viernes, 13 de abril de 2018

Una lectura pascual de la comunidad primitiva


 Leyendo la Biblia con el P. Joaquim Rosselló (5) 

Los Hechos de los Apóstoles son una de las lecturas bíblicas escogidas para el tiempo de Pascua[1]. El nacimiento y progreso de las comunidades primitivas son una prueba de que Cristo vive y sigue siendo un referente para medir la salud de la Iglesia de hoy.

"La memoria de la Iglesia de los orígenes, y la descripción de la vida según los Hechos de los Apóstoles en particular, se puede decir que ha sido siempre, a través de la historia de la Iglesia, un modelo, un ejemplo, un ideal, un mito tal vez. Sobre todo en los períodos críticos, en los cambios determinantes, la posibilidad de un retorno al principio, a los orígenes, la idea de una reforma en referencia a l’ecclesiae primitivae forma, se ha propuesto una y otra vez con un vigor siempre renovado... Los textos de Hechos han servido de estímulo, provocación y principio de crisis” (P. C. Bori[2]).

El P. Joaquim Rosselló lo usaba en su predicación misionera y en su espiritualidad popular.

1. El espejo de los primeros cristianos   
                                                                                         
El P. Joaquim se escandaliza del fuerte contraste existente entre la comunidad primitiva y los cristianos de su tiempo (finales del s.XIX): “¿Qué dirían los fieles de los primitivos tiempos de la Iglesia, aquellos celosísimos discípulos del crucificado, cuya vida era de desprendimiento, vida de mortificación, vida fortalecida con la cotidiana recepción de los Sacramentos, pues que según se desprende de los Hechos de los Apóstoles: "Quotidie perseverabant in fractione panis"[3] (Cada día tomaban por alimento la Sagrada Eucaristía)?


¿Qué dirían si volviesen a ese mundo y asomaran por unos momentos su cabeza, y viesen a los cristianos de nuestros días, cambiados los más en unos locos, representando escenas a cual más repugnantes a la modestia cristiana, llevando una vida no de Cristo‑Jesús cual debe ser, según San Pablo[4] la vida de todo verdadero discípulo de tan buen maestro, sino la vida propia de un pagano, hasta el punto de levantar altares a la profanidad, a la inmodestia, al desenfreno de todas las pasiones?”[5


El Fundador, sin miedo a caer en el anacronismo, llega a afirmar que los apóstoles son “los primeros devotos del Corazón de Jesús” y que en esta fuente bebían su fortaleza: “¿Qué dirían aquellos afortunadísimos fieles, cuyo único refugio en sus aflicciones y peligros tanto del alma como del cuerpo, no era otro que el amor de Jesús y de su Inmaculada Madre María, en cuyos amantes Corazones hallaban luego amparo y calor? ¡Ahí desearon sin duda, por no ver tanta inmoralidad y desatino en ideas y en costumbres, cerrar de nuevo sus ojos y volver cada cual a su respectivo descanso”[6].

Y lo explica de esta manera: “Siendo así que la devoción del Corazón de Jesús consiste en honrar su amor, en desagraviar su amor no correspondido… podemos decir que esta devoción es tan antigua como la Iglesia que comienza en los Apóstoles, pues ellos fueron los primeros adoradores del Sagrado Corazón de Jesús, los primeros reparadores”.

No hizo falta que Dios la revelara en aquel tiempo como forma de devoción, pues los auténticos cristianos tomaban partido por un Dios que es Amor. Lo probaban en su “amor de verdad”, en su alegría –aquel gozo del Evangelio que nos recuerda el papa Francisco en la Evangelii Gaudium – y que no les abandonaba ni siquiera en el martirio:  

“Dios no reveló esta devoción en los primeros siglos de la Iglesia, cuando los cristianos primitivos amaban de verdad, rebosantes de caridad con Dios y con el prójimo.  Prueba es la alegría con que padecían por Él los más atroces tormentos, que según el sagrado texto "ibant gaudentes a conspectu" etc...”[7] . “Los cristianos de la primitiva Iglesia en frente de tantos tormentos, a vista de tan crueles martirios hubiesen sido sin duda desfallecido, a no asirse a esas áncoras salvadoras, aún en las más horribles tempestades del proceloso mar de este mundo, de allí sacaban ellos aquella invencible fortaleza y constancia, que tanto pondera el Espíritu Santo en los Hechos de los Apóstoles cuando dice: que con alegría se presentaban delante de los tiranos, unos para ser azotados, otros quemados, estos zambullidos dentro de helados estanques, descuartizados, muertos: "Ibant gaudentes a conspectu concilii..."[8].

Otra muestra de que ya vivían “como si hubieran empezado a resucitar”, es que superaron las diferencias y no “había pobres entre ellos”: “Prueba, lo que nos dice el Espíritu Santo de aquellos primeros fieles, que era tal la unión de su corazón con la caridad, que "erant cor unum et anima una"[9].
Ahora sí que necesitamos esta respuesta del amor de Dios para la vejez del mundo, cuando el fuego parece que iba a extinguirse por completo[10]: “Tuvo que ser en estos últimos tiempos, en esta tristísima época que atravesamos, en la cual -a excepción de un reducido número de almas- la mayoría  ni siquiera saben lo que es amor de Dios y amor al hermano”[11].

2. Aplicado a cada estamento de la Iglesia

Modelo para todos los cristianos: Lo predica en las Misiones Populares y lo recomienda en lo que se han llamado sus “Piadosos Ejercicios para el mes de Junio”.


Refiere este modelo de modo especial para la vida consagrada: Así escribe a las capuchinas: “Les aseguro que si todas no formarais más que un solo corazón y una sola alma, por la caridad fraternal y por el incendio del divino amor, ese claustro sería un cielo en la tierra”[12].

Lo juzga de tanta importancia que lo deja en testamento a su Congregación de Misioneros de los Sagrados Corazones, en su última exhortación:

“Sufrid mutuamente vuestros defectos que, como no ignoráis, ninguno de los hombres está exento de ellos. Y, el que diga y crea que no tiene faltas, que no reconoce en sí pecado, “Mendax est”, dice el Evangelista en una de sus Canónicas, miente, no dice verdad[13].

Perdonaos también las injurias, y eso, con facilidad; extinguiendo en vuestro corazón toda remanencia de antipa­tía contra el que os ofendió. Y, como los primitivos cris­tianos, sea tan estrecho el lazo de caridad que os una que, como de ellos, puedan decir también de vosotros los que os traten, (sirviéndose de aquella hermosa frase del Espíritu Santo): “Erant cor unum et anima una”[14]. En estos religiosos, no hay sino un solo corazón y una sola alma”[15].

“Así llegamos al mandamiento del amor, que tiene como modelo a los Sagrados Corazones que nos aman. Hasta el Fundador proponía como imagen del amor mutuo la representación de los Sagrados Corazones, que figuraban en el escudo que llevaban los congregantes[16]. Una representación que imitaba el medallón de la bóveda del coro de la ermita de Sant Honorat, que le inspiró el título de la Congregación… Este valor misionero del amor, ya declarado por Jesús, aparece como multiplicador de la primera comunidad, que tenía un solo corazón y una sola alma. Gracias a su testimonio feliz Dios iba aumentando el número de los creyentes (Hch 2,47: Alababan a Dios y se ganaban la simpatía de todo el pueblo; y el Señor agregaba cada día a la comunidad a los que quería salvar)”[17].



[1] Cf. Diego Sabogal, “Hechos de los Apóstoles en perspectiva post-pascual” en http://cristoeseltema.blogspot.com.es/2016/04/hechos-de-los-apostoles-en-perspectiva.html
[2] Chiesa primitiva. L’immagine della Comunità delle origini nella storia della Chiesa antica. Paideia. Brescia, 1974.
[3] Hch 2,42.
[4] 2Cor 17,5.
[5] Piadosos Ejercicios, día 12.
[6] L.c.
[7] Hch 5,41.
[8] Piadosos Ejercicios día 22.
[9] Hch 2,32.
[10] Piadosos Ejercicios, día 13.
[11] Sermón 31.
[12] Carta 15/08/1890.
[13] 1Jn 1,10.
[14] Hch 4,32.
[15] Notas referentes a la Congregación, XVIII.
[16] Como insígnia sobre el pecho, del lado del corazón.
[17] J. Amengual Batle, “Meditación sobre la Fundación”, 70.