lunes, 22 de julio de 2013

Necesitamos recordar a nuestros santos (Mn Gabriel Amengual)

(Fragmento de la homilía de la Fiesta Litúrgica de los Mártires del Coll en la Catedral de Palma, 21. 7. 13)
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Esta bella historia (de Marta y María) de acogida y de servicio a Jesús en los pobres es una constante en la historia de la Iglesia, gracias a tantos seguidores fieles de Jesús. Al convocar el Año de la Fe el Papa Benedicto XVI nos recordaba no sólo la vida de fe de María y de los Apóstoles sino también la de tantos hombres y mujeres que a lo largo de la historia han dado testimonio de su fe de los modos más diversos. Para recordar a los hijos predilectos de la Iglesia de Mallorca, ilustres por su testimonio de fe, hemos querido reunir sus nombres en un Memorial de los Santos y Beatos. Ahí figuran como frutos preciosos del árbol de la vida.
Hoy celebramos la fiesta de los beatos mártires del Coll de Barcelona: Simón Reynés, Miguel Pons, Francisco Mayol y Pablo Noguera, Misioneros de los Sagrados Corazones y las Hermanas Franciscanas Hijas de la Misericordia Catalina Caldés y Micaela Rullán. Servían a una de las parroquias más pobres de Barcelona, en un barrio de los alrededores de la ciudad; las religiosas se dedicaban a la educación de los niños y al cuidado de los enfermos. Queremos agradecer que el Vicario General de los Misioneros haya venido a concelebrar esta eucaristía con nosotros, así como que un nutrido grupo de Franciscanas se haya sumado a esta celebración.
¿Por qué es importante recordarlos? Porque con su vida el Señor nos brinda un ejemplo. Ciertamente seguimos a Jesús, el único Maestro y Señor. Pero hay muchas maneras de seguirlo, porque cada uno tiene su temperamento y carácter. A lo largo de la historia nos encontramos con una gran riqueza de maneras de vivir el evangelio, según las diferentes épocas y culturas. Los santos nos ofrecen cada uno un itinerario concreto y humano. Ellos nos explican el evangelio, a veces con instrucciones, pero siempre con su vida. Ellos son los que mantienen la santidad en la Iglesia, son los grandes teólogos, porque han comprendido y vivido el evangelio. Tienen la autoridad del testimonio, la autoridad de haber ido tras las huellas del Crucificado Resucitado, entregándole su vida por amor y en servicio a los demás.
Necesitamos modelos, porque los ejemplos atraen, porque nuestra identidad se forja no tanto con ideas sino identificándonos con alguien que vive el ideal evangélico, viendo prácticamente como se vive.
Necesitamos recordarlos para que conozcamos la familia a la que pertenecemos, para ver en la práctica nuestro estilo de vida, para tomar conciencia de la tradición que nos mantiene y de la que somos continuadores. Conocer nuestra estirpe nos da raíces. Con ellos nos sentimos acompañados, orientados y alentados en nuestro seguimiento de Jesús. Con ellos nos sentimos arropados y sostenidos. Porque son una ayuda, un espaldarazo a seguir; en ellos vemos que es posible vivir el ideal evangélico.
Y son unos intercesores, con los que nos podemos sentir unidos. Con ellos vivimos la “comunión de los santos”. La intercesión es compartir lo más importante en nuestra gran comunidad de vida que formamos todos los cristianos, tanto los presentes esparcidos por todo el orbe de la tierra, como con los del pasado. Es muy bello sentirse acompañado en lo más íntimo e importante de nuestra vida, nuestra fe. Interceder es orar para que se cumpla la voluntad de salvación que Dios tiene para la humanidad y para cada uno de nosotros. Los podemos invocar para que nos acompañen en nuestro camino, nos den su aliento.
Después de la misa iremos a rezar ante el Memorial, en un acto de recuerdo y de veneración. A ello os invitamos a todos, especialmente en los días dedicados al recuerdo de alguno de ellos.


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