viernes, 23 de marzo de 2018

Sobre las 7 Palabras de Jesucristo en la cruz





Leyendo la Biblia con el P. Joaquim Rosselló (4)


(Aprovechemos el tiempo de pasión para seguir leyendo la Biblia con el P. Joaquim Rosselló. Son sermones “salpicados” de citas bíblicas, de un lector asiduo de la Palabra de Dios. Contempla la Pasión de Cristo desde una perspectiva misionera: Han sido predicados en Llucmajor, Mallorca (1971), en el primer año de la fundación de la Congregación, y copiados en un manuscrito escrito por diversas manos, lo que parece sugerir una predicación preparada en equipo. Desde la espiritualidad de un Corazón de Jesús herido por los pecados de los hombres, en la línea de santa Margarita de Alacoque, pero rebosante de misericordia bíblica. El Corazón de María, al pie de la cruz, está identificado -“refundido”- con el Corazón de su Hijo. Madre de misericordia y abogada nuestra. Estilo de misión popular: Continua llamada al cambio de vida, al apostolado y a la preparación para la buena muerte. Muestra también una preocupación apologética, propia del tiempo, de que la humanidad del Hijo no devalúe la divinidad y el interés en demostrarla con el cumplimiento de las Escrituras. Predicación pastoral que busca tocar el corazón con sus recursos retóricos y su barroquismo. Intención bien subrayada en el comienzo: “Si hubiese entre los que me escuchan alguien que no se aflija, algún corazón que no sienta, un ojo que no derrame lágrimas, al considerar tan horroroso espectáculo, salga, suplico, de este templo, salga, porque, ni con los seres irracionales e insensibles merece ser contado; quédense, en buena hora, los que llenos de fe, vienen dispuestos en este santo ejercicio de "las tres horas", a sentir, a llorar, a morir con aquel que muere por todos”[1]. Reproducimos aquí algunos fragmentos significativos, después de quitar la mayoría de latines).

“Al calvario, hermanos, al calvario, que allí nos aguarda Jesús para darnos, antes de su muerte, las últimas lecciones de vida. Al calvario que, allí también nos espera María la Madre de Jesús, transida de dolor, y qué dolor; dolor tan inmenso, que, si se repartiera, dice el gran Bernardino de Sena, en los corazones de todas cuantas madres ha habido y habrá, bastara para acabar con su vida.

Subamos a ese monte santo, monte de las calaveras, monte de la mirra, monte del cual van a manar ríos caudalosos de gracia que fecundarán la tierra. Sí, subamos, y, postrados a los pies de ese Divino Maestro, nuestro Salvador, digámosle con Samuel: “habladnos, Señor, desde esa cátedra de la cruz, que vuestros siervos todos escuchan”[2].

1ª Palabra: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen (Lc 23,24).
(Misericordia divina y ética del perdón para que el Señor nos perdone).

“Como si dijera: Padre, no les hagas cargo, no les imputes este pecado... No, no saben lo que hacen; calma tu indignación contra ellos, no los castigues, ni les abrase fuego del cielo, como a los falsos profetas; ni los trague la tierra como a Datán y Coré[3], ni osos ni serpientes les devoren como a los que se burlaron de Eliseo[4], sino haz llover sobre ellos tu clemencia, perdónalos en tu infinita misericordia...

Hermanos, en los Sagrados Corazones: ¿Quién al presenciar semejante ejemplo, querrá aún vengarse de sus enemigos?, ¿quién no perdonará al que le injurió?, ¿quién?... Mirad, que es mandato de ese Divino Maestro: Perdonad, nos dice, amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen[5].  Él mismo es que nos amenaza, de no ser perdonados quien no perdonare a su prójimo: ¡qué juicio sin misericordia caerá sobre aquel que no usare de misericordia!... Hermanos carísimos, por el Corazón de Jesús que hoy perdona a los que le han crucificado, perdonad, os ruego, al que en algo os injurió”.

2ª palabra: Hoy estarás conmigo en el Paraíso (Lc 23, 43)
(Misericordia sin parangón de un Jesús enternecido que cautiva y convierte a los pecadores y cobardes en “discípulos de su Corazón”. El amor como fuego)

“Apóstol Pedro, ¿dónde estás?,  tú que en los días de sus triunfos y de su gloria le confesaste delante de todos, por Hijo de Dios vivo[6].  ¿Dónde tú, Mateo, que atraído por aquella su tan dulce y simpática mirada, abandonaste el telonio, por seguirle, tus cobranzas y tu dinero?[7] ¿Y tú Andrés, que, cautivo de su amor hacías propaganda entre tus compañeros, entre otros muchos, hasta a tu hermano Pedro?[8] ¿Dónde estáis? ¿Por qué no aparecéis en la cima del Gólgota a defender a vuestro Maestro? Nadie comparece, ¡ay! ni Felipe que, usaba de tanta familiaridad con Jesús, que los gentiles acudían a él para que les manifestase y presentase a su Maestro[9]. Ni Tomás que, invitaba a los otros a ir a Jerusalén con Jesús para morir con Él[10]. Ni Santiago que en el monte Tabor, se complacía en verlo transfigurado y consentía con Pedro en permanecer siempre allí en aquel estado de gloria[11].
¿Ni tú temes a Dios estando como estás en el mismo suplicio?[12]… Y Jesús que aseguró haber venido a este mundo para buscar al pecador... Jesús, cuyo Corazón enternecido, y que en este momento, rebosa perdones, no se hace mucho rogar, sino que, apenas oye tal súplica, cuando le hace una promesa cual nunca, que se sepa, la haya hecho a persona alguna por justa y santa que fuese… En verdad te digo; hoy estarás conmigo en el Paraíso… eres ya para mí un hijo muy querido, un apóstol; un discípulo amado de mi Corazón; estarás conmigo en mi Reino, en el Paraíso de mi gloria.
¡Oh fuego sagrado en cuyas llamas se consumen todas las iniquidades de los que arrepentidos, acuden a esa Divina Hoguera; oid la súplica de este pecador que, cual otro Dimas, os dice: “memento mei”...! Acuérdate de mí!”

3ª palabra: Mujer, he aquí a tu hijo (Jn 19,26)
(María, mujer y madre, hija de Sión –doncella que representa a la patria sufrida en los hijos traspasados-. Resistente al pie de la cruz, cuando todo se conmociona y, como dice un autor medieval: “Las piedras se hacían pedazos, pero estaba entero el corazón de la madre”. La Virgen invocada con la salve de la piedad popular)


“El corazón de la mujer, cuando ama verdaderamente, es un abismo... Y si eso se ha dicho del amor del corazón de una simple mujer, ¿qué ponderación habrá que valga, cuando se trata de comprender el amor del Corazón de María para con su Hijo Jesús?... El amor del Corazón de esa Madre para con su Hijo, afirman los Santos Padres que es indescriptible, inmenso, sin medida, que el Corazón de uno se hallaba refundido en el Corazón de otro.

Ahora bien; colegid de aquí, ¿cuál será el dolor de esta Madre que tanto ama a su Hijo, al presenciar desde el pie de la cruz su terrible agonía?; cuando, según el melifluo Bernardo, su dolor no tiene otra medida que su amor ¡Oh Virgen hija de Sión! ¿A quién te compararé o asemejaré en tu inmensa pena?... ¡grande es como la mar tu tribulación![13]

¿La veis? está de pie junto a la cruz de su amado Hijo…, tiesa y sin desfallecimiento a pesar de su inmenso dolor; cuando la naturaleza toda parece estar convulsionada del espanto y horror que le causa semejante acontecimiento; cuando oscila el aire, muge la tierra, tiembla el mismo infierno, ella, ni tiembla ni desmaya, no obstante ser inmensa su amargura, a vista de su agonizante Hijo. Y el dolor aumenta por grados en su angustiado Corazón, como por grados aumenta su amor.
Ea! acudamos todos a nuestra Madre, y, aunque pecadores; si, arrepentidos, lloramos y confesamos nuestras culpas, por graves y enormes que se presenten, ella nos alcanzará el perdón de su Hijo, es vida, es dulzura, es única esperanza nuestra: "Vita, Dulcedo, et Spes nostra, salve"...

4ª PALABRA: Dios, Dios mío, ¿por qué me abandonaste? (Mt 27,46)
(Sigue la contemplación del Corazón sufriente que tanto ha amado a los hombres y no encuentra correspondencia. Asombro ante “el abandono del Padre”. Preocupación apologética ante el modo de entenderlo de los calvinistas y predicación de novísimos para que no nos encontremos desamparados a la hora del juicio)

“Tiende su lánguida mirada por la extensión de la tierra, y ante sus ojos, no se presentan sino pecados, crímenes, abominaciones, ingratitudes; la tiende sobre la cima del Gólgota, y no ve sino verdugos, encarnizados enemigos, escribas, fariseos, pontífices los cuales continúan blasfemándole; la tiende a sus amigos, a sus discípulos, ¡también le han dejado!; a su querida Madre, que ve al pie de la cruz, mas sus presencia, lejos de aliviarle, le aumenta la pena; porque, ¿qué alivio puede prometerse de ella, cuando la ve traspasada de dolor, y que agoniza, y sufre mucho más en su espíritu, que no Él se siente atormentado en el cuerpo?...

Hermanos, el entendimiento se ofusca en el momento de oír esta palabra de queja salida del Corazón de tan buen Hijo; y no sabe qué interpretación darle. Que un hombre abandone a otro hombre, que un amigo a su cordial amigo, que un discípulo a su maestro… Pero que un Padre y un tal Padre ( ), abandone a su Hijo único, y en ocasión en que éste cumple la obediencia de su Padre, muriendo en una cruz por satisfacer a su Divina Justicia esto supera a toda humana inteligencia… La Divinidad no se separó jamás de su Humanidad; Jesús fue siempre Santo, siempre Bienaventurado, siempre Dios… El Señor quiso hacer ostensible con esta queja para hacer ver, que, no obstante su unión hipostática con la persona del Verbo padecía horriblemente en su Humanidad.

Hermanos, rindamos armas; confesemos hoy nuestros pecados, no sea que si dilatamos la conversión para otro día, seamos en la hora de la muerte desamparados, y tengamos que exclamar: pero con desesperación en vano, sin esperanza alguna de salvarnos, lo que Jesús: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

5ª palabra: Sitio! Tengo sed (Jn 19,28)
(Ingratitud humana y llamada a la conversión y al celo apostólico. Santoral joaquiniano. El amor que bebe en las fuentes de aguas vivas)

“Quien dará almas a Jesús refrigerará su sed. Apóstoles, emprended pronto vuestras excursiones por el mundo, traed almas a Jesús y refrigeraréis su sed. Varones apostólicos, Titos, Timoteos, Policarpos, Ireneos, conquistad almas a Jesús. Domingos, Loyolas, Borjas, Javieres, convertid, en vuestras misiones, infieles y salvad pecadores; y sus lágrimas de penitencia y sus almas apagarán la sed de Jesús: Sitio aún; ¿más sed, Señor? Sí, aún más sed… Él nos ha amado hasta el fin, y muere al fin de amor, tiene sed de amor. Al pie de la cruz, Señor, tenéis tres fervorosos amantes que os pueden prestar de esta agua del amor: vuestra Madre, Juan, el discípulo amado, la Magdalena. Sitio; ¿aún más sed, Señor? Gertrudis, Catalina de Sena, Teresa de Jesús, Magdalena de Pazzis, Gonzagas, Estanislaos de Kostka, ¿dónde estáis?; presentad vuestros corazones abrasados de amor, que ésta es el agua que desea Jesús para apagar su sed. Sitio, hermanos, lágrimas de contrición, amor y más amor para refrigerar la sed de Jesús”.

 
6ª PALABRA: Consummatum est. Todo está consumado (Jn 19,30)
(Familiaridad con la Historia de Salvación, que usa como prueba apologética de la divinidad de Jesucristo. Examen de conciencia y apremiante llamada a la conversión)

"Palabra muy breve, pero palabra que entraña en sí, toda cuanta revelación divina ha habido en el mundo acerca de su Persona; sobre su Encarnación, Nacimiento, Vida y Muerte. Cumplidas están ya las figuras de Adán, del justo Abel, de Noé y el Arca. Ya está cumplida la lucha de Esaú con Jacob, la venta de José; las figuras de la esclavitud de Egipto y de la libertad del pueblo por Moisés; las figuras de su tránsito por el mar Bermejo, y destrucción y ruina del ejército enemigo. Realizadas las figuras del Cordero Pascual, del sacrificio de Melquisedec, sacerdote del Altísimo, y de cuantos sacrificios se ofrecían a Dios en el templo de Salomón figurativos todos de esa Sagrada Víctima que, por sí misma, se ofrece hoy en sacrificio a su Eterno Padre.

Señor, ¿qué más se ve consumado en Vos? Cuanto dijeron los profetas acerca de mi vida; realizadas la profecía de que una virgen me había de concebir en su seno y me había de dar a luz sin detrimento de su pureza[14], la profecía de que había de nacer en Belén, ciudad de David, mi padre[15]; la profecía de mi destierro en Egipto, desde donde me había de llamar mi Padre para regresar a mi Patria[16]; la profecía de que habría de vivir en trabajos desde mi juventud[17]; la profecía de tener que ser el blanco de contradicción de todos, y estar puesto para ruina y levantamiento de muchos en Israel[18]. Consumado he también en ese momento, cuantos vaticinios se hallaban escritos en los Libros Sagrados, relativos a mi Pasión y Muerte: el de que había de ser vendido por uno de mis discípulos y que otro había de ocupar su episcopado[19]; que herido el Pastor se habían de desparramar y abandonarle sus ovejas[20]:; el vaticinio de que había de llevar sobre las espaldas los pecados de todos los hombres[21]. De que había de ser burlado y escarnecido[22]; de que había de verme entre dos criminales[23]. Traspasadas mis manos y mis pies, desyuntados todos mis huesos[24]; de que se habían de repartir mis vestiduras y echar suerte sobre mi túnica[25]; de que por comida me presentarían hiel y por bebida vinagre[26]. De que en mí no había de haber parte sana[27]. Todo en fin se ha acabado: consummatum est.

Hermanos, ciegos han de ser los hombres, para no considerar en Jesús un ser Divino con la realización en su persona de tantas profecías. Es verdad que murió ignominiosamente en una Cruz, pero con su muerte misma da pruebas de ser Dios.

Señor, sí en verdad, como vemos que en vos todo lo habéis consumado y que ya no tenéis más que cumplir, ni que hacer por nosotros, es muy justo y puesto en razón que también digamos todos en relación a nuestras culpas, causa de tantos tormentos, ya esto está consumado. Que diga aquel ministro del Señor cuya vida no es conforme a su vocación: llevaré vida verdaderamente sacerdotal. Que diga aquel noble, que vive amancebado y que escandaliza a las ciudades y pueblos: se acabó ya Señor... Que diga el letrado también, que se acabe en mí ya el sacrificar tantas veces mi conciencia, por servir al partido a o al partido b… Tú usurero, tú mercader, tú comerciante que te has enriquecido con el robo, hora es ya de que abandones tus tráficos ilícitos y que restituyas lo que tengas robado".

7ª palabra: En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu ( Lc 23,47)
(Amorosas quejas e Improperios. Preparación para la muerte, predicación de los novísimos)

"¡Quién me diera poder penetrar en los ocultos senos de aquel su hermosísimo Corazón!… Quid debui ultra facere et non feci? Popule meus, quid feci tibi aut in quo contristavi te? Responde mihi.[28]

¡Quién me diera también el poder recoger de aquella su espaciosa frente, asiento de Eterna Sabiduría, las últimas preciosísimas gotas de sudor que le van cayendo; y enjugar aquella sangre Divina que sale de sus venas, y besar e imprimir ósculos en aquellas llagas ya congeladas por el frío glacial de su próxima muerte que va extendiéndose por todo su cuerpo!

¡Quién me diera estampar en mi mente y corazón esta última palabra: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu", para que en la hora de mi, quizá no muy lejana muerte, la pudiesen proferir moribundos mis labios.

Hermanos, ¡qué pensamiento tan útil el de la muerte! Pensad en vuestros novísimos y no pecaréis[29]. Y a la verdad, ¿cómo podría yo, sacerdote, dejar de cumplir mis deberes si me preocupara siempre el pensamiento de que, hoy mismo, podía sorprenderme la muerte? ¿Cómo aquel caballero, aquel comerciante, aquel mercader, aquel usurero, seguir sus ilícitas relaciones y malos tratos, si creyese que dentro de breves momentos le hubiese de arrebatar el alma? … Hermano, piensa en la muerte, piensa en la muerte y no pecarás".

+ Muerte de Jesús: E inclinando la cabeza, entregó el espíritu (Jn 19,30)
(Indaga los motivos de este gesto cargado de simbolismo. Conmmoción cósmica, en contraste con la indiferencia humana, expresado por el ruido de un terremoto y el sonido de la trompeta. Última llamada al cambio de vida, a convertirse en otro Cristo. Invocación popular a la Madre Dolorosa)

"Hermanos, van a dar las tres, hora señalada desde toda la eternidad en que debe expirar el divino Redentor. Fijémonos en El, porque todo es grande en su persona, todo es misterioso, hasta el más insignificante movimiento de su Sacratísimo Cuerpo. ¿Qué interpretación dan los SS. PP. a semejante inclinación? Dicen: que inclina su cabeza para significar que muere por obediencia a la divina ordenación, a Dios su Padre. Que la inclina para despedirse de su pueblo e ingrata Jerusalén, que no había querido reconocer el día de su visita… Inclinada la cabeza para despedirse de su Madre que ve al pie de la cruz yerta por el dolor y casi sin vida; para despedirse del discípulo amado y confirmar el legado que le había hecho de cuidar de su querida Madre, en los años que le sobrevivieron; para despedirse en fin, y para siempre del pecador obstinado en su culpa, a pesar de morir y padecer tanto por salvarle; inclinato capite emissit spiritum.

Sol, luna, estrellas, deshaceos en llanto por los que no lloran, y a lágrima viva debieran llorar por sus innumerables pecados. Peñascos: desencajaos y desprendeos de vuestros asientos, despedazaos piedras, romped vuestros diques ¡oh mares!; abríos sepulcros, resucitad muertos que ya ha muerto el que va a daros nueva vida. ¡Infiernos, temblad! Corazones endurecidos que a vista de esos estrepitosos movimientos de la naturaleza toda, aún no habéis resuelto convertiros y manifestaros dóciles y blandos a las insinuaciones de la divina gracia, temblad, que la muerte de Jesús no sirva a vosotros de eterna ruina.

¿Oíste? Y nosotros mientras tanto, arrepentidos de nuestros pecados, acompañemos en el llanto y estremecimiento a la misma universal naturaleza, aterrada de tan infando sacrilegio, de tan horrendo a inaudito deicidio.

Sea pues, hermanos, el fruto de este santo y piadoso ejercicio de las tres horas de agonía de Cristo Jesús, el cambio de nuestra vida, si (de) pecado en justa; contrición y lágrimas de nuestros pecados, reforma de nuestras costumbres, amor a la virtud, odio a cuanto nos pueda separar de nuevo de la unión y vida íntima con nuestro Divino Salvador.

Madre de los Dolores, la muerte os acaba de arrancar un hijo muy querido, pero ahí tenéis postrados a vuestros pies a una multitud de hijos que os legó vuestro mismo Hijo al expirar, que tienen necesidad de Vos y ponen en Vos su esperanza para poder cumplir en sus propósitos y perseverar en su cambio de vida; ¡ea, os aclamamos Madre de misericordia, abogada nuestra y os suplicamos volváis sobre nosotros vuestros ojos misericordiosos.¡Vida, Dulzura y Esperanza nuestra!, que perseveremos en el bien y práctica de la virtud hasta la muerte; y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu castísimo vientre. ¡Así lo esperamos, dulcísima María, porque eres clemente, eres pía, eres Madre nuestra muy querida!"


[1] N. 6º.
[2] Nº 7 con cita de 1Sm 3,9-10.
[3] Cf. Nm 16
[4] Cf. 2Re 2,24
[5] Mt 6,12
[6] Cf. Mt 16,16)
[7] Cf. Mt 9,9
[8] Cf. Jn 1,41
[9] Cf. Jn 12,23
[10] Cf. Jn 11,16
[11] Cf. Mt 17
[12] Cf. Lc 23,40-42
[13] Cf . Lm 1,13
[14] Cf. Is 7,14
[15] Cf. Mi 5,1.3
[16] Cf. Os 11,1
[17] Cf. Saal 87,16
[18] Cf. Lc 2,84
[19] Cf. Hch 1,20
[20] Cf. Mt 26,31
[21] Cf. Is 53,5
[22] Cf. Sal 22,8
[23] Cf. Is 53,12
[24] Cf. Sal 21,17
[25] Cf. Sal 21,19
[26] Cf. Sal 69,22
[27] Cf. Is 1,6
[28] Cf. Mi 6,3
[29] Ecl 7,40.