viernes, 18 de marzo de 2011

EVANGELIO JOVEN: La Danza de la Confianza, a pesar de la Ira (IIº Cuaresma)

Nos adentramos en la Cuaresma y el desierto que encontramos es sobrecogedor. La tensión de la catástrofe del Japón, que han definido apocalíptica, y que en Europa preocupa más por la amenaza nuclear que por los muertos y víctimas. Los conflictos en el norte de África, Libia especialmente, cuando parece que los Organismos Internacionales han decidido intervenir y el general amenaza con extender la guerra al mediterráneo. Los muertos sin contar, y apenas sin cuota de pantalla, del Medio Oriente, de Irak, de la infancia desnutrida, de la violencia de género, etc. No está el horno para bollos ni la situación para fiestas.

1. Indignaos y danzad

¿Cómo seguiremos hablando de danza? Voy a servirme de un magnífico post del teólogo José Arregui (que parte del libro de Stéphane Hessel, “Indignez-vous!”, que arrasa por estas latitudes):

“Enteraos, ahora es momento de bailar, y bailemos. El Reino de Dios, el mundo nuevo, no hay quien nos lo quite. Mirad los pájaros del cielo que cantan a la lluvia. Mirad los lirios del campo, ¡cómo los viste Dios! Cuando hay que indignarse y hacer duelo, indignaos y haced duelo. Y cuando hay que danzar, danzad. Y no tengáis miedo, pues Dios os cuida. Cuidaos del miedo. Y si por cualquier razón o sin razón alguna os aflige la angustia, danzad en espiral con el cuerpo y el alma, y ayudad a Dios a liberaros o a liberarse de la angustia en vosotros. Yo danzo para ti. Dios danza en ti para ti. Danza también tú en Dios para Dios.

Necesitamos esa espiritualidad de la indignación y de la danza. La indignación cuando hay que indignarse contra la impiedad. La danza cuando hay que dar rienda suelta a la vida y la dicha, a la paz y la confianza, a la bondad y la belleza. Necesitamos la espiritualidad de la indignación que sabe resolverse en danza. La danza, ese arte integral que libera el impulso originario de la vida que late en las entrañas del hombre, en las entrañas de la mujer, en las entrañas de la Tierra, en las entrañas de Dios.

Necesitamos recuperar esa espiritualidad. No quiero decir que necesitamos recuperar la espiritualidad perdida, como si la hubiéramos tenido en el pasado, como si el tiempo pasado hubiera sido mejor. Necesitamos espiritualidad, espíritu, respiro. Necesitamos espiritualidad en esta sociedad perpleja que somos, en este tiempo incierto que vivimos, en este planeta amenazado que habitamos, mejor, que somos”.

2. Transfiguración: La danza de la Confianza

“Un nuevo paso en nuestro aprendizaje… DEJARNOS LLEVAR POR EL BAILARIN hasta vivirnos como esa nota irrepetible en la sinfonía de Dios, hasta experimentarnos como el que baila y el que ES bailado… Levántate y no tengas miedo porque en la Danza de mi Amor no importa que los pasos no salgan perfectos, lo tuyo es DESCANSAR en el BAILARÍN y dejarte llevar: “Todo lo demás se os dará por añadidura”.

Poder danzar desde la Confianza no es cuestión de méritos, ni de “propósitos espirituales”. Confiar es cuestión de saber DESCANSAR EN ÉL, de abrirnos a Dios como nuestro DESCANSO y permitir que Él “se vaya diciendo” en nuestra vida y en la vida de todo lo que ES”.

ORAMOS…

Jesús sube al monte, / con los suyos, a hacer oración. Y se repite la experiencia.

¿Dónde?

No sé. A lo mejor no es arriba, sino dentro. A lo mejor la luz está dentro. A lo mejor la palabra del Padre resuena dentro, y te repite: Sí, hijo mío. A lo mejor la alegría viene de dentro. A lo mejor, Dios mío, todo está dentro.

¿Dónde? No sé. A lo mejor no es arriba, sino al lado. A lo mejor la dicha está en el grupo de hermanos. A lo mejor en los amigos encuentras la luz y la palabra. A lo mejor en la familia sientes la nube sagrada del amor que te envuelve. A lo mejor el Tabor siempre está junto a ti, en el otro, en los hermanos.

¿Dónde?

No sé, a lo mejor no está arriba, sino abajo. A lo mejor encuentras la dicha en el sufrimiento. A lo mejor Dios desde abajo te interpela: “Son mis hijos más queridos” A lo mejor, entre los pobres, te envuelve la nube santa de la misericordia. A lo mejor, tú puedes hacer que todo sea más Tabor.

¿Dónde el Tabor? No sé. Pero lo encontrarás si lo buscas de veras, si te abres a la luz, si te dejar guiar por el amor; o tal vez no lo encuentres, tal vez se te regale cuando dejes de buscarlo, o tal vez la misma búsqueda sea un Tabor”.

1 comentario:

  1. Conpio un fragmento del post "Las razones del corazón", de M. Soler donde hace bailar cogidos de la mano a M. Delbrel y al P. J. Rosselló: "Una poesía de Madeleine Delbrel que no tiene desperdicio. Me detengo un momento en esta mujer cuyo nombre es muy posible que les suene. Nació en una familia indiferente a la religión. A los 12 años eligió ser creyente. A los 15 hubo quien la convenció de abandonar todo tipo de religiosidad. Pero a los 20 decidió definitivamente abrir las puertas y ventanas de su alma a la fe.
    Los escritos de Madeleine manifiestan finas dotes poéticas y una profunda vivencia mística. Lo que no le impidió vivir en el suburbio y dialogar con marxistas de pelo en pecho. Muchos la consideran una de las personalidades espirituales de mayor calado del siglo XX. Murió en pleno concilio Vaticano II. Su causa de beatificación yace -o quizás danza, a despecho de la Curia- en Roma.

    Un “pas à deux”
    Al remitente del email mencionado al inicio de este escrito se le antojaba que la vivencia de Dios del P. Joaquim Rosselló, el Fundador de la Congregación a la que pertenezco, encajaba muy bien con el fondo y la forma del articulista. Pues bien, dado que el P. Rosselló transita por el largo camino de la beatificación, a la par que Madeleine Debrel, imagino que ambos se habrán dado la mano al encontrarse y hasta quizás hayan intentado un pas à deux.
    En honor a la verdad no consta que el P. Joaquim conociera paso de baile alguno ni que le interesara la danza. Más bien su porte y su biografía dan a entender que carecía de talento danzante y de talante bailarín. Pero es cierto que su espiritualidad no tenía parentesco alguno con la del ceño fruncido y que se movía con agilidad por los caminos luminosos que Dios le iba revelando.
    Los tiempos que le tocaron vivir al P. Rosselló eran muy recelosos respecto de la proximidad entre varón y mujer. El mismo se mostraba grandemente recatado en este asunto y no se permitía confianzas que ni de lejos pudieran derivar en amoríos. Pero en el más allá este tipo de cautelas ya no son necesarias. Y seguramente las carencias del acá en cuestión de canto y danza resultan plenamente colmadas.
    Así pues, no habría que maravillarse si la pareja Joaquín y Madeleine cantan y danzan juntos allá arriba en el azulado firmamento. Y en los momentos de descanso quizás comentan la habilidad seductora de Dios que, gracias al cantabile del bosque, el presto de la tempestad y el adagio de la liturgia les marcaba ágilmente el paso de sus vidas.
    La danza del Espíritu
    He aquí algunos versos extraídos de la poesía de Madeleine. Recréense en ellos y así, de seguro, la Cuaresma del 2011 no se les atragantará.
    Para ser buen bailarín contigo
    no es preciso saber adónde lleva el baile.
    Hay que seguir,
    ser alegre,
    ser ligero y, sobre todo, no mostrarse rígido.
    No pedir explicaciones de los pasos que te gusta dar.
    Hay que ser como una prolongación ágil y viva de ti mismo
    y recibir de ti la transmisión del ritmo de la orquesta.
    No hay por qué querer avanzar a toda costa
    sino aceptar el dar la vuelta,
    ir de lado,
    saber detenerse y deslizarse en vez de caminar.
    Y esto no sería más que una serie de pasos estúpidos
    si la música no formara una armonía.
    Pero olvidamos la música de tu Espíritu
    y hacemos de nuestra vida un ejercicio de gimnasia;
    olvidamos que en tus brazos se danza,
    que tu santa voluntad es de una inconcebible fantasía,
    y que no hay monotonía ni aburrimiento
    más que para las viejas almas
    que hacen de inmóvil fondo
    en el alegre baile de tu amor.
    Haznos vivir nuestra vida,
    no como un juego de ajedrez en el que todo se calcula,
    no como un partido en el que todo es difícil,
    no como un teorema que nos rompe la cabeza,
    sino como una fiesta sin fin donde se renueva el encuentro contigo,
    como un baile,
    como una danza entre los brazos de tu gracia,
    con la música universal del amor.
    Señor, ven a invitarnos.

    ResponderEliminar