jueves, 23 de febrero de 2012

I CUARESMA: Se acerca el Reino de Dios ( Mc 1, 12-15)




(Nos serviremos del libro de C. Bravo, Galilea Año 30 para comentar el evangelio.Mc empieza diciendo que cuando Jesús fue bautizado en el Jordán, se oyó una Voz del cielo: ‹‹Tú eres mi amado hijo, a quien quiero; estoy satisfecho de ti››  1,11).

SE RETIRÓ AL DESIERTO: “Si alguien te dijera ‹‹tú eres mi hijo››, de pronto te sentirías ligado a él por la vida y de por vida; responsable de su nombre, de sus asuntos. A Jesús eso le pasó: que Dios le dijera ‹‹tú eres mi hijo querido›› lo hizo ver todo de manera radicalmente nueva. Y obedeció a un impulso interior de alejarse, de quedarse solo, de irse al desierto; tenía que tomar en serio esa revelación, darle tiempo de que se asentara, y darse tiempo para concretar cuál debía ser su respuesta a eso que le había descubierto el Espíritu de Dios.

FUE TENTADO POR SATANÁS: Jesús fue el primero que comenzó a llamar Papá a Dios, como nadie se había atrevido a hacerlo... ¿Por qué los maestros no hablaban de Papá Dios y, en cambio, ponían a los hombres delante de un Dios lejano, inaccesible, al que más bien había que tratar con mucho cuidado, con temor reverencial -y algo más que reverencial-?.
Así comenzó para él una etapa prolongada de profundo discernimiento sobre lo que le tocaría hacer. ¿Qué quería Dios de él?... se le ocurrió también si no sería mejor relacionarse con los que sí sabían de Dios; ser discípulo de los fariseos, o de los esenios... La tentación de buscar tener más poder mediante relaciones con otros, de establecer alianzas, en último término, fue una tentación real para él. Mas con la claridad del Espíritu de Dios que lo animaba descubrió que allí había algo que era del mal espíritu. Pronto comprendió que era imposible. Porque o se ajustaba a lo que ellos pensaban o no podría hacer nada. Por eso descartó también esa tentación: porque tendría que doblar las rodillas, lo cual en realidad, sería tanto como renunciar a la experiencia que había tenido; tendría que hablar de otro Dios, no de Papá-Dios.
Pero ¿cómo convencer a su gente de que Dios le había dicho que era el Papá de todos y que quería la reunificación de Israel no para dominar a las naciones sino para ser centro y factor de hermandad ahora que Papá-Dios viniera a reinar?. Alguna acción espectacular, una señal que viniera del cielo, tal vez predicar desde la punta del Templo, o lanzarse desde allí y que Dios lo protegiera, qué sé yo... Pero ¿por qué pretender sobrepasar lo humano? Dios no está en lo espectacular, en lo extraordinario, sino en la flor que brota, en el niño que nace, en el pueblo que se libera.

VIVÍA ENTRE FIERAS, PERO LOS ÁNGELES LE SERVÍAN
Mucho tiempo le llevó a Jesús ese discernimiento. ¿Cuántos días? No se sabe; decir que fueron cuarenta es lo mismo que decir que fue un tiempo largo de discernimiento, de tentación; como los cuarenta días de Moisés en el Sinaí, o los de Elías en el Horeb; o como los cuarenta años de Israel en el desierto.

A lo largo de ese tiempo Jesús poco a poco, trabajosamente, fue deslindando una posibilidad de otra, definiendo tareas, compromisos a asumir. No un plan prefijado de antemano, ni menos un plan que le hubiera dado Papá-Dios con todo detalle. Más bien… la experiencia de que Papá-Dios tenía que ver con esta tierra, con esta historia, y que estaba a punto de llegar a ella para transformar la situación de los hombres, si colaboraban con él. Para eso trabajaría: para rescatar la armonía del hombre con la naturaleza, con los animales, con el cielo, con los ángeles, con Dios: porque el Reinado de Papá-Dios en eso consistiría: en una nueva creación, en la que existiera la paz de las relaciones justas y nacidas del amor.

“SE HA CUMPLIDO EL TIEMPO Y ESTÁ CERCA EL REINO DE DIOS”
 Fue algo así como una conversión, que llevó a dejar su vida privada para entregarse de por vida a los demás. Por lo que le quedaba de vida... Todo su mensaje y su obra podía resumirse en una frase: Ya se venció el plazo que tenía el mal para dominar; y Papá-Dios está a punto de llegar para reinar; abran los ojos, acepten este notición de que Dios ofrece mejores posibilidades para el futuro, y cambien su corazón, sus valores, sus actitudes, sus relaciones, para que puedan aceptar esa oferta de Dios.
 Ya en esto había un cambio fuerte tanto respecto del Bautista como respecto de los maestros de la Ley, de los Fariseos, de los Sacerdotes. La liberación que Dios venía a hacer ya no era cosa del futuro, sino del presente. Su mensaje era: ‘Hoy’. Iba más allá que los profetas antiguos, que remitían al futuro. Para Jesús, Papá-Dios era alguien del presente.
 Pero no era una excusa para una pasividad exaltada, que espera que Dios lo haga todo. Exigía un cambio en el hombre, en el pobre: que crea que hay alternativa; que Dios mismo es la alternativa; y que por esa fe rompa la inercia del pesimismo que le lleva a soportar la injusticia y el Anti-reino como algo fatal e inmutable.

Preguntas para profundizar: 1. ¿Somos conscientes de que también nosotros hemos “recibido un espíritu de hijos adoptivos  que nos permite llamar a Dios Abba, Padre?”). O ¿tenemos un espíritu de esclavos, que nos hace caer en el temor? (Rm 8,15).
2. Se puede ver el video de J. Caravias “Las tentaciones de Jesús y las de nosotros” (youtube) y comentar después cuáles son las tentaciones que más nos molestan.
 3. ¿Podemos decir que también nosotros “vivimos entre fieras, pero los ángeles nos sirven”? Cuáles son las alimañas que nos atormentan y en qué sentimos que Dios nos alimenta y acompaña.
4. El Evangelio de Jesús ¿es para nosotros una Buena Noticia de liberación?

viernes, 17 de febrero de 2012

¿Que no pagaríamos por rescatar nuestra vida pasada? (Mc 8, 34-9,1)

Los sacerdotes de nuestra demarcación (archiprestazgo) nos reunimos cada segundo viernes de mes. La antigua ermita de santa Llucia divisa una amplia panorámica sobre el pueblo de Mancor de la Vall, donde nació el abuelo Jaume del cual llevo el nombre y que no pude conocer. Conocerlo a él, abrazado a mi abuela Catalina, es una de las primeras cuentas pendientes que me pienso cobrar para sentirme verdaderamente en la Gloria. La otra será conocer al beato Simón Reynés, también de Mancor, lejano pariente, cuya casa paterna es la última que cruzo para llegar aquí, a la salida del pueblo y ante la entrada del campo santo.

Hoy hemos empezado la oración leyendo unos párrafos de la carta pastoral que el arzobispo de Oviedo Jesús Sanz Montes, ofm, ha dedicado a la muerte de la famosa cantante Whitney Houston:

“La belleza de su voz tan llena de fuerza y de talento, bien encajada en su hermosura encantada, hubiera asegurado una vida no sólo premiada, sino serena y gozosa, con todo cuanto se podría en principio tener para vivir dichosamente la existencia. Quien fuera una de las más importantes cantantes de gospel y de música pop y soul durante varias décadas, de pronto ha enmudecido su voz para siempre y ha quebrado su cuerpo hundido en un naufragio de bañera.

Vienen a la memoria otros casos de personajes que por mil razones han malogrado su vida, no como desesperado desenlace de tenerlo todo al revés y cuesta arriba, sino como fruto de no saber dar con lo que permite ver las cosas y vivirlas de un modo agradecido, gratuito, de no haber encontrado lo que no cabe en una cuenta bancaria, en un éxito de popularidad, en unos dones naturales de excepción.

Las fotografías que han circulado en estos días sobre Whitney Houston contrastan entre la sonrisa glamourosa de alguien aparentemente feliz y afortunada, con el rictus de dolor, de desvarío, de carcoma, que los desamores, los infortunios, el alcohol y las drogas terminaron por dibujar fatalmente.

La cantante Houston se preguntaba en una canción ¿cómo podría conocer? (How Will I Know), y esto es lo que a tientas ha ido buscando de tumbo en tumbo. Pero hay Alguien más grande que nuestras torpezas o extravíos que nos conoce y que sale a nuestro encuentro. Es el Amor más grande de todos (Greatest Love Of All), como ella también cantó. Ella corrió hacia Él (Run to You) a pesar de sus notas fallidas. Su concierto eterno ha comenzado. Descanse en paz.”

Luego confrontamos esta evocación con las palabras del evangelio de hoy: “¿De qué le vale al hombre ganar todo el mundo si pierde su vida? ¿Qué no pagaría el hombre por rescatar su vida y vivirla de otra manera? El que quiera salvar su vida, la perderá; quien la pierda por mí y por la Buena Noticia, la salvará. El que quiera seguirme, cargue con su cruz y me siga”.

¿Qué significan estas palabras? Hay exegetas que afirman que Marcos lo entiende de la cruz de Jesús: Los cristianos han de perder el miedo al rechazo y a la persecución y seguir a Jesús hasta el final, dispuestos a morir crucificados como un esclavo.

Otros prefieren la adaptación que hizo Lucas a nuestra cruz: Definámonos ante Jesús como piedra de toque y signo de contradicción. Son verdaderos discípulos los que siguen a Jesús, como el cirineo, cargando con su cruz cada día ((Lc 2,34-35 y 9,23).

El teólogo Jon Sobrino lo traducirá al mundo de hoy: Somos cristianos cuando no nos cerramos en nosotros mismos y nos situamos junto a los crucificados de la historia para bajarlos de su cruz.

Preguntas para profundizar: ¿Qué reacción te ha provocado la muerte de Whitney Houston? ¿Cómo entiende Jesús los conceptos ganar/perder? ¿Cómo entiendes tú la recomendación de cargar la cruz?

Ojalá no nos avergoncemos del maestro ni de sus palabras.

jueves, 9 de febrero de 2012

Dejar que el sufrimiento ajeno nos toque el corazón (Domingo VIº B: Mc 11,40-45)


Palabras mayores (l, 40-45)

Les propongo que leamos el pasaje de la curación del leproso con ayuda de Carlos Bravo sj, GALILEA AÑO 30, que pueden encontrar en
http://servicioskoinonia.org/biblioteca/bibliodatos1.html

Una vez que andaban por el rumbo de Cafarnaum se toparon con un leproso. Ante aquel hombre, el último de los últimos, se puso a prueba su opción por los pobres y marginados. Los leprosos, además de su enfermedad, tenían que soportar el rechazo de una sociedad que consideraba su enfermedad como causa de contaminación y maldición para el pueblo, de separación de Dios; y, peor aún, la terrible seguridad: ‹‹Dios mismo me rechaza››. Podía decirse, sin temor a exagerar, que un leproso era un hombre muerto en vida; un hombre sin Dios y sin pueblo.

Aquel leproso se atrevió a acercársele y a dirigirle la palabra, expresando en su súplica al mismo tiempo su angustia, su necesidad, su fe y su respeto: ‹‹Si tú quisieras, podrías purificarme››. Se veía no sólo como enfermo sino, tal como le habían enseñado a verse, como impuro y fuente de impureza. Ser impuro significaba estar separado de Dios, incapaz de estar en su presencia, merecedor y causa de maldición y muerte para el pueblo y para quien tratara con él; su mera presencia era fuente de contaminación.

Jesús sintió que le crecía por dentro el coraje ante la injusticia que se hacía a aquel pobre hombre a quien se dejaba solo con su dolor y a quien se marginaba injustamente; porque lo que realmente mancha al hombre no es lo de fuera, sino precisamente la injusticia, el desamor. Y además, marginándolo en nombre de Dios eran injustos contra el Padre, a quien achacaban aquel rechazo.

Jesús midió las consecuencias. E hizo algo que le nació del fondo de las entrañas: para mostrarle que Dios no lo rechazaba, sino que era el Padre cercano al dolor, capaz de dar vida, se acercó al leproso, lo tocó y le dijo: ‹‹Quiero, queda purificado››.

¡Claro que Jesús sabía que lo que estaba haciendo iba contra la Ley! ¡Claro que sabía que lo iban a malinterpretar!. Tocar un leproso era quedar él mismo impuro y convertirse en fuente de contaminación y maldición para el pueblo. Pero ¿de qué otra manera podría mostrarle que Dios no era lo que había dicho? ¿de qué otra manera convencerlo de que el Reino había llegado y era para él precisamente?. Para un hombre condenado a no recibir jamás ninguna caricia ese gesto corporal de salvación era necesario. Y para Jesús el hombre siempre estará por encima de la Ley.

Lo que Jesús había hecho eran ya palabras mayores. Aquel hombre sobrevivía aguardando la piadosa muerte que lo liberara de la muerte física, social y religiosa de su enfermedad, y el Nazareno lo había rescatado de toda esa situación de muerte. Era como resucitar a un muerto. Pero la manera como lo hizo... ¿qué costo tendría aquella acción para Jesús?

El vio claro que había que poner medios para protegerse de las consecuencias negativas que se le vendrían si se supiera lo que había hecho. Y muy en serio, profundamente emocionado por lo que había pasado, lo despidió advirtiéndole muy seriamente: ‹‹Cuídate mucho de no decirle a nadie nada de esto que sucedió; pero ve a mostrarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que prescribió Moisés, como testimonio contra ellos››.

Según la Ley, los sacerdotes eran los que debían dar testimonio de que alguien había sanado la lepra. Eso lo necesitaba el leproso para poder reincorporarse a la sociedad. Pero Jesús le descubría un nuevo sentido a ese acto: era un testimonio contra los sacerdotes, que lo habían marginado injustamente de la sociedad y de la presencia de Dios y que, impotentes para darle vida, sólo podían atestiguar la acción de Dios en favor de aquel hombre. Aquella acción era una denuncia contra la actitud excluyente e injusta de los hombres del culto.

Pero ¿cómo iba a cumplir aquel hombre con ese mandato?. ¿Cómo callar lo que le había sucedido?. En cuanto llegó empezó a proclamarlo una y otra vez, con lujo de detalles, y a divulgar el hecho. Y la consecuencia fue que Jesús ya no podía entrar abiertamente en la ciudad.

Se habían cambiado los papeles: el que había sido leproso ahora entraba a la ciudad; Jesús, en cambio, debía quedarse en las afueras, en el lugar de los leprosos. El que daba la vida debía quedarse en el lugar de la muerte; el enviado de Dios era visto como incapaz de estar en su presencia; era el impuro Jesús, identificado con la suerte de los leprosos.

Mas la gente sabe entender dónde está la vida y dónde no. El no podía entrar abiertamente en las ciudades, y tenía que quedarse fuera, en lugares desiertos, pero de todas partes venían a él. El desierto se convertía en lugar de vida. La vida no estaba en el centro sino en los márgenes. Donde el marginado Jesús, el que ha decidido mancharse las manos con el dolor del hombre.


Preguntas para reflexionar:
1. ¿Conoces tú algunos casos de gente marginada como este leproso, condenada a no recibir caricias de nadie?
2. ¿Cómo reacciona tu Iglesia ante estos traspasados y crucificados? No sólo los sacerdotes, sino los miembros de tu comunidad cristiana. ¿Cómo dejamos que se “nos conmuevan las entrañas”, que estos casos nos toquen el corazón?
3. ¿Tienes algún caso en que lo que deberías hacer se convierte en “palabras mayores”, trae consecuencias importantes?
¿Cómo lo intentas solucionar?

jueves, 2 de febrero de 2012

EVANGELIO JOVEN: La curación de la suegra de Simón (Domingo Vº B: Mc 1,29-31)


El Evangelio de hoy termina con este resumen: “Jesús marchó predicando en las sinagogas por toda Galilea y expulsando demonios”.

Marcos, el evangelista que vamos a leer este año, presenta la actividad de Jesús como un dramático enfrentamiento con el maligno (llamado Demonio, Belzebú y Satanás). Es curioso que, por una parte, parece que le hayamos perdido el miedo al demonio, pero, por otra, las novelas y películas juveniles están llenas de posesiones diabólicas, de vampiros nocturnos, de invasiones de extraterrestres o de monstruos y fantasmas. Es muy importante que nos pongamos claros: ¿A quién queremos servir: Al señor Jesús o al señor Satanás?
 
El domingo pasado Mc nos contaba el primer milagro de Jesús en la sinagoga, lugar de culto, poniéndonos sobre aviso: la religión por sí sola no salva, puede estar manipulada. En el de hoy, Jesús cura una mujer “presa de la fiebre maligna”. Propongo que sigamos el comentario de M. Navarro Puerto, una mercedaria biblista y sicóloga, para ponernos en situación y apreciar los aportes de una lectura feminista: Marcos (EVD. Estella, 2006, ps.77-80)

¿La suegra en casa del yerno?
Resulta normal a lectores/as de hoy que una suegra se encuentre en casa del yerno. Pero para lectores/as del s.I debía llamar la atención. La suegra de Simón es la madre de su mujer. De Simón apenas si daba información el narrador: que es un obrero del sector pesquero del mar de Galilea y trabajaba con un hermano suyo llamado Andrés. Deja las redes y se va con Jesús. Ahora se amplía la información, pues dice que tiene una casa y una suegra. Si se tira del hilo surgen nuevas preguntas. ¿Es casado o viudo, como
afirman tradiciones antiguas? La mujer no aparece, como tampoco posibles hijos o hijas. Podría ser incluso un divorciado.

En Israel cuando un hijo se casaba la madre se quedaba normalmente en la casa propia (la casa del marido, si el hijo se queda en la casa del padre) o pasaba a vivir a la casa del hijo en caso de viudedad. Pero si la mujer no tiene hijos, sino sólo hijas, ni tampoco un marido por ser viuda o divorciada, era probable que se trasladara a vivir con la hija y el yerno. Esta situación en la sociedad israelita del s. I suponía humillación y sufrimiento para la mujer. En el hogar de la hija, la suegra del marido era la última. En la casa, como todavía puede verse en sociedades musulmanas, mandan las mujeres cuando no están los varones y entre ellas rige una jerarquía muy severa. Las que tienen la desgracia de llegar las últimas son las más humilladas y explotadas.

Una fiebre peligrosa
La suegra de Simón aparece en la escena como una mujer que sufre en la casa de su hija (viva o muerta)... ¿Se encontraba explotada o humillada? ¿Ocupaba el último lugar y su cuerpo protestaba ante la necesidad de dignidad? Nunca tendremos la certeza, pero las preguntas son legítimas. La fiebre con postración (como las convulsiones y gritos del poseso de la sinagoga) es una protesta y una muda llamada de auxilio ante la propia situación. Las enfermedades en ese contexto se percibían globalmente en sus diferentes niveles, el somático-biológico, el psicosocial y el religioso. Es una estrategia de comunicación a la desesperada cuando no se ven otras salidas a las opresiones y sufrimientos propios, un mecanismo global de defensa y petición de ayuda que, en el caso de las mujeres, se ha transmitido de generación en generación. Se conocen algunas causas de la fiebre según la mentalidad de la época: la fiebre por enfermedad, causada por los astros, debida a un castigo divino y por la obra de un demonio.

El relato que nos ocupa no dice que sea una enfermedad, sino que la mujer está en la cama con fiebre. De esta manera no se define por ninguna de las posibles causas y,  al dejar abierto el relato, el lector/a ha de hacer el esfuerzo de relacionar la escena con lo anterior y con lo posterior a ella. El resultado, ofrecido a la percepción inmediata del lector, es una mujer postrada. Quizás no puede o no quiere vivir. No tiene palabra. Son otras las personas que hablan de ella a Jesús. Pero ¿por qué precisamente ahora? Es probable que atribuyan la fiebre de la mujer a la posesión de un demonio y soliciten de Jesús su liberación. Parece coherente, puesto que además de la expresión la dejó la fiebre, después de esta escena se sigue hablando de la actividad exorcista de Jesús.

La mujer, por tanto, está como poseída por el síntoma. Se ha negado o le han negado movimiento (autonomía) y palabra (autoridad). No se conoce la causa de su protesta, pero se pueden hacer preguntas. ¿Tendrá algo que ver que su yerno se haya marchado con Jesús? ¿Será el primer signo de conflicto en la familia ante la llamada de Jesús y la respuesta de los llamados? ¿Será que ella también desearía ser llamada? ¿O que se ha quedado sola y no puede con la carga de la familia? ¿O que no haya familia y se haya quedado totalmente sola y ya no encuentre estímulo para seguir viviendo?

Las preguntas son pertinentes en el contexto de la escena y en el más general del evangelio. Son situaciones posibles y probables. En el contexto inmediato la mujer se encuentra dentro de la población de riesgo ante el peligro de posesión. En referencia al relato total del evangelio surgen otras preguntas: ¿cómo es que esta mujer, siendo alguien tan localizado y concreto, no merece del narrador un nombre propio? Es nombrada por su relación familiar con Simón, es decir, en cuanto suegra. Posiblemente las acciones de la escena quieran transmitir un mensaje no sólo sobre esta mujer concreta, sino también sobre la relación familiar. Así, la escena apunta en la dirección de uno de los problemas que tendrá que afrontar Jesús y que se encuentra transversalmente en el relato evangélico, tanto en la primera como en la segunda parte.

El favor de Jesús
Cuando hablan de ella a Jesús, pensando tal vez en lo sucedido al poseso de la sinagoga, ¿es por el interés de su trabajo en la casa y la familia?, ¿porque la quieren y están preocupados por ella? Tampoco se puede saber. El dato nos indica que la mujer ni siquiera puede (¿quiere?) pedir ayuda y son los demás quienes se ocupan de hacerlo.

De las preguntas que decidamos responder dependerá el sentido que demos a las acciones de Jesús. Si él la cura para que todo siga igual y la mujer continúe trabajando para los demás (siendo "la esclava" de todos)... Jesús no le habría hecho un gran favor..., al menos desde nuestro punto de vista hoy. Jesús hubiera utilizado su
poder en contra de los intereses de un sector tan oprimido como el de las mujeres en el interior de la familia patriarcal. En su primera lectura, el lector/a no puede darse cuenta del todo, pero a partir de la segunda, observará que es la primera vez que encuentra la expresión levantar y agarrar de la mano en relación con las mujeres, repetida en otras ocasiones en relación con ellas. Al final de la lectura, además, descubrirá el sentido del verbo servir (diakonéó) en el contexto de levantarse o ser levantado... de la muerte. Entonces podrá comprobar que las acciones de Jesús tienen unos efectos transformadores sobre el ambiente (casa, familia, personas, relaciones, género...) sin posible vuelta atrás. El lector no debe olvidar que es la segunda vez que aparece el verbo servir. La primera tenía por sujetos a los ángeles que le servían al final de su tiempo en el desierto. Pero no debemos adelantar acontecimientos.

En la primera lectura hay datos que dan que pensar. La mujer, poseída por la fiebre, no manifiesta su protesta como el hombre de la sinagoga. Jesús tampoco la cura de la misma manera que al poseso. Éste, con palabra de la que servirse, es liberado por Jesús mediante su palabra de exorcista. La expresión verbal del poseso manifiesta una disfunción de su dinamismo y un problema de identidad. La mujer no tiene lenguaje verbal sino sólo corporal, somático, para comunicar su padecimiento. Este lenguaje somático se manifiesta en el cese del dinamismo, pues se encuentra postrada. Más aún: su problema apunta, en un sentido diferente al poseso, a su misma identidad. Jesús utiliza su cuerpo, el contacto de su mano con la suya, para liberarla. La respuesta de la mujer se expresa, a su vez, en una actitud corporal: les sirve. En la escena todo es un puro gesto. Agarrarla de la mano para levantarla implica devolverle su capacidad dinámica de acción.

La narración, como salta a la vista, no está planteada sobre el esquema convencional del exorcismo, sino como un relato de curación, con todos los elementos típicos de las curaciones en la literatura contemporánea de la época: el diagnóstico de la enfermedad, alguien que solicita la curación, la acción terapéutica y el efecto sobre la persona enferma. Pero el contexto da profundidad y novedad a la aparente simplicidad del esquema y establece relaciones con el fondo más que con la forma del exorcismo. Jesús, con su capacidad para percibir a los espíritus malignos, descubre en esta mujer un demonio menos explícito pero tan dañino o más que el espíritu impuro del hombre en la sinagoga... La suegra de Simón es, con toda probabilidad, vista desde la Pascua, una de las primeras seguidoras de Jesús.

Contexto para un servicio
La situación inicial de la mujer, inmovilidad y dificultad vital, se transforma en una manera servicial (diaconal) de vivir, gracias a la acción de Jesús sobre ella... Pero qué significa servir en el contexto de la proclamación del Reinado de Dios no se conoce todavía...  (Mc 1,13 lo relaciona con el servicio de los ángeles después de las tentaciones en el desierto). El servicio está tratado como algo que sobreviene después de una lucha que acaba en victoria.

Por estas razones el lector puede sospechar que estamos ante un primer intento desfamiliarizador en relación con la identidad de las mujeres, el marco privado de la casa, la familia patriarcal y la naturaleza supuestamente femenina del servicio.

Preguntas para profundizar: ¿Qué relación vemos entre el poseído de la sinagoga y la suegra víctima de la fiebre? ¿Estamos de acuerdo en nuestro seguimiento de Jesús nos convida a luchar contra el maligno que domina el mundo?
La suegra de Simón Pedro ¿es discípula o sirvienta? En la casa de la Iglesia ¿cómo son tratadas las mujeres? ¿Nuestra familia sigue siendo patriarcal o se fomenta la igualdad?
¿Cómo entendemos eso de que la liberación del maligno (la curación de la fiebre) se muestra en el servicio a Jesús y a sus discípulos?