miércoles, 30 de enero de 2013

Mateo y la higuera sin fruto (2)




Francisco Pino define a Mateo, el hijo de Alfeo (y nos define a cada uno/a de nosotros), como un distraído. A veces melancólico y “añorante de no sabías qué”, siempre dejando escapar la ocasión de responder a sus desganas y preguntas.

Así como el rabbí de Juan conoció a Natanael “debajo de la higuera” (Jn 1,48), nuestro poeta se fija en otra higuera del paisaje mateano, como una parábola en acción: “De mañana, cuando caminaba a la ciudad, (Jesús) sintió hambre, al ver una higuera junto al camino, se acercó, pero no encontró más que hojas” (Mt 21,18-19).  

 “¿Cómo te habrías de olvidar, Mateo, 
del caso de la higuera en tu Evangelio, 
tú, que sentiste al Manso-Hambriento-Hermoso 
acercarse hasta ti, para pedirte 
el fruto que ignorabas poseer, 
la razón de tu ser?”

Mateo es “el distraído” y Jesús “el Hambriento”. Hambrea nuestros frutos dulces, y nosotros ocupados con la savia que nos corre por el tronco, (“llena de ansia de abril, casi granate la corteza”)… “Todo el árbol, a esperar la primavera, se entregaba tranquilo”… “con un trazo de fría indiferencia”.

La higuera pregunta: “¿Quién eres tú que tanto te asemejas 
a mí? Madera seca en forma de hombre”.

El mismo Judas Iscariote, que se colgó de un árbol, responde con pena, cuando ya no hay remedio: 
“¡Ay!, como tú madera seca. ¡Seca 
madera como tú!”

“¿Qué pedías, Jesús, con aquel hambre
al nacer de la aurora? ¿Qué pedías 
sino lo que desea aquél que sabe             
que va a ofrecerse entero al hambre de otros, 
que va a volverse por amor manjar? 
¿Es todo el orbe acaso algo distinto 
a una respuesta hermosa de Tu hambre?... 
¡Ay del que estéril 
a tu deseo permanece, del 
que el hambre 
tuya, que es caridad, no satisfaga!”

“Cuando sintamos hambre; 
en el amanecer; allá en la noche; 
alarguemos la mano; 
comamos de Mateo, 
del árbol de Mateo; 
en cualquier estación con fruto vivo… 
En esta noche; en este amanecer; 
cuando nos acostamos; 
cuando nos levantamos; me levanto 
con esa hambre; ésa 
que, en nuestro aburrimiento, 
no deseamos; no deseo nunca 
satisfacer. Un hambre”.

La vocación es satisfacer el hambre de Jesús y de la gente, dejarse comer y convertirse en alimento. Tener una fe firme, capaz de mover montañas.“Venid, mirad: La fe tiene en sus ramas siempre un fruto". 

Oración pidiendo fe: "¡Llénanos de ella en este siglo, Cristo! 
Llénanos de ella en el templo que quede a cada uno, 
oh Mansohambrientohermoso, oh Cristo”.

lunes, 28 de enero de 2013

MATEO, la vocación de él y la nuestra (1)



(El viernes pasado, entre las “novedades” de la biblioteca pública, me llamaron la atención unos libros de Francisco Pino (Valladolid, 1910 -2002), un autor que no había oído mencionar, y, además,  de versos que no es lo que más acostumbro a leer. Mario Hernández lo define  como «poeta que ha asumido con voluntaria decisión las contradicciones históricas que marcan a los miembros de la llamada generación del 36, haciéndose él mismo depositario conflictivo de unas herencias y de su repudio o superación por una vía irónica o experimental».- Seguramente me tocó una cierta familiaridad con J. L. Martín Descalzo (otro Pájaro Solitario de la meseta castellana) y porque hablaba de amigos comunes muy personalizados: Mateo, Marcos y José el carpintero… Les confieso que he pasado un buen fin de semana con Pino y mi amigo Mateo. Hoy selecciono algunos versos que recrean, con ojos nuevos, su vocación de primer discípulo. Se los dedico a quienes también han sentido en la nuca la mirada de Jesús de Nazaret o, más protocolario, a los alumnos y alumnas que han seguido mis clases en algún curso de los Sinópticos)

“Pasando Jesús de allí, vio a un hombre sentado al telonio de nombre Mateo y le dijo: Sígueme” (Mt 9,9)

¿Cómo te impresionó tanto, Mateo, 
el hambre de Jesús en aquel alba 
de Betania, al llegar 
donde había una higuera…? 
¿Qué de anotar venías con cuidado 
meticuloso pero sin deseo 
cuando el Desconocido 
sus ojos clavó en ti? 
¿Acaso el precio de unos bueyes, de unas 
orzas de aceite, de unos cuantos rollos 
de caoba o de cedro? ¿Qué, Leví,
cuando el Desconocido te miró?...

Dejaste de anotar y le miraste. 

¡Qué bien, en tal instante, comprendiste 
que, en realidad, no deseaste nunca 
ni levantar más fuentes en tus patios 
ni tu cuerpo adornar con nuevas túnicas! 
Dejaste de anotar y le miraste. 
Aquel Desconocido 
se convirtió en lo más 
conocido de ti… 

Y viste cómo, todas 
tus distracciones, tus desganas, tus 
preguntas, convergían en Sus ojos. 
Sus mansísimos ojos fascinantes… 

¡Cómo te separó 
y cuánto del telonio 
la azul solicitud de Su mirada!... 
Cavadores Sus ojos te miraba 
aún. Tú, los sentías 
como azadas celestes, más pesadas 
que el hierro y más ligeras que la brisa, 
sobre tu corazón. 
El hijo, tú, de Alfeo, el distraído.

Voz que en tu oído se posó, ¿de dónde? 
¿De quién?, ¿de qué hermosura?, ¿de qué aura?, 
¿con qué grato contacto de sedoso 
tejido te envolvía?... 
¡Sobre lo hermoso la voz suya! 
Tú la oíste, la viste y la sentiste 
como quien oye, ve y siente un misterio. 
Y aquella voz tan sólo dijo: -Sígueme.

Fotos: Vocación de Mateo de Niccolo Tornioli y El hombre alado, símbolo del primer evangelista, de una vidriera ánglica.

lunes, 21 de enero de 2013

Creo en el Espíritu Santo (3) en el Año de la Fe




 " La venida de Jesucristo quedó señalada con agua y sangre; no solo con agua, sino con agua y sangre. El Espíritu mismo es testigo de esto, y el Espíritu es la verdad.  Tres son los testigos: el Espíritu, el agua y la sangre; y los tres concuerdan.  El que tiene al Hijo de Dios tiene también la vida, pero el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida" (1Jn 2,18-27; 5,4-8.12)



1         Estamos en los últimos tiempos
Un año más que se acaba, podemos decir que ha habido gente preocupada por el fin del mundo (el cambio climático, las pretendidas profecías del calendario maya, la crisis mundial con el hundimiento del sistema capitalista, los recortes, la subida de impuestos, el paro, los desahucios como nunca antes, la persecución de nuestra cultura minoritaria…)


     Juan nos advierte que ésta es “la última hora, la hora definitiva”, y que tenemos que velar/vigilar porque han surgido muchos anticristos. Son falsos maestros que abandonan la Iglesia de Jesús para confundirnos con enseñanzas falsas. “No eran de los nuestros… Si hubieran sido de los nuestros, hubieran permanecido con nosotros”. Toca aquí un tema importante: “Sólo el que aguante/persevere/se mantenga hasta el fin se salvará” Mt 24,13. Nos duele que familiares y amigos abandonen la Iglesia… “¿a ti qué? tú sígueme” Jn 21,22. Fue la respuesta de Jesús a un Pedro preocupado por el destino de su amigo Juan. Cada uno lleva su camino y su responsabilidad. Vosotros, “manete in dilectione mea… permaneced en mi amor”.

      Nosotros hemos recibido la unción/el sello/el soplo del Espíritu que nos ayudará a discernir el camino verdadero. “¿Quién es el mentiroso? Quien niega que Jesús es el Cristo, el Enviado de Dios. Quien niega al Hijo no acepta al Padre, y (viceversa, porque son inseparables) quien confiesa al Hijo, acepta al Padre”. Permaneced fieles a lo que oísteis, a lo que os enseñaron desde el principio, desde pequeños, hasta el final.   


Los tres que dan testimonio
¿Y cómo sabremos si el Cristo que nos predican es el verdadero Jesús, Hijo del Hombre, Hijo de Dios? «El que vino con agua y sangre fue él, Jesús, el Mesías (no vino sólo con el agua y la sangre), y el que lo atestigua es el Espíritu, porque el Espíritu es la verdad. Por tanto, los que dan testimonio son tres: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres apuntan a lo mismo» (I Jn 5, 6-8).

En la cumbre de su evangelio, Jn 19 da testimonio de que vio brotar sangre y agua del costado traspasado de Jesús. La comunidad confirma que “su testimonio es verdadero”. Para la naciente Iglesia, que se reunía todos los domingos a celebrar la eucaristía en memoria de la resurrección del Señor, la sangre era el símbolo de la inmolación y muerte de Jesús.  Asimismo para la misma Iglesia, que bautizaba derramando agua: ésta significaba la vida.  

Esto se ajusta a la exégesis de san Agustín: «Aquella sangre fue derramada para la remisión de los pecados; aquella agua templa el cáliz de la salvación; el agua sirve para lavar y para beber» (Trat. Sobre Ev. Jn. 120,2). «Nadie entra en la Iglesia si no es por el sacramento de la remisión de los pecados; éste, sin embargo, brota del costado de Cristo» (Contra Faustum, 12, 16-17)… “No con agua sola, sino con agua y sangre».  Los verdaderos cristianos se reconocen pecadores, confiesan sus pecados, se sienten redimidos por Cristo, tienen sed de su Palabra, son impulsados por su Espíritu.

«Los que dan testimonio son tres: el Espíritu, el agua y la sangre». Tres realidades enlazadas; tres dones que bajan de arriba, del Padre; tres criterios para discernir  la pureza de nuestra fe.  Porque el agua, la sangre y el Espíritu no se refieren únicamente al pasado, sino al presente también.  

 Hay cristianos que aceptan bautizarse con agua como los discípulos de Juan Bautista (se declaran cristianos católicos, inscritos en la institución de la Iglesia), pero no saben que haya Espíritu (les molesta el dinamismo del cambio que trajo el Concilio, la formación que los mantiene siempre en camino, la formación permanente de los cristianos que se sienten discípulos, o sea, aprendiendo en la escuela de Cristo). Otros aceptan el Espíritu (se declaran carismáticos y espirituales) pero sólo en el corazón; no se identifican con la Iglesia, ni se preocupan de los pobres, su fe puede quedarse en espiritualista e individualista. También hay que aceptar la sangre (la de Cristo, en primer lugar, que nos redime por su gracia y no por nuestros méritos; la vida celebrada en la eucaristía dominical donde comemos el cuerpo y sangre de Cristo; y también nuestra sangre, entregada en el compromiso de dar la vida en la familia, la lucha por la justicia en la sociedad…).

Año Nuevo, Año dedicado a la Fe. Renovemos nuestra fe en Dios Padre, en Jesucristo su Hijo y nuestro Señor, en el Espíritu que nos une en la Iglesia y nos vivifica.

lunes, 14 de enero de 2013

CREO EN JESUCRISTO, EL HIJO DE DIOS, en el Año de la Fe (2)


Lc 2,21-35 “Mira, este niño será signo de contradicción… y a ti una espada te atravesará el corazón”



Los padres de Jesús suben a la capital para presentar su niño al Padre y al mundo como el Siervo anunciado por Isaías: “Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”. Veamos, en este Año de la Fe, cómo reaccionan dos ancianos piadosos: Simeón y Ana; cómo cumple María, su madre, la profecía; cómo es que Jesucristo fue signo de contradicción y qué significa para nosotros creer en Jesucristo, el Hijo de Dios y Salvador nuestro.

Hoy nos podemos identificar con dos personas de la tercera edad que juegan un papel importante en esta escena evangélica: Simeón, “hombre honrado y piadoso, que esperaba la liberación de Israel y se guiaba por el Espíritu Santo”. Hace más de 40 años leí a un autor que observaba que Lc no dice que Simeón fuera anciano y que a él le gustaba imaginarlo joven. Cada uno se lo imagine como quiera. Pero un hombre preocupado por no morirse antes de haber visto al Mesías del Señor, parece un hombre maduro en años y en dolores. También es verdad que Simeón tenía un espíritu joven puesto que mantuvo la esperanza, y supo interpretar aquel “signo de los tiempos” con el mejor espíritu profético, reconoció en un niño al Salvador, y en una joven pareja campesina el cumplimiento de las promesas. Habló con espíritu crítico del juicio de Dios y del signo apocalíptico: Este niño entra para juzgar, ante él todo el mundo tiene que definirse. Será una “bandera discutida”, “signo de contradicción” para que sean descubiertas las aspiraciones más profundas de los corazones (cf. Lc. 2,21-35).

El otro personaje es Ana, hija de Fanuel, y de ésta sí que dice que era de edad avanzada, casada 7 años con su marido en la juventud, y luego viuda de 84 años. “No se apartaba del templo, sirviendo día y noche con oraciones y ayunos”. Y Lc la alaba llamándola “profetisa”, no una vieja beatica, sino crítica ante la situación del pueblo y comprometida “con cuantos esperaban la liberación de Jerusalén”. Qué lindas estas dos figuras para los que ya somos avanzados en años y nos cuesta situarnos en el pueblo de Dios.

Pero pasemos al otro personaje que conocemos bien: María, la del cuarto misterio de gozo, la Dolorosa de las 7 espadas clavadas en el corazón, que personifica a Israel y a todos los creyentes. “Y dijo a María, su madre: ‘Mientras que a ti una espada te traspasará el corazón’”.- La espada de la duda: ¿Y cómo será esto si mi hijo es el Hijo del Altísimo? María adivina una maternidad “oscura y dolorosa’. Una peregrinación en la fe “con una particular fatiga del corazón” (cf. Redemptoris Mater 16 y 33).- La espada del escándalo en la cruz: ‘Jesús en el Gólgota, a través de la Cruz ha confirmado definitivamente ser el “signo de la contradicción” predicho por Simeón (RM 18).- La espada de su clara definición por el Reino: “¡Dichosa tú que has creído!” (Lc. 1,45). Hay que aceptar plenamente la Palabra de Dios, “que es viva y enérgica, más cortante que una espada de dos filos, penetra hasta la unión de alma y espíritu, de órganos y médula, juzga sentimientos y  pensamientos” (Heb. 4,12). Por medio de la fe María se convertía así, en. cierto sentido, en la primera discípula de su Hijo, la primera a la cual parecía decir: Sígueme antes aún de dirigir esa llamada a los apóstoles o a cualquier otra persona”.- “La Escritura no nos da noticia de una aparición de Jesús resucitado a su madre… Ella había aprendido a recorrer su itinerario de fe pascual ya desde el día en que Simeón le había preanunciado el destino doliente de su Hijo. Desde el “tercer día” del encuentro en el templo, hasta el “tercer día” de la resurrección, la Virgen iba cumpliendo su pascua” Por eso ella es Señora del sábado, y desde el siglo X el sábado le está destinado  (A. Serra).

Pongamos, finalmente, “los ojos fijos en Jesucristo”. ¿Cómo era su corazón, “la persona en su totalidad, el centro de la personalidad y su dinámica corporal y espiritual” (N. Strotmann)”. ¿Qué fue lo que le movió a actuar, a predicar, a dar la vida? ¿Qué fue lo que le hizo “bandera discutida” y “signo de contradicción”? No tenemos parámetro humano para medirlo. “Al Hijo lo conoce sólo el Padre y al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar” (Mt. 11,27). Jesús actuó de tal manera porque así es el Corazón del Padre... Es lo que respondió a los que llamó “niños malcriados que juegan en la plaza”. La sabiduría de Dios no necesita justificaciones, se justifica por sus obras. ¡Así es Dios! (cf. Mt. 11, 16-19). Su Dios es siempre mayor, porque su realidad es amor. Pero, al mismo tiempo y escandalosamente, Dios es siempre menor, porque se esconde en los pequeños. Predicó que lo absoluto del amor de Dios se da en el amor al hombre. Se abajó hasta hacerse hombre, uno del pueblo, anonadado como un esclavo… para que los hombres pudieran ser elevados a la dignidad de hijos de Dios.

---/ Preguntémonos en este Año de la Fe qué significa para nosotros creer en Jesucristo. Si nos gusta el estilo de Jesús de Nazaret que no es como el del mundo.

Si estamos animados por la pasión de Dios. “En el doble sentido del término pasión: en primer lugar, en el sentido de búsqueda de lo que se ama, de lo que atrae, como el mercader busca bellas perlas. Y además, en el sentido de sufrir, de hacer esfuerzos, de querer renunciar a su egocentrismo para ir al encuentro del otro y permitirle venir hacia si. No hay comunicación sin cruz, lo mismo que no hay amor sin sufrimiento, ya que no podría haber verdadero diálogo sin un corazón traspasado, abierto al otro”.

¿Estamos comprometidos a trabajar por la causa del Reino del Padre, como Jesús? ¿Qué hacemos por nuestra comunidad cristiana, qué aportamos por la causa de la evangelización, qué solidaridad tenemos con los pobres, qué lucha por la justicia?


sábado, 12 de enero de 2013

CREO EN DIOS PADRE (1)




(Me han invitado a celebrar tres eucaristías de fin de año con motivo del Año de la Fe y haciendo las homilías sobre los tres primeros artículos del Credo)

Lc 2,41-52  “¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?” Estoy precisamente donde está mi puesto, con el Padre, en su  casa.

“Él no está en el templo por rebelión a sus padres, sino justamente como quien obedece, con la misma obediencia que lo llevará a la cruz y a la resurrección… “Ellos no comprendieron lo que quería decir”, y “su madre conservaba todo esto en su corazón” (Lc 2,50-51)… Las palabras de Jesús son siempre más grandes que nuestra razón… María no se presenta sólo como la gran creyente, sino como la imagen de la Iglesia, que acoge la palabra en su corazón y la transmite” (J. Ratzinger, InfJesús, 129-130).

En este Año de la Fe hagamos como María y meditemos en la relación que tiene Jesús y que tenemos nosotros con el PADRE.
Jesús, como todos los niños judíos, aprendió a recitar por la mañana y por la tarde, cubriéndose los ojos con la mano derecha para concentrarse mejor, el Shemá Israel:


“ESCUCHA ISRAEL, ADONAI, NUESTRO DIOS, ADONAI ES ÚNICO.
(SHEMÁ ISRAEL,  ADONAI ELOÉINU,  ADONAI  EJAD)

(En voz baja) Bendito sea Su glorioso nombre hasta la eternidad.
(Baruj Shem Kevod Maljutó Leolam Vaed).
AMA A TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, CON TODO TU SER,

Y CON TODAS TUS FUERZAS.
LAS LEYES QUE TE PRESCRIBO HOY LAS GRABARÁS EN TU CORAZÓN.

LAS EXPLICARÁS A TUS HIJOS, MEDITARÁS EN ELLAS EN TODA OCASIÓN,                                                                             AL AMANECER Y AL ANOCHECER.
ÁTALAS POR SIGNO SOBRE TUS BRAZOS. PONLAS POR SEÑALES SOBRE                                                                                     TU FRENTE.
Y LAS ESCRIBIRÁS EN LAS ENTRADAS DE TU CASA Y DE TUS CIUDADES”.

En la sinagoga aprendió a leer sobre la Biblia, a entender lo que era la fe estudiando la historia de Abraham y Sara, como Dios había liberado a su pueblo de la esclavitud de Egipto y le había dado la Ley para hacer alianza con él, como era un Dios único, creador del cielo y de la tierra, a alabarlo con la plegaria de los salmos, a esperar la llegada del Mesías
Pero en el seno de su familia (la Sagrada Familia de Nazaret), con María y José, Jesús tuvo una experiencia particular de Dios: Aprendió a llamarlo Padre. Y no sólo Adonai (Señor), o Yavé (El que viene a salvar, palabra que no pronunció nunca por respeto), ni Yavé Sebaot (Señor de los Ejércitos), ni sólo Padre de la patria, sino “mi Padre”, o mejor dicho: “mi Abbá”, que significa “mi papá querido”. En su familia Jesús entró en ese “Misterio de ternura”, que es la persona del Padre. En castellano “Papi” puede resultarnos un poco cursi; en mallorquín suena con gran respeto y ternura “munparet”.  
Fue una experiencia muy personal de Jesús, a partir de su bautismo, cuando escuchó una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo querido” (Mc 1,11). Experiencia que transmitía en su acción liberadora cuando curaba enfermos o sacaba malos espíritus: “Sed compasivos como es compasivo vuestro Padre” (Lc 6,36). “Vayan a aprender lo que significa: misericordia quiero y no sacrificio” (Mt 9,13). “Jesús los miró indignado, aunque entristecido y les peguntó: ¿Qué está permitido en sábado? ¿Qué es lo que creen que le gusta al Padre que hagamos en su día: Salvar una vida o dar muerte?” (Mc 3,4). O cuando les decía que “habrá más fiesta en el cielo por un pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse” (Lc 15,7). Cuando les contaba la parábola del hijo pródigo, que debería llamarse “la parábola del padre pródigo en misericordia”, y les revelaba cómo es el corazón del Padre y como le estaba íntimamente unido: “Quien me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14,9).   O cuando preguntaba en otra parábola: “¿O es que te molesta que yo sea bueno?” (Mt 20,15).
Un trato íntimo y especial que cultivaba en la oración que hacía a solas, cuando se retiraba por las noches o en las madrugadas (1,35). O cuando oraba en público; “Te alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porque ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se la diste a conocer a la gente sencilla” (Lc 10,21).
Una confianza y una fidelidad que no perdió ni siquiera en los momentos más duros: En Getsemaní, “Padre, si quieres, aparta de mí esta copa, este mal trago, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22,42). “Ahora mi espíritu está agitado, y ¿qué voy a decir? ¿Que mi Padre mi libre de este trance? No; Padre, da gloria a tu Nombre” (Jn 12, 27-28). En el Gólgota, gritó con voz potente: “Eloí eloí lema sabacktani: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” y tampoco lo entendieron, pensaron que llamaba a Elías (Mc 15,33). En el último minuto cuando se dicen las palabras decisivas: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). “Jesús gritó con voz fuerte: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46).
Un gozo que quiso compartir con sus discípulos, en su pascua de resurrección: A María Magdalena: ”Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre, a vuestro Padre, a mi Dios, que es vuestro Dios” (Jn 17).  “En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones y yo voy a prepararles un lugar” (Jn 14,2).
---/ En este Año de la Fe, preguntémonos sinceramente
¿Es éste el Dios en quien creemos?
¿Tenemos experiencia espiritual de un Dios que nos conoce por nuestro nombre y nos dice siempre: Tú eres mi hijo/a amado… tú me agradas… En ti he puesto mis complacencias?
¿Hemos sabido transmitir a nuestros hijos y nietos la imagen de un Dios Padre y Madre, siempre acogedor y perdonador?
¿Les hemos comunicado que en la casa de Dios y en nuestra casa siempre tendrán una puerta abierta? ¿Qué hacemos para que comprendan que la fe en Dios y la unidad familiar son el regalo más grande que les podemos dejar en herencia?
Renovemos la primera formulación de nuestro Credo: CREO EN DIOS PADRE con el Slm 70 A ti, Señor, me acojo / nunca quede defraudado. / Tú eres mi esperanza, Señor mío, / y mi confianza, Señor, desde mi juventud. / No me rechaces ahora en la vejez, / no me abandones, cuando decaen mis fuerzas. / Me instruiste, Dios mío, desde mi juventud / Ahora, en la vejez y en las canas, / no me abandones, Dios mío.

miércoles, 2 de enero de 2013

LOS PROFETAS de M. Avilés Blonda (6)


6. EL PROFETA DESCONOCIDO, QUE ES EL PUEBLO

El libro de Avilés termina con dos bellos poemas, que no me resisto a reproducir íntegramente:



6. 1 Texto
Qué gran peso al respirar

"Qué gran peso al respirar tiene esta Dispersión.
No hay templo y se quedan vacíos de aire
los pechos, las espaldas, pero qué bueno...
queda la Presencia dentro del corazón.

Y eso es un hermoso Cambio
y da la posibilidad de un Templo Verdadero".

El profeta desconocido

"Tal vez lapidado en el sur
o en cualquier punto de la tierra
como un Esteban anterior
al grano de mostaza,
a la uva y el pan,
al agua del costado...

Duro aire en la noche,
voz entre piedras,
voz entre metales y colores,
voz de flor,
voz de hoja clara y agua verde,
voz de mañana y de montaña,
Tú el que no se menciona
en ningún sitio
porque eres el pobre Pueblo,
el puro Pueblo.

Sin nombre como Yo".


6. 2 Comentario final

Voy a seguir básicamente el comentario de María del Carmen Prodoscimi, que me parece perfecto. "Los dos últimos poemas anuncian el mensaje del poeta... Vemos que a diferencia de otros poetas que han estructurado su obra sobre una única y constante preocupación religiosa o en versículos que intentan reflejar los tradicionales, Avilés sostiene una doble vertiente: la preocupación - a veces simple nominación que evidencia al creyente- religiosa como uno de sus trasfondos culturales unidos a los clásico, y la preocupación de índole social. Creemos que ambas líneas confluyen hacia el final de Los profetas. En "Qué gran peso al respirar tiene esta Dispersión" se opone la presencia interior que anuncia el cambio, como apunta el símbolo múltiple en la mayúscula: `Y eso es un hermoso cambio / y da la posibilidad de un Templo Verdadero´.

El poema debe ser leído junto al breve pero refulgente poema final... No en vano Avilés menciona el Sur, bien denotado en su poesía por el abandono, para adelantar el cierre. Ubica entonces al profeta en su circunstancia, elevándolo hacia lo universal en la corriente religiosa que cada palabra alude... Cada elemento que entronca con las notaciones de los profetas anteriores y sitúa al profeta desconocido... El no mencionado, el pobre y puro Pueblo con el que se identifica el poeta "sin nombre como Yo" es el anunciador del Cambio del poema anterior y de tantas composiciones precedentes" (132-133).
Qué optimismo ante la crisis post-conciliar de la Iglesia, no puedo dejar de pensar. La Diáspora producida, la Dispersión disgregante, la falta de aire, la deserción de tantos y tantas, la escasez de vocaciones proféticas, la vuelta atrás para guarecernos bajo techo a buen recaudo...
Probablemente Avilés no piensa en esta óptica, pero qué profético. Qué bueno, qué evangélico suena. Queda la Presencia de la Shekiná y la Libertad interior, queda el Espacio conquistado... Y eso es un hermoso Cambio (dejémoslo así, en lo sugerente de la mayúscula), al eco de las palabras de Jesús de Nazaret junto al pozo samaritano Jn 4, 24. Queda nuestra pequeña voz -"un gemido pequeño"- contra las piedras, el ejército de metales, contra el cambiar de lunas y de dunas.
Este Cambio lo produce el Pueblo profético de que hablan Joel y Pedro en Pentecostés. El Pueblo anónimo del sur marginado y reivindicado, o de cualquier parte, no importa. El Pueblo del que formamos parte también nosotros y nosotras, lectores anónimos y  porta-voces.

Pintura: Ozama de Cl. Ledesma