negra! - Malhaja tanta negror! - Mon pare i mu mare ho eren; - No és cap miracle esser-hó!”).

Por esto, cuando el 4 de septiembre de 1983 se bendijo una imagen de la Moreneta en una capilla de Rwanda (Riamanyoni, Rúkara), se la reconoce en familia entre los suyos y los nuestros. Cuenta la crónica de aquellos días: “Ella que “se hizo chiquita para infundir más amor”, parece que está en fila con los monaguillos de Rúkara y, “morena como el pan tostado” mallorquín, se confunde con la piel bruna de los niños africanos”.
Y cuando nuestra Procura de Misiones quiere hacer una Virgen africana (Ntra. Sra. de Rwanda), el Procurador la encarga sin problemas a una escultora mallorquina, Remígia Caubet.
Tengo un amigo que a mí me llama ”negro” por teléfono… Yo me sonrío complaciente, porque sé que con esta palabra tabú me demuestra su cercanía y su afecto.

2. Como fruto del 125 aniversario, quisiera relacionar la Virgen Morena con la Negritud.
Dar un paso más, superando los valores estéticos y los valores identitarios de Sa Roqueta, para convertirla en Madre (icono) de la clase pobre y de los discriminados raciales. El diálogo ecuménico e interreligioso, ¿no presupone una identificación con los excluidos de la tierra? ¿No tenemos todo el derecho de reivindicar para la mariología este retorno al corazón del magnificat y de las bienaventuranzas del Evangelio?

Como escribe Aixa Merino Falú, del Caribe y de Borinquen en concreto: “Tradicionalmente la negritud se ha asociado con esclavitud, pobreza, marginación, criminalidad y fealdad. Naturalmente ninguna mujer desea verse identificada con tales adjetivos... Los distintos términos de corte racista utilizados para "clasificar" a la población esclava han dado paso a otros calificativos (trigueña, morena, india, etc.) que las mujeres negras han internalizado. A esto se añade un proceso de "blanqueamiento" a través del cual muchas mujeres negras pretenden ocultar sus características raciales en un afán por lograr posiciones que la identifiquen con la clase dominante blanca y sus ideales de seudo-perfección”.

Y si damos el salto al continente, a la culta Argentina, podemos leer A. Solomianski en sus Identidades secretas: La negritud argentina (Beatriz Viterbo. Rosario, 2003): “La negritud argentina es el costado oculto del discuso hegemónico de la blanquedad argentina, su parte negada o menospreciada”.
Escuchemos la explicación de Pablo Cirio a sus entrevistadores L. Moledo y N. Olszevicki: “Después de 1887 los censos (de Argentina) no incluyen la categoría “negro” y crean otra categoría que es la categoría de “trigueño”, que formó parte de un mecanismo de invisibilización de la negritud… El argentino, en su ideario identitario, no está preparado para ver a los negros. Pero... ¿por qué no podemos verlos? Los afroporteños han elegido conscientemente no mostrar su cultura puertas afuera de sus casas. Esa fue una estrategia de preservación y defensa frente a algunos avasallamientos que se vinieron dando en las últimas décadas del siglo XIX... Es muy común que, cuando uno ve un negro en la calle, piense automáticamente que es brasileño o africano. Si bien es probable que muchos sean de ese tronco, muchos de ellos pueden ser tranquilamente afroargentinos y nosotros ni siquiera lo pensamos… Nosotros vemos en términos absolutos: se es absolutamente negro o blanco. No podemos ver el producto de la mezcla cultural. Y América es eso, en realidad: una mezcla de culturas. Eso derivó, sumado a los grandes índices de pobreza que hay entre la población negra, en la migración del concepto de negritud al concepto de pobreza. Se empezó a hablar de negro no en términos étnicos, culturales e históricos sino en términos de pobreza. Cuando hoy uno habla de negros, eso tiene un sentido socialmente despectivo” (Página 12, 27.7.2009).

La Negritud es un movimiento intelectual de rehabilitación, autoafirmación y reivindicación de las culturas negroafricanas y negroamericanas, cuyo nombre fue creado hacia los años de 1930 en París (Aimé Césaire, de la Martinica; Léopold Sédar Senghor, de Senegal). En las Antillas, Frantz Fanon y René Depestre (para este poeta y ensayista haitiano, la negritud no era más que un nuevo cimarronaje intelectual).
Al escribir estos párrafos, acabo de leer "La isla bajo el mar" de Isabel Allende. El sufrido camino de Zarité, una esclava haitiana hacia la libertad. Me siento en comunión con la causa negra. Apoyando las reivindicaciones de mis hermanos del alma, los “negros” Nino Ramos y Denisse Pichardo; la teología negra de mis amigos María Cristina Ventura “Tirsa” y de Marcos Villamán, que abren trocha en el desierto. Entiendo que la Moreneta de Lluc extiende su manto como una carpa para gente sin techo, para gente sin papeles que reclaman su puesto en la comunión universal.

3. Poema de Adviento de mi admirado obispo Pere Casaldàliga,
enterrado en vida entre los negros e indígenas de su Amazonas, que nos pone, como empezamos, en situación de Adviento y Esperanza.

NEGRA
«Ma somo wa, María, one ndzean ya grasia...»
Con el tam-tam creciente de mi pasión bantú
yo te saludo, Negra, divinamente hermosa.
Con todas las palmeras yo te aplaudo, «Morena por el sol de la alegría».
¡Yo te grito con todos los cachorros que amamanta la selva!
Déjame descargar en tus espaldas
este niño africano, de tres meses de fuego,
que ha crecido conmigo, poderoso
como un clamor de mar, como un desierto, como la noche viva ...
Traigo el dolor del Africa naciente sobre mis pobres manos.
Ven y verás el llanto de las cribas
y oirás el silencio rugiente de los tigres.
Las playas profanadas sollozan de vergüenza, contra el cielo.
¡Toda el Africa sangra de heridas ululantes!
Con los libros debajo de los brazos,
vaga por las estrellas, sobre el bikoro insomne,
la sombra virginal de Meredith.
Las niñas, recién hechas, acunan, como un saco doliente de cacao,
producto de un mercado sin reclamo posible,
los hijos tatuados de rasgos extranjeros.
Un viento advenedizo dispersa las hogueras sagradas de las tribus,
y, mientras en las fincas paternas, desoladas,
la hierba multiplica sus machetes impunes,
los hombres balbucientes engrosan, en manada,
como cebús centrados en su furia,
las fábricas salvajes y los muelles febriles y los bares borrachos...
¡En las nobles muñecas aún palpitan las boas enroscadas!

Pero los muertos velan, boca arriba.
Cada dólar, ganado en la codicia, es un ojo de nsué sobre el camino.
¡Todos los ríos bajan cargados de memoria!
Han llegado mil dioses importados, en una sola hora.
¿Tú vas a llegar tarde con Cristo, Madre negra?
¡Ven y verás, tú misma, cómo se agrietan, rotas
de sed estas gargantas, pobladas de canciones!
Hay trescientos millones de negros que te esperan, con sus banderas niñas,
en esta patria, verde de Esperanza.
Rebaños de elefantes se acercan a tus pies, con sus antorchas de marfil en alto,
y el ébano levanta sus columnas para acoger tu carne transparente.
Todos los ojos, turbios de nostalgia, se vuelven a tus ojos.
Belén ha abierto ya, de par en par, su corazón de nipa
y un carrillón de dátiles va tocando la hora de dar a luz la Luz.
Mientras las gruesas nubes cruzan el sol, incólume,
los ibis se han posado blandamente
y un ángel de la Paz sobre las grandes aguas.
Maigangu, ¿por qué lloras?
el niño que ha nacido es blanco y negro:
¿quién va a ponerse a odiar?
...Los soldados romanos sepultarán sus armas debajo de las piñas olorosas
¡y hasta los mercaderes caerán de rodillas, con todos los diamantes en las manos!
Ma somo wa, María...
La noche tropical vuelca sus arcas
en tu mirada fiel, sobre la aurora.
Mecida en tu regazo, donde se acuesta Dios con nuestro sueño,
toda el Africa late con un ritmo de cuna...

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