miércoles, 30 de enero de 2013

Mateo y la higuera sin fruto (2)




Francisco Pino define a Mateo, el hijo de Alfeo (y nos define a cada uno/a de nosotros), como un distraído. A veces melancólico y “añorante de no sabías qué”, siempre dejando escapar la ocasión de responder a sus desganas y preguntas.

Así como el rabbí de Juan conoció a Natanael “debajo de la higuera” (Jn 1,48), nuestro poeta se fija en otra higuera del paisaje mateano, como una parábola en acción: “De mañana, cuando caminaba a la ciudad, (Jesús) sintió hambre, al ver una higuera junto al camino, se acercó, pero no encontró más que hojas” (Mt 21,18-19).  

 “¿Cómo te habrías de olvidar, Mateo, 
del caso de la higuera en tu Evangelio, 
tú, que sentiste al Manso-Hambriento-Hermoso 
acercarse hasta ti, para pedirte 
el fruto que ignorabas poseer, 
la razón de tu ser?”

Mateo es “el distraído” y Jesús “el Hambriento”. Hambrea nuestros frutos dulces, y nosotros ocupados con la savia que nos corre por el tronco, (“llena de ansia de abril, casi granate la corteza”)… “Todo el árbol, a esperar la primavera, se entregaba tranquilo”… “con un trazo de fría indiferencia”.

La higuera pregunta: “¿Quién eres tú que tanto te asemejas 
a mí? Madera seca en forma de hombre”.

El mismo Judas Iscariote, que se colgó de un árbol, responde con pena, cuando ya no hay remedio: 
“¡Ay!, como tú madera seca. ¡Seca 
madera como tú!”

“¿Qué pedías, Jesús, con aquel hambre
al nacer de la aurora? ¿Qué pedías 
sino lo que desea aquél que sabe             
que va a ofrecerse entero al hambre de otros, 
que va a volverse por amor manjar? 
¿Es todo el orbe acaso algo distinto 
a una respuesta hermosa de Tu hambre?... 
¡Ay del que estéril 
a tu deseo permanece, del 
que el hambre 
tuya, que es caridad, no satisfaga!”

“Cuando sintamos hambre; 
en el amanecer; allá en la noche; 
alarguemos la mano; 
comamos de Mateo, 
del árbol de Mateo; 
en cualquier estación con fruto vivo… 
En esta noche; en este amanecer; 
cuando nos acostamos; 
cuando nos levantamos; me levanto 
con esa hambre; ésa 
que, en nuestro aburrimiento, 
no deseamos; no deseo nunca 
satisfacer. Un hambre”.

La vocación es satisfacer el hambre de Jesús y de la gente, dejarse comer y convertirse en alimento. Tener una fe firme, capaz de mover montañas.“Venid, mirad: La fe tiene en sus ramas siempre un fruto". 

Oración pidiendo fe: "¡Llénanos de ella en este siglo, Cristo! 
Llénanos de ella en el templo que quede a cada uno, 
oh Mansohambrientohermoso, oh Cristo”.

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