domingo, 21 de julio de 2013

Fiesta Litúrgica de nuestros mártires del Coll (Barcelona)

Hoy he ido a concelebrar la eucaristía en la Catedral, a representar la Congregación en una misa que homenajeaba a nuestros mártires. Me acompañó el P. Toni Vallcaneras y un nutrido grupo de Franciscanas Hijas de la Misericordia. Presidió la celebración el buen amigo D. Gabriel Amengual, asistido por otros tres canónigos. En la homilía habló de la virtud de la hospitalidad: Donde algunos, sin saber, acogemos ángeles, acogemos al mismo Cristo. Los mártires, como María de Betania, se han hecho discípulos de Jesús, sentado a sus pies, derramado su vida por él, mucho más valiosa que el perfume de nardo. Los mártires reivindican nuestra llamada a la santidad en la Iglesia de todos los tiempos, la donación gratuita hasta el exceso. Al final, hemos ido a prender una luz en el árbol-memorial de los santos y beatos de Mallorca. Yo pensaba en la señora Prudencia Canyelles: No se mencionó su nombre porque no era mallorquina, pero nadie como ella nos enseña hoy lo que significa la hospitalidad cristiana. Fue mártir por acoger a unos hermanos perseguidos injustamente. De manera especial, les he suplicado que nos ayuden a dar testimonio en nuestro mundo y a preparar el nuevo Capítulo General con rigor y esperanza.

Fragmento de la Carta a todos los congregantes, religiosos, laicos y laicas, con motivo de la Fiesta Litúrgica de los Mártires del Coll (21 Julio 2013)

Queridos hermanos y hermanas:
El 23 de Julio recurre un nuevo aniversario del martirio del P. Francesc Solivellas y compañeros mártires, Fiesta que la Liturgia anticipa al próximo domingo 21 y que espero celebraremos con mucho gozo. Permítanme que, en esta carta de ánimo, recoja algunos de los conceptos que debatimos en el proceso de beatificación y que, si los  actualizamos, nos ayudarán en las particulares circunstancias que vivimos.

Mártires por Cristo
nNuestros hermanos y hermanas fueron asesinados simplemente por ser religiosos o por dar refugio a religiosos. En el sentido tradicional son “mártires por Cristo”, pues vivieron y murieron identificados con Cristo, dando prueba del amor más grande (cf.  Jn 15,13).
nMurieron por el “odium fidei”, o, como matizan algunos, por el “odium ecclesiae”: fanatismo de las turbas anarquistas, deseosas de exterminar una Iglesia que veían contraria a los intereses del pueblo.

Mártires del Coll
Personalmente no merecían esta muerte, pues cuando los llamamos mártires del Coll, nos referimos a un grupo humilde al estilo de las personas sencillas que describen las bienaventuranzas: mansos y de corazón pacífico, sin protagonismo político, al servicio de los pobres y enfermos de un barrio marginado de Barcelona.
nEn este sentido fueron mártires por la justicia: Como Jesús, quisieron cumplir la voluntad de Dios y fueron justos que murieron por los injustos (cf. Rm 5,6-10).
Entendemos que nuestra sociedad secularizada, dividida a la hora de reivindicar la memoria histórica de los mártires de la República, no aprecie tanto el testimonio de testigos que murieron de parte de la Iglesia, “como ovejas llevadas al matadero”.
nLos que tenemos fe apreciamos su testimonio como un rico patrimonio que nos llama a la conversión y coherencia evangélica. En todas partes, pero especialmente en España, su muerte por la justicia nos insta a ser agentes de reconciliación en un mundo todavía dividido y con sed de venganza.
nPueden ser también una profecía para nuestra Iglesia, a la que le cuesta vivir en la intemperie de los primeros siglos, cuando era pobre y libre, una minoría con capacidad de fermentar la masa.
nUna profecía sobre nuestra Congregación, pues, como escribía el P. J. Amengual Batle: “En la unión de una laica, de religiosos y religiosas, y de presbíteros, en un mismo escenario de la vida en Cristo, debemos ver una profecía sobre nuestra Congregación, que está llamada a consumar la gran aspiración de que, movidos por los Corazones de Jesús y de María, lleguemos a crear una comunidad que dé más credibilidad a la unidad e igualdad que provienen de la reconciliación con una misma sangre, con un mismo bautismo, de la unión en una misma eucaristía y de ser movidos por una misma agua que es el Espíritu que brota del lado abierto del Cristo” (Carta 6/11/2009).

Ampliación del concepto de martirio: Muerte por “odium iustitiae”, “odium misericordiae”, “odium ratiale” (odio a la justicia y a la misericordia, odio racial)

La beatificación de nuestros hermanos y hermanas mártires nos hace ver la necesidad de ampliar el concepto de martirio, de que hablan K. Rahner y muchos teólogos, en el contexto de las luchas activas por la verdad, la justicia y la paz en nuestro mundo actual.

Reafirmamos nuestra vocación de contemplar al Primer Mártir Traspasado en la cruz, junto a María, Reina de los mártires. Creemos que “el pueblo traspasado es el signo mayor ante el que estamos llamados a definirnos. Porque la mayoría de la humanidad sufre la crucifixión de la miseria y la exclusión a causa de un ordenamiento social promovido y sostenido por una minoría que ejerce su dominio de manera pecaminosa” (XVI Capítulo General, 1999). A servir este pueblo traspasado en tres continentes queremos consagrar nuestras vidas.

Por esto hacemos memoria también de tantos hermanos mayores que nos han precedido en la misma vocación, y pronunciamos con respeto el nombre de otros hermanos ilustres que iluminan nuestro camino.
·        En Europa, el papa Francisco nos invita a escuchar y a responder las acuciantes preguntas de Dios: "¿Adán, dónde estás?” (hombre/mujer, ¿cómo te sitúas ante la crisis?)", "¿dónde está tu hermano?" (¿de quién te haces prójimo, quiénes son tus amigos, a quiénes diriges tu pastoral?),  "¿quién de nosotros ha llorado por estas personas de la patera y por hechos como éste?" (¿qué haces para no caer en la “anestesia del corazón” y salir de la pompa de jabón del bienestar egoísta?) (Misa en Lampedusa, 08/07/2013).
·        En Argentina, donde celebramos el 25 aniversario del traspaso del P. Paco Fernández Salinas (+1988) que ofreció su vida por los mapuches de la Patagonia y reafirma nuestro compromiso de servir a los últimos de la tierra.
  • En el Caribe, donde los PP. Juan Horrach García (+1955) y Vicente Yábar Andueza (+1977) fueron los primeros en enterrarse en el surco de la misión. Desde entonces han aumentado las cruces en el Memorial que la Delegación custodia en la Islita. Donde se hacen verdad las palabras de monseñor Oscar Romero: “no es difícil servir a un pueblo como éste”.
  • En el crucificado continente africano, donde los primeros congregantes no dejaron de defender a su rebaño y acompañar a los refugiados en las horas más amargas. Honramos el testimonio de tantos congregantes que perdieron a sus familiares y fieles, sin dejarse envenenar por el rencor, ni renunciar a ser ministros de reconciliación. La vida ofrecida de los que ya murieron (Gérard Karuranga +1994, Jean Baptiste Nyandekwe +2010, Guillem Bauzà Bauzà +2011…) y nuestros seminarios, donde conviven jóvenes de diferentes etnias y culturas, son el mejor monumento levantado a su memoria.
... Que la preparación de un nuevo Capítulo General sea nuestra manera concreta de dar testimonio en nuestro mundo. Aprendamos de la fortaleza de los mártires, del tesón y la creatividad del P. Pere Riera, de tantos que nos precedieron a la Casa del Padre. Como se repite a menudo, no dejemos que nos roben la esperanza.


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