miércoles, 25 de mayo de 2011

EVANGELIO JOVEN: El regalo de un buen Abogado Defensor (VIº Pascua Jn 14,15-21)

Estoy preparando estos días a un muchacho para la primera comunión. Supongo ya habrán visto el enlace de la carta de González Faus, quejándose amargamente de la desnaturalización de esta fiesta infantil: “Cuando os reunís para las primeras comuniones, eso ya no es celebrar la Cena del Señor... ¿Es que no tenéis otros días del año para todas esas fatuidades? ¿O es que despreciáis a la Iglesia de Dios y avergonzáis a los que no tienen?”

Gracias a Dios, yo no suelo tener celebraciones con boato. Pero confieso que me preocupa cómo podemos comunicar a los preadolescentes lo que significa ese Regalo del Espíritu, Compañero de camino y Defensor para toda la vida. El significado de la consoladora promesa de Jesús: “No los dejo huérfanos”, ni ahora ni cuando crezcan, ni cuando falten estos lindos padres que son el árbol de sombra acogedora en el patio familiar. Cómo podemos dar a entender que eso de la fe es una cuestión de amor: “Quien cumple mis mandamientos, ése me ama. Y el que me ama será amado por mi Padre y yo lo amaré y me manifestaré a él”. De qué manera podremos lograr que esta catequesis y la celebración del sacramento les ayude a entrar en el círculo de amor de la comunidad cristiana.

Se me ocurre dirigirme a ellos con las palabras de Víctor M. Arbeloa, el mismo poeta navarro que nos acompañaba el domingo pasado:

“Primera comunión”

“¿Qué celebramos hoy? ¿Un cumpleaños?...

Vuestro día de haceros ya mayores, / de venir con nosotros a la fiesta del domingo,

a oír lo que dice el evangelio; / a cantar a Jesús, amigo que no falla,

que por todos nosotros / nació, sufrió, vivió, murió y vive ahora para siempre;

y a estar un ratico con él, de sobremesa.

Cuando andaba Jesús por este mundo, / le gustaba rodearse de chavales…

Aquellos chicos de entonces / lo vieron andar y sudar por caminos de polvo;

lo seguían, con sus padres y amigos, cuando hablaba a la gente

en las barcas del lago o sentado en el ribazo.

Decía unas cosas muy duras a los ricos,

a todo el que se hacía / el grande, el chulo, el mandamás.

Curaba a todos los enfermos que podía, / estaba con los pobres y los viejos

y decía a menudo / que Dios nos tiene preparada, si queremos,

una mesa así de grande, donde no falta nada,

una casa de todos, muy bonita, con flores y con agua,

y una vida más alegre y divertida / en el mundo de aquí y en el de allí,

después de muertos…

A veces se ponía a repartirles / pan y peces asados a la orilla del río,

pues quería que todos pudieran escucharlo / tranquilos y contentos,

y decía que la tierra es de todos, y las cosas

las puso Dios para todos los hombres y los pueblos,

como el sol y la lluvia que nos traen las nubes.

Y, ya sabéis, la noche antes / de que fueran a matarlo,

cuando estaba cenando con un grupo de amigos,

les dio un trozo de pan y una copa de vino

y les dijo: Comed y bebed / que esto es mi cuerpo, que será destrozado,

y mi sangre, que será derramada, / por vosotros y por todos,

para enseñaros / a vivir y a morir por Dios y por los hombres,

sin miedo a nadie ni a nada de este mundo.

Cuando os juntéis después de que me maten,

haced esto, acordándoos de mí, / y seremos amigos para siempre.


Pues esto es lo que hacemos ahora mismo.

Comulgamos: es decir, nos juntamos. Comemos de este pan,

que es Jesús, / que es de todos.

Comulgamos: es decir, oímos y cantamos y rezamos

y comemos / con todos los demás.

Hacemos fiesta juntos. / Hacemos corro juntos y saltamos

a la cuerda de la fe y de la esperanza.

Porque juntos vivimos en Mañeru, o en Pamplona, o donde sea.

Porque juntos sufrimos y gozamos.

y juntos andamos y juntos tropezamos.

Y juntos / hemos de arreglar, por mucho que nos cueste,

el pueblo y todo el mundo, / antes de morirnos un día, / casi juntos.

Además…, / también nosotros hacemos con vosotros / la primera comunión.

Hacemos todos siempre / la primera, / la única comunión.

Cada vez la comenzamos, / y luego la dejamos, a veces la rompemos,

y de nuevo volvemos a intentarla…, / proclamando nuestra fe,

con el deseo / de seguir viviendo en comunión / con el Dios de Jesús de Nazaret,

y los hombres que son nuestros hermanos”.

(V.M.Arbeloa, Cantos de Fiesta y de Lucha)

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