miércoles, 6 de noviembre de 2013

La trampa saducea de la resurrección (Domingo XXXII ciclo C, Lc 20.27-38)

El evangelio de hoy tiene una trampa saducea que me provoca. Una "trampa saducea", según Wikipedia, la enciclopedia digital, “es una pregunta capciosa que se plantea con ánimo de comprometer al interlocutor, ya que cualquier respuesta que dé puede ser malinterpretada o considerada inconveniente. Alude a los saduceos, quienessegún los Evangelios plantearon a Jesús varias cuestiones de este tipo (por ejemplo, si debían cumplir el mandato de Moisés de lapidar a las adúlteras o si era lícito pagar impuestos al César romano)”.

O si era posible la resurrección. Voy a hacer una lectura del Evangelio, actualizada a nuestras inquietudes de hoy, firmemente apoyada en el texto de Lc comentado por el pastor evangélico F. Bovon.

1  1.   ¿Vale la pena que las mujeres resuciten si siempre acabarán sometidas a un varón?

El texto está leído desde una visión masculina:  supone la poliandria y una ley del levirato para asegurar descendencia a los hombres, que no se pierda su apellido. “El lector moderno queda consternado por el androcentrismo inherente a este mandamiento mosaico y a la narración elaborada por los saduceos. El varón decide: es él quien “toma” a la mujer y el que “tiene” una mujer. Lo único que se espera de ella es que dé a luz descendencia, sobre todo varonil. Y cuando la “mujer” se convierte en sujeto gramatical de la frase, en el v. 33, es para preguntarse de quién será la esposa en la resurrección de los muertos...; uno tendría casi ganas de decir : “su objeto” (F. Bovon, El Evangelio según san Lucas, IV, 133).

Mucha gente de hoy  tienen una creencia de Antiguo Testamento: “sobrevivirás por tus hijos. Son ellos quienes llevarán tu nombre”.  Entonces  ¿no hay vida personal para todos y todas? “Si esto se hace realidad, conviene sólo a los varones, a los padres y al hijo”. Las mujeres (más religiosas!) tienen que recortar sus expectativas.

Pero esto tiene su lado bueno desde la perspectiva feminista:  ¿vale la pena prolongar lo que algunos llaman “vida” (resucitar), si siempre acabaremos llevando una vida de zombis, sometidas a un varón? 
    
2.        2. Todos somos iguales

” El giro que dará el relato con la intervención de Jesús modificará esta perspectiva mediante la evocación de una vida, en el tiempo futuro, liberada de la coacción conyugal”. 

“No se casan ni las hijas son dadas en matrimonio... No pueden ya morir porque son iguales a los ángeles y son hijos de Dios al ser hijos de la resurrección ” (Lc 20,35-36).

En “el tiempo que trae Jesús”, en el “Evangelio que Pablo predica” las relaciones son de otra manera: Una joven se casa cuando y con quien quiere, los matrimonios se respetan en la entrega mutua y las viudas son libres de volver a casarse o de dedicarse a la comunidad (cfr 1 Cor 7: “cada uno recibe de Dios un don particular”).

Estamos llamados a ser libres “como los ángeles”. Con la dignidad de hijos e hijas del Altísimo, y no esclavos. 
       
3    3. Un Dios de vivos

Pero “los saduceos se equivocan de referencia bíblica”. Jesús cita otro texto en favor de la resurrección que antes no había citado nadie (en el episodio de la zarza): El Señor es el Dios de los padres, “no es un Dios de muertos, sino de vivos, porque todos viven por él” (vv-37-38; cfr. Ex 3,15). Un estudio erudito (F- Dreyfus) ha demostrado que esto significa ”el Dios que se hace cargo de los padres”, que nunca deja de cumplir su promesa. Dios es “donador de vida”, “amante de la vida”. Creer en Dios significa oponerse a la muerte de sus hijos e hijas.


Lc probablemente lo refiere a toda la humanidad. Karl Barth insiste en que esta promesa se realiza sobre todo en la Iglesia, visible e invisible, la Iglesia militante y triunfante, la Iglesia de los vivos y de los muertos. No renunciemos a nuestra esperanza.

Foto: Mural de M. Cerezo