sábado, 30 de abril de 2011

¡Cristo vive y se aparece con las heridas! (II Domingo de Pascua desde Santo Domingo)




“Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos”.

El miedo que no nos deja, como si no hubiéramos pasado todavía de la Semana del dolor a la Semana de gloria. Los miedos personales, los familiares, los nacionales, los que podríamos controlar y los que nos desbordan. Recién llegado a Santiago de los Caballeros, Jaime Vinicio quiso llevarme a ver la ciudad iluminada de noche. Recorrimos las calles del Sol, de san Luis, de la Restauración… Serían las 11 pm, pero me quedé sobrecogido ante el espectáculo de las calles desiertas, sin un alma, sin un haitiano que regresara tardío, sin una bullita. El miedo que tranca las puertas y los portones; “esto es un fenómeno mundial”, comentan, por los atracos, los asaltos, la inseguridad ciudadana.

Y en esto entra Jesús, nos enseña las manos y el costado. “Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”. Tinto, el viejo patriarca de la comunidad, ciego y rendido en una silla de ruedas, llevaba días, lavado, peinado y bien vestido esperando que el P. Jaime llegara “esta noche”… Se me vinieron a la mente las parábolas de la vigilancia escatológica. Nuestro desconcierto al escuchar que Él nos dice: “Trae tu mano y métela en mi costado”, tus heridas en mis heridas. ¡Caramba!, uno esperaba otra cosa, que desaparecieran las llagas… Llega con las heridas de siempre pero transfiguradas, en señal de resurrección.


Me sorprende que en la eucaristía de esta noche celebremos las bodas inminentes de Penélope, con toda la ilusión del primer día del Génesis, cuando toda el universo se adornaba “como una novia para su esposo”. Ellos deciden que Jesús (la piedra desechada por los que se creen arquitectos), siga siendo la piedra angular de esta familia.

Me encanta que mis amigos Juan Pablo y Ana, en el miedo de la crisis violenta e interminable de años sin trabajo (como sólo él sabe), hayan tenido la valentía de ir a por la parejita… y esperan ilusionados el nacimiento de su hija para el día de hoy. Porque cuando “empujaban y empujaban para derribarme, el Señor me ayudó”.

Me conmueve que mi hijo y hermano Isaías Mata, con sus 27 años, se adelante mañana ante el altar de la parroquia de los Sagrados Corazones de Fantino porque escuchó la pregunta del Señor de los ejércitos: “¿A quién enviaré?” Y él, a pesar del miedo, responda: “Envíame a mí”, ordéname para el sacerdocio y la misión.

Entiendo lo que significa que la familia de José Durán haya querido reunirse también en esta eucaristía, en un nuevo aniversario del fallecimiento de su padre, que sigue vivo “por una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera”.

Refuerza mi fe que, a pesar del miedo, haya hermanos y hermanas como ustedes: “constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones”

Un teólogo que admiro mucho, Víctor Codina, se pregunta: “¿Por qué no se suicidan los pobres, sino que luchan por la vida, se casan, tienen hijos, esperan un mañana mejor, compran flores y celebran fiestas? La respuesta es profunda y sencilla al mismo tiempo: el Señor que les revela los misterios del Reino suscita en ellos una gran esperanza, sienten que Diosito siempre les acompaña”.

Esto es lo que refuerza nuestra esperanza y nos mantiene en comunión, aunque vivamos separados por casi 5000 kms: ¿Jesucristo vive, ha resucitado! No hemos visto a Jesucristo, pero lo amamos; no lo vemos, pero creemos en él. “Demos gracias al Señor porque ha sido bueno con nosotros”.

miércoles, 20 de abril de 2011

PASCUA: Con tres heridas viene

Les confieso que durante muchos años ésta fue mi canción preferida del Viernes Santo. Después de la lectura de la Pasión, la Plegaria universal y los Improperios. Después de la comunión, vestido con ornamentos rojos y la iglesia en penumbra, me gustaba hacer una pausa y pedirle a Javier que cantara Las tres heridas de Miguel Hernández, musicalizada por Serrat:

“Llegó con tres heridas:/ la del amor,/ la de la muerte, /la de la vida.

Con tres heridas viene:/ la de la vida/, la del amor,/ la de la muerte.

Con tres heridas yo:/ la de la vida,/ la de la muerte,/ la del amor”.

A Javier a veces le cogía desprevenido y murmuraba: “hace tiempo que no canto esta canción”, hasta podía embrollarse con el orden de las estrofas… Pero siempre acababa proclamando todas las heridas, las nuestras, las mías, las de Cristo.

La de la vida: Con sus penas y sus alegrías, más grandes con el decurso del tiempo o más infectadas, pero también llevadas más serenamente. Las históricas, las familiares, las estrictamente personales, las vergonzantes… Las extraodinarias y las cotidianas.

La del amor: Las que proceden de la fuente de las relaciones, que a veces se convierten en Aguas Amargas como las fuentes de Meribá. El difícil equilibrio entre la libertad personal y la salida a pecho descubierto, el espacio reservado que nos permite ser nosotros mismos y el miedo a la soledad, la tensión entre separación y comunicación, el darse que supone vaciamiento, la soledad en compañía, la relación que pretende llegar a la comunión de los distintos, los celos, las incomprensiones, el difícil diálogo, las rupturas…

La de la muerte: La nuestra que se acerca con los años a paso de limitaciones y enfermedades, pero sobre todo la muerte de seres queridos que llenaban un espacio importante de nuestra biografía y la muerte de tantos inocentes sin explicación. “En las condiciones que definen a la posmodernidad quedan tan solo dos formas de vida plenamente humanas: en la esperanza de la creencia religiosa y en la desesperación lúcida” (Ignacio Sotelo). Y los que nos situamos en una fe con dudas y desesperanzas, no nos libramos de preguntas apremiantes: “Ante tantos expoliados injustamente, ante tanto inocente sacrificado o muerto, ante el Crucificado, esa pregunta suena así de cruda y sin matices: ¿Tiene futuro el Crucificado?; ¿lo tienen esos ajusticiados, esos muertos inocentes, la gente a quien amo, yo mismo? ¿Lo tienen o no?” (J.A. García).

Las otras heridas: Después de las tres básicas, las otras que provienen de “los laberintos diabólicos de la muerte” de que hablaba J. Moltmann: pobreza, violencia, extrañamiento racial y cultural, destrucción industrial de la naturaleza, absurdo y abandono de Dios.

En este blog titulado precisamente “las heridas del corazón”, me parece oportuna esta reflexión siempre que llega Semana Santa, provocado –además, este año- por la lectura de la revista Sal Terrae (marzo 2011).

Como dice también M. Hernández: “Ay de quien no está herido,/ de quien jamás se siente herido por la vida,/ ni en la vida reposa herido alegremente”. Parece que le faltara su ración alícuota de humanidad.

Gracias por el don de la fe, que nos invita a reconocer al Crucificado en el Resucitado. Se nos aparece Viviente, cuando estamos con todas las puertas cerradas, y nos muestra las manos y el costado, con las heridas de su pasión ahora luminosas (cfr. Jn 20, 20). “¿Por qué tuvo que cubrir su cuerpo de llagas? ¿Por solidaridad y adhesión a nuestra causa? ¿Y qué aporta un Dios vulnerable a un ser humano que lo que quiere, precisamente, es una salida para tantas heridas y tanto mal?” (Mª. D. López Guzmán).

Posiblemente sea el hombro donde apoyar nuestra fe porque “Él cargó con nuestros dolores y con sus cicatrices nos hemos sanado” (Isaías 53, 5). El perdón de nuestros pecados y de nuestros complejos de culpa: “Él sana los corazones destrozados y venda sus heridas” (Salm 147,3). La compasión profunda, la solidaridad hasta el extremo, la experiencia de que “no hay amor más grande…”, la convicción de que sólo el amor resucita para siempre…

Este año tendré el privilegio de vivir la Pascua en América Latina, con su permanente llaga abierta. Ya sé desde ahora que me aportará dolor y compasión, frustración ante la incapacidad de curar tantos dolores. Pero también consuelo, resistencia, valentía para las heridas propias. Espero que seo un don del Espíritu. ¡Que tengan todos y todas una buena Pascua!

miércoles, 13 de abril de 2011

EVANGELIO JOVEN: Semana Santa


La Cruz de los Negros

(Este domingo, con los ramos en las manos, empezamos Semana Santa. No voy a comentar toda la pasión, que la lea cada uno/a lo más concentrados que podamos. Me voy a conformar con traerles unos versos de un poeta haitiano Felix Morisseau Leroy (Jacmel, 1912), que escribe en créole. Nos recuerda quién ha llevado siempre las cargas pesadas: los negros, los pobres, los traspasados. Nos avisa a quienes seguimos a Jesús de Nazaret, que nos darán un silbo, un chasquido de dedos: Eh tú, negro!... Eh, tú, cirinea, ven p'acá a arrimar el hombro!)

Así ocurrió
Jesucristo tenía que morir
Pese a todo tenía que morir
Aun cuando Pilato dijera que no
Caifás insistía tanto
Que se llegó a condenar al Hombre
Tenía días sin comer
Y estaba tan débil
Que al subir al Monte de los Olivos
Con dos maderos al hombro
Iba de tumbo en tumbo
Pilato lo miraba con compasión
Y también los soldados romanos miraban
Fue entonces que por ahí pasó un hombre
Simón Cireneo
Un negro fuerte, como Paul Robeson, pasó por ahí
Miró aquello como sólo los negros saben mirar
Pilato sintió lo que el negro tenía en su corazón
Y a los soldados hizo una señal
Todos se echaron sobre Simón
Y con fuerza lo apalearon
Luego le dijeron: toma la cruz y cárgala
Simón tomó la cruz
La tomó de la mano del blanco
Se echó a correr con ella
Se echó a cantar
Se echó a bailar
Bailó cantó
Se fue corriendo hacia arriba
Dejando atrás a todos
Regresó cantó bailó
Hizo girar la cruz sobre su cabeza
La echó al aire
La atrapó
La cruz quedó bailando sola en el aire
La gente gritó milagro
Y cuando cayó la cruz
Simón la tomó
Bailó mucho con ella
Antes de devolverla a Jesús
Desde entonces
Cuando es muy pesada una cruz
Cuando algo pesa demasiado
para las fuerzas de un blanco
Llaman a un negro para que cargue
Después bailamos cantamos
tocamos el tambor
tocamos el bambú
Nuestra espalda es muy ancha
Cargamos la cruz, cargamos el fusil,
cargamos el cañón
ayudamos al blanco
cargamos los crímenes
cargamos los pecados
cargamos por todos.

¡Que tengan buena Semana Santa!

jueves, 7 de abril de 2011

EVANGELIO JOVEN: La Danza de la Permanencia (Vº Cuaresma)


LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO Jn 11,1-45

(El evangelio de este domingo nos presenta a Lázaro. ¿Quién es Lázaro? Un amigo querido de Jesús, hermano de Marta y María. Su casa de Betania era algo más que una familia de acogida, era una veradedera Iglesia doméstica: Marta servía, María escuchaba la Palabra, la casa olía a nardo… ¿y cuál era el oficio de Lázaro? Participar del destino de Jesús, anunciando su muerte y resurrección. Debido al revuelo que se movió con la resurrección del amigo, los sumos sacerdotes decidieron que Jesús debía morir (Jn 11, 46-53); y quisieron matar a Lázaro también porque muchos creían a causa de él (Jn 12, 10). Sobre el posterior destino de Lázaro, sólo hay elucubraciones: San Epifanio dice que según la tradición, Lázaro tenía 30 años cuando resucitó de la muerte. Después vivió otros treinta años. Las visiones de Catherine Emmerich coinciden en señalar que huyó, junto con sus hermanas, de las primeras persecuciones de cristianos en Palestina hacia Gaul (Marsella). Según una tradición griega, Lázaro murió en Chipre; según la tradición provenzal, murió mártir en Marsella después de haber predicado mucho. Lo que importa es que fue resucitado por Jesús. Muchos literatos han fantaseado sobre este tema imaginando que Lázaro se resistía a resucitar, después de haber probado el beso de la muerte. ¿Quién es Lázaro? En este Vº Domingo de Cuaresma, Lázaro somos tú y yo, que escuchamos la llamada de Cristo, pero nos cuesta levantarnos del sueño. Invitados a salir de la tumba, dejando las vendas que nos envuelven. Llamados a dar testimonio de él con nuestra resurrección.

Acabamos hoy este taller de la hermana Mª. Carmen Ferrero para aprender a danzar con Jesús, con la danza de la permanencia, a pesar de los tiempos difíciles)

LA DANZA DE LA PERMANENCIA

En este proceso de aprendizaje, vamos a danzar con “notas” distintas. En esta partitura musical abundan los “silencios” y los “sostenidos” que nos invitan a PERMANECER en el Centro.

Un permanecer, que no es sinónimo de pasividad y quietud, sino invitación a DESPERTAR: “No está muerto… está dormido”

En la sabiduría oriental, existe un diálogo entre un discípulo y un maestro:

-¿Hay algo que yo pueda hacer, para llegar a saber? -Tan poco como lo que puedes hacer para amanezca por las mañanas. -¿Entonces para qué sirve estar aquí? -Para estar seguro de que estarás despierto cuando el sol comience a salir

Esta es la “permanencia” a la que nos invita la Danza: A permanecer para estar seguras que no estaremos dormidas para percibir la LUZ de la Presencia que nos HABITA permanentemente. PERMANECER:

Ante lo que aparentemente es “muerte” y oscuridad: “Permanecer en mí y yo en vosotros… Quien permanece en mí y yo en él dará mucho fruto” (Jn15,4-5)

Permaneced desde la “nota” que nos habla de silencio y silencio sostenido por Aquel que es: La Palabra de la Vida.

Permanecer para poder “ajustar” nuestros tiempos a los suyos y, acoger la sorpresa de su Presencia que acompasa nuestro tiempo al suyo a través de nuestro “DESPERTAR personal hacia la Unidad con el Origen” ( Willigis Jäger).

La danza de la PERMANENCIA nos va conduciendo gratuitamente al “movimiento” de quitar la losa que nos hace vivir como muertos encerrados en sus tumbas.

Desde la Danza, acogemos en nuestra Identidad más profunda las palabras de Jesús: “Ven fuera… sal a la vida”, porque yo, tu Dios, “danzo para ti como en día de fiesta” (Sof 3,17)

“Si haces caso a mi danza, ve a ti mismo en mí”(Hechos apócrifos de Juan)

Una Danza que nos habla de Vida, de quitar losas de muerte y salir fuera, donde la VIDA, en sus múltiples formas, nos ofrece la Presencia sin forma de Dios, como sinfonía que resuena AQUÍ Y AHORA (W. Jäger)

PERMANECER… Aunque en nuestro corazón broten “voces” que suenan a: “Si hubieras estado aquí…” Y acoger la PRESENCIA/AUSENCIA de Quien sostiene nuestra vida y, nos abre a la CONFIANZA PLENA de Aquel que es la Resurrección y la Vida. Sólo desde Él, podemos vivirnos como mujeres RESUCITADAS.

En el último domingo de Cuaresma, somos invitadas a DANZAR desde la experiencia profunda de saber permanecer en Él…

Desde Él, entramos en la vida de Dios y nos dejamos llenar por la sensación de VIDA que Él nos regala… Y DESCANSAMOS confiadamente en el AMOR que se hace DANZA por cada una de nosotras.

Bueno, al final del “cursillo”, igual ya hemos aprendido algunos pasos para danzar en lo cotidiano y convertir nuestra vida en Danza compartida: Bien “agarraditas” al Bailarín, seguro que nos vivimos como:

PASO DE LA DANZA DE DIOS…

CONDUCIDAS POR EL BAILARÍN…

HASTA LLEGAR A SER:

MÚSICA, DANZA Y BAILARÍN