viernes, 29 de marzo de 2013

SUBAMOS AL CALVARIO, MONTE DE LAS CALAVERAS, MONTE DE LA MIRRA (P. Joaquim Rosselló i Ferrà)


(Ofrecemos para la oración de estos días de Semana Santa un fragmento del P. Joaquim predicador. Es la introducción a los Sermones sobre las siete Palabras que habló Jesucristo en la Cruz [Llucmajor 1891] y que parece usaban los primeros misioneros. Envuelto en estilo decimonónico, arde el celo del hombre contemplativo del Traspasado, que nos invita a situarnos al pie de la cruz, junto a la Madre dolorosa)



"Diviserunt sibi vestimenta mea et super vestem meam miserunt sortem". Se repartieron mis vestiduras y echaron suerte sobre mi túnica. Salmo XXI.

1º Nos hallamos, hoy en el Viernes Santo; el sol está ya en mitad de su carrera; acaban de dar las doce; en derredor del monte Calvario, se percibe aún el eco de los golpes del martillo; en la cima de este monte, en una cruz, se deja ver pendiente de tres clavos, la Sagrada Víctima; fijad en ella vuestra mirada, y leed el título que asoma sobre su cabeza; en él se halla consignada la causa de su muerte: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS.
JESÚS, que quiere decir salvador de los hombres; NAZARENO, que se interpreta florido en virtudes, porque flores fueron de virtudes las, en que se ejerció durante su vida: humildad, mansedumbre, pobreza, obediencia, castidad; REY DE LOS JUDÍOS, Rey no temporal sino espiritual y eterno, cuyo nombre significa, confesar con verdadera confesión lo que Dios ha revelado.

2º Al pie del Lábaro Sacrosanto y a la vista del mismo agonizante Jesús, que se le ve desnudo, notad: se reparten los verdugos sus vestiduras, y sobre su túnica inconsútil, echan suertes, cumpliéndose lo del Real Profeta: "Diviserunt sibi vestimenta mea et super vestem meam misserunt sortem".

3º Los letrados de Jerusalem, escribas, fariseos, doctores de la ley, la gente, en fin, más granada de aquel pueblo, cebándose en la tan infausta obra de sus manos, cual la de su crucifixión horrorosa... Ipsi vero consideraverunt et conspexerunt me.

4º En la cumbre del monte santo, a pesar de tanta gente, reina pro

fundo silencio; el sol como que vaya retirando los rayos de su luz y reconcentrándolos; desusados extremecimientos, sordos crujidos, comienzan a percibirse en las entrañas de la tierra... ¡Ay! es que, todo el mundo está en expectación a la vista de tan horrible y sangrienta tragedia, la agonía de un Hombre Dios… 

5º ¿Qué extraño, mis amados hermanos, que, siendo tal la excelencia y dignidad de la Víctima, se perciban semejantes fenómenos? No sea, os ruego, amados fieles, nuestros corazones más insensibles que los astros que, a vista de tan horrible atentado cual el que acaban de perpetrar los hombres, se eclipsan; no sean más duros que las piedras que se rompen, que los sepulcros que se abren, que los que resucitan.

6º Si hubiese entre los que me escuchan alguien que no se aflija, algún corazón que no sienta, un ojo que no derrame lágrimas, al considerar tan horroroso espectáculo, salga, suplico, de este templo, salga, porque, ni con los seres irracionales e insensibles merece ser contado; quédense, en buena hora, los que llenos de fe, vienen dispuestos en este santo ejercicio de "las tres horas", a sentir, a llorar, a morir con aquel que muere por todos.

7º Al calvario, hermanos, al calvario, que allí nos aguarda Jesús para darnos, antes de su muerte, las últimas lecciones de vida. Al calvario que, allí también nos espera María la Madre de Jesús, transida de dolor, y qué dolor; dolor tan inmenso, que, si se repartiera, dice el gran Bernardino de Sena, en los corazones de todas cuantas madres ha habido y habrá, bastara para acabar con su vida.

Subamos a ese monte santo, monte de las calaveras, monte de la mirra, monte del cual van a manar ríos caudalosos de gracia que fecundarán la tierra. Sí, subamos, y, postrados a los pies de ese Divino Maestro, nuestro Salvador, digámosle con Samuel: habladnos, Señor, desde esa cátedra de la cruz, que, vuestros siervos todos escuchan: "loquere, Domine, quia audit servus tuus".