miércoles, 27 de julio de 2011

EVANGELIO JOVEN: Una oferta que te puede interesar (Domingo XVIII: Is 55,1-3)


Is 55,1-3 "¡Atención sedientos!, vengan por agua, también los que no tienen dinero: vengan, compren trigo, coman sin pagar, vino y leche gratis.

¿Por qué gastan dinero en lo que no alimenta?, ¿y el salario en lo que no deja satisfecho?... Presten atención y vengan a mí, escúchenme y vivirán".

Nos sorprende como el profeta Isaías nos pinta a un Dios que no tiene vergüenza de adoptar el estilo de un pregonero municipal, de un alguacil con su corneta, de un comerciante que se echa a la calle con su bocina: “grita en lo más ruidoso de la ciudad, y en las plazas públicas pregona” (Prv 1,21):

¿Qué es lo que grita? “¡Atención sedientos!, vengan por agua, también los que no tienen dinero: vengan, compren trigo, coman sin pagar, vino y leche gratis”.

Dios se atreve a definirnos de "bocas abiertas", gargantas resecas que venderían el reino por un jarrito de agua del pozo de Belén.

Y no sólo de agua… Sedientos de una sed más profunda, la que grita muchas mañanas el Facebook de mis amigos adolescentes: “Me aburrooooooooooooooooooooooo!”. O, en los más grandecitos, aquella “Sed Insaciable” de que hablaba el poeta cubano José Angel Buesa:

“Coger las rosas una a una, / beber un vino y otro vino,
y andar y andar por un camino / que no conduce a parte alguna.

Sentir más sed en cada fuente / y ver más sombra en cada abismo,
en este amor que es siempre el mismo, / pero que siempre es diferente”.

Resuena el pregón:”¡Atención sedientos!, vengan por agua, también los que no tienen dinero”.

En estos tiempos de crisis galopante en los países ricos de la vieja Europa. Y lo que es peor, de sequía inmisericorde en el Cuerno de África, donde millones de niños caen como moscas.

Dios Pregonero nos ofrece de balde una mercancía abundante y excelente:

Agua y pan, mínimo vital para los que nos arrastramos por los arenales de la vida en un éxodo que no tiene fin.

Leche y miel de una Tierra sin Males, del Paraíso perdido y siempre soñado, de la Tierra Prometida que no llegamos a alcanzar simplemente porque somos humanos. Aquellos “bienes de Dios” que identificamos con “la felicidad”.

Los mejores vinos de marca del banquete donde todos queremos un puesto. En la moda que rinde culto al zumo de la viña, de las degustaciones de caldos exquisitos, de los sumilleres, de los vinos generosos, afrutados, perfumados.

Platos sustanciosos, y no sólo de diseño (paridos por la fantasía del arte más efímero), sino de la buena mesa de los sacrificios del templo, “delikatessen”, “boccato di cardinale”, los que sacian el estómago y satisfacen el paladar más exigente.

Pregunta el Pregonero con insistencia: “¿Por qué gastan dinero en lo que no alimenta? (en comida basura), ¿y el salario en lo que no deja satisfecho?...” (en una crisis que no permite derrochar en gastos superfluos)

Escuchen el redoble final: “Presten atención y vengan a mí, escúchenme y vivirán”.

¿Es que no se enteran que su pasión es un “hambre histórica”, lo que algunos llaman “sed de Dios”, la “sed de cierva hembra”?

“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo”, reza el salmo 42, 1-2.

Un comentarista lo explica de este modo: “Un santo amor sediento, amor con alas, elevándose rápidamente al Cielo en santos deseos hacia el Señor y hacia el recuerdo de su nombre (vv. 1, 2): «Mi alma jadea, tiene sed de Dios, de nada menos que de Dios, pero más y más de El». ¿Por qué va jadeante y de qué tiene sed? Busca jadeante a Dios, tiene sed de Dios, no del culto de Dios, sino del Dios del culto. El grado de este deseo es mucho más alto que el que tenía David del agua del pozo de Belén. Lo compara al jadear de un ciervo; o, más bien, de una cierva, pues el verbo está en forma femenina y, como comenta Arconada, «se ha dicho que la cierva, cuando cría, tiene más sed que el ciervo". La sed de la cierva se aumenta cuando corre presurosa huyendo de los cazadores, como parece indicarse en este caso” (http://www.adorador.com/salmos/salmos_042.htm)

Dejémonos sorprender por esta lectura del profeta Isaías. ¿No es un poco extraño lo que nos oferta, en medio de la plaza, este Dios bufo? ¿No suena como el pregón disparatado de un Dios extravagante, movido por un Amor loco y excéntrico?

Dediquémosle, al menos, la atención que prestamos al pregonero de las fiestas del pueblo, en el solsticio de verano, cuando la carne nos tienta, las glándulas se excitan, y sentimos una sed que no se sacia con una cocacola cualquiera, que nos beberíamos toda el agua del mundo...

Foto: Victòria Cànaves

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