El Evangelio de hoy termina con este resumen: “Jesús marchó predicando en las sinagogas por toda Galilea y expulsando demonios”.
Marcos, el evangelista que vamos a leer este año, presenta la actividad de Jesús como un dramático enfrentamiento con el maligno (llamado Demonio, Belzebú y Satanás). Es curioso que, por una parte, parece que le hayamos perdido el miedo al demonio, pero, por otra, las novelas y películas juveniles están llenas de posesiones diabólicas, de vampiros nocturnos, de invasiones de extraterrestres o de monstruos y fantasmas. Es muy importante que nos pongamos claros: ¿A quién queremos servir: Al señor Jesús o al señor Satanás?
El domingo pasado Mc nos contaba el primer milagro de Jesús en la sinagoga, lugar de culto, poniéndonos sobre aviso: la religión por sí sola no salva, puede estar manipulada. En el de hoy, Jesús cura una mujer “presa de la fiebre maligna”. Propongo que sigamos el comentario de M. Navarro Puerto, una mercedaria biblista y sicóloga, para ponernos en situación y apreciar los aportes de una lectura feminista: Marcos (EVD. Estella, 2006, ps.77-80)
“¿La suegra en casa del yerno?
Resulta normal a lectores/as de hoy que una suegra se encuentre en casa del yerno. Pero para lectores/as del s.I debía llamar la atención. La suegra de Simón es la madre de su mujer. De Simón apenas si daba información el narrador: que es un obrero del sector pesquero del mar de Galilea y trabajaba con un hermano suyo llamado Andrés. Deja las redes y se va con Jesús. Ahora se amplía la información, pues dice que tiene una casa y una suegra. Si se tira del hilo surgen nuevas preguntas. ¿Es casado o viudo, como
afirman tradiciones antiguas? La mujer no aparece, como tampoco posibles hijos o hijas. Podría ser incluso un divorciado.
“¿La suegra en casa del yerno?
Resulta normal a lectores/as de hoy que una suegra se encuentre en casa del yerno. Pero para lectores/as del s.I debía llamar la atención. La suegra de Simón es la madre de su mujer. De Simón apenas si daba información el narrador: que es un obrero del sector pesquero del mar de Galilea y trabajaba con un hermano suyo llamado Andrés. Deja las redes y se va con Jesús. Ahora se amplía la información, pues dice que tiene una casa y una suegra. Si se tira del hilo surgen nuevas preguntas. ¿Es casado o viudo, como
afirman tradiciones antiguas? La mujer no aparece, como tampoco posibles hijos o hijas. Podría ser incluso un divorciado.
En Israel cuando un hijo se casaba la madre se quedaba normalmente en la casa propia (la casa del marido, si el hijo se queda en la casa del padre) o pasaba a vivir a la casa del hijo en caso de viudedad. Pero si la mujer no tiene hijos, sino sólo hijas, ni tampoco un marido por ser viuda o divorciada, era probable que se trasladara a vivir con la hija y el yerno. Esta situación en la sociedad israelita del s. I suponía humillación y sufrimiento para la mujer. En el hogar de la hija, la suegra del marido era la última. En la casa, como todavía puede verse en sociedades musulmanas, mandan las mujeres cuando no están los varones y entre ellas rige una jerarquía muy severa. Las que tienen la desgracia de llegar las últimas son las más humilladas y explotadas.
Una fiebre peligrosa
La suegra de Simón aparece en la escena como una mujer que sufre en la casa de su hija (viva o muerta)... ¿Se encontraba explotada o humillada? ¿Ocupaba el último lugar y su cuerpo protestaba ante la necesidad de dignidad? Nunca tendremos la certeza, pero las preguntas son legítimas. La fiebre con postración (como las convulsiones y gritos del poseso de la sinagoga) es una protesta y una muda llamada de auxilio ante la propia situación. Las enfermedades en ese contexto se percibían globalmente en sus diferentes niveles, el somático-biológico, el psicosocial y el religioso. Es una estrategia de comunicación a la desesperada cuando no se ven otras salidas a las opresiones y sufrimientos propios, un mecanismo global de defensa y petición de ayuda que, en el caso de las mujeres, se ha transmitido de generación en generación. Se conocen algunas causas de la fiebre según la mentalidad de la época: la fiebre por enfermedad, causada por los astros, debida a un castigo divino y por la obra de un demonio.
El relato que nos ocupa no dice que sea una enfermedad, sino que la mujer está en la cama con fiebre. De esta manera no se define por ninguna de las posibles causas y, al dejar abierto el relato, el lector/a ha de hacer el esfuerzo de relacionar la escena con lo anterior y con lo posterior a ella. El resultado, ofrecido a la percepción inmediata del lector, es una mujer postrada. Quizás no puede o no quiere vivir. No tiene palabra. Son otras las personas que hablan de ella a Jesús. Pero ¿por qué precisamente ahora? Es probable que atribuyan la fiebre de la mujer a la posesión de un demonio y soliciten de Jesús su liberación. Parece coherente, puesto que además de la expresión la dejó la fiebre, después de esta escena se sigue hablando de la actividad exorcista de Jesús.
La mujer, por tanto, está como poseída por el síntoma. Se ha negado o le han negado movimiento (autonomía) y palabra (autoridad). No se conoce la causa de su protesta, pero se pueden hacer preguntas. ¿Tendrá algo que ver que su yerno se haya marchado con Jesús? ¿Será el primer signo de conflicto en la familia ante la llamada de Jesús y la respuesta de los llamados? ¿Será que ella también desearía ser llamada? ¿O que se ha quedado sola y no puede con la carga de la familia? ¿O que no haya familia y se haya quedado totalmente sola y ya no encuentre estímulo para seguir viviendo?
Las preguntas son pertinentes en el contexto de la escena y en el más general del evangelio. Son situaciones posibles y probables. En el contexto inmediato la mujer se encuentra dentro de la población de riesgo ante el peligro de posesión. En referencia al relato total del evangelio surgen otras preguntas: ¿cómo es que esta mujer, siendo alguien tan localizado y concreto, no merece del narrador un nombre propio? Es nombrada por su relación familiar con Simón, es decir, en cuanto suegra. Posiblemente las acciones de la escena quieran transmitir un mensaje no sólo sobre esta mujer concreta, sino también sobre la relación familiar. Así, la escena apunta en la dirección de uno de los problemas que tendrá que afrontar Jesús y que se encuentra transversalmente en el relato evangélico, tanto en la primera como en la segunda parte.
El favor de Jesús
Cuando hablan de ella a Jesús, pensando tal vez en lo sucedido al poseso de la sinagoga, ¿es por el interés de su trabajo en la casa y la familia?, ¿porque la quieren y están preocupados por ella? Tampoco se puede saber. El dato nos indica que la mujer ni siquiera puede (¿quiere?) pedir ayuda y son los demás quienes se ocupan de hacerlo.
De las preguntas que decidamos responder dependerá el sentido que demos a las acciones de Jesús. Si él la cura para que todo siga igual y la mujer continúe trabajando para los demás (siendo "la esclava" de todos)... Jesús no le habría hecho un gran favor..., al menos desde nuestro punto de vista hoy. Jesús hubiera utilizado su
poder en contra de los intereses de un sector tan oprimido como el de las mujeres en el interior de la familia patriarcal. En su primera lectura, el lector/a no puede darse cuenta del todo, pero a partir de la segunda, observará que es la primera vez que encuentra la expresión levantar y agarrar de la mano en relación con las mujeres, repetida en otras ocasiones en relación con ellas. Al final de la lectura, además, descubrirá el sentido del verbo servir (diakonéó) en el contexto de levantarse o ser levantado... de la muerte. Entonces podrá comprobar que las acciones de Jesús tienen unos efectos transformadores sobre el ambiente (casa, familia, personas, relaciones, género...) sin posible vuelta atrás. El lector no debe olvidar que es la segunda vez que aparece el verbo servir. La primera tenía por sujetos a los ángeles que le servían al final de su tiempo en el desierto. Pero no debemos adelantar acontecimientos.
En la primera lectura hay datos que dan que pensar. La mujer, poseída por la fiebre, no manifiesta su protesta como el hombre de la sinagoga. Jesús tampoco la cura de la misma manera que al poseso. Éste, con palabra de la que servirse, es liberado por Jesús mediante su palabra de exorcista. La expresión verbal del poseso manifiesta una disfunción de su dinamismo y un problema de identidad. La mujer no tiene lenguaje verbal sino sólo corporal, somático, para comunicar su padecimiento. Este lenguaje somático se manifiesta en el cese del dinamismo, pues se encuentra postrada. Más aún: su problema apunta, en un sentido diferente al poseso, a su misma identidad. Jesús utiliza su cuerpo, el contacto de su mano con la suya, para liberarla. La respuesta de la mujer se expresa, a su vez, en una actitud corporal: les sirve. En la escena todo es un puro gesto. Agarrarla de la mano para levantarla implica devolverle su capacidad dinámica de acción.
La narración, como salta a la vista, no está planteada sobre el esquema convencional del exorcismo, sino como un relato de curación, con todos los elementos típicos de las curaciones en la literatura contemporánea de la época: el diagnóstico de la enfermedad, alguien que solicita la curación, la acción terapéutica y el efecto sobre la persona enferma. Pero el contexto da profundidad y novedad a la aparente simplicidad del esquema y establece relaciones con el fondo más que con la forma del exorcismo. Jesús, con su capacidad para percibir a los espíritus malignos, descubre en esta mujer un demonio menos explícito pero tan dañino o más que el espíritu impuro del hombre en la sinagoga... La suegra de Simón es, con toda probabilidad, vista desde la Pascua, una de las primeras seguidoras de Jesús.
Contexto para un servicio
La situación inicial de la mujer, inmovilidad y dificultad vital, se transforma en una manera servicial (diaconal) de vivir, gracias a la acción de Jesús sobre ella... Pero qué significa servir en el contexto de la proclamación del Reinado de Dios no se conoce todavía... (Mc 1,13 lo relaciona con el servicio de los ángeles después de las tentaciones en el desierto). El servicio está tratado como algo que sobreviene después de una lucha que acaba en victoria.
Por estas razones el lector puede sospechar que estamos ante un primer intento desfamiliarizador en relación con la identidad de las mujeres, el marco privado de la casa, la familia patriarcal y la naturaleza supuestamente femenina del servicio.
Preguntas para profundizar: ¿Qué relación vemos entre el poseído de la sinagoga y la suegra víctima de la fiebre? ¿Estamos de acuerdo en nuestro seguimiento de Jesús nos convida a luchar contra el maligno que domina el mundo?
La suegra de Simón Pedro ¿es discípula o sirvienta? En la casa de la Iglesia ¿cómo son tratadas las mujeres? ¿Nuestra familia sigue siendo patriarcal o se fomenta la igualdad?
¿Cómo entendemos eso de que la liberación del maligno (la curación de la fiebre) se muestra en el servicio a Jesús y a sus discípulos?
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