Leer Jn 1, 35-42
( con ayuda de http://www.ocarm.org)* Nuestra escena está atravesada de manera muy viva por el intercambio intenso de miradas: de Juan hacia Jesús (v. 35); de Jesús a los dos discípulos (v. 38); de los discípulos a Jesús (vv. 38-39); y finalmente es Jesús el que dirige nuevamente su mirada a nosotros, en la persona de Pedro (v. 42).
El evangelista utiliza verbos diferentes, pero todos cargados de distintos matices, de intensidad; no se trata de miradas superficiales, distraídas, fugaces, sino más bien de contactos profundos, intensos, que parten del corazón, del alma. Es así que Jesús, el Señor, mira a sus discípulos y nos mira a nosotros; es así también que nosotros deberíamos aprender a mirarlo a Él. De manera especial es bello el verbo que abre y cierra el pasaje: “fijar la mirada”, que significa literalmente “mirar dentro”.
* Jesús está caminando por el mar, por las orillas de nuestra vida; es así que Juan lo retrata, lo fija, usando el verbo en el participio para decirnos que, en el fondo, Jesús aún hoy está pasando a nuestro lado, como en aquel día. También Él puede visitar y atravesarse en nuestras vidas; nuestra tierra puede acoger las huellas de sus pasos.
* Talvez el centro del pasaje se encuentra precisamente en el movimiento de Jesús; primero Él camina, luego se vuelve y se detiene, con la mirada, con el corazón, en la vida de los dos discípulos. Jesús “se vuelve”, es decir, cambia, se adapta, deja su condición de antes y asume otra. Jesús aquí se nos revela como Dios encarnado, Dios que ha descendido en medio de nosotros, hecho hombre. Se ha vuelto del seno del Padre y se ha dirigido a nosotros.
* Es bello ver cómo el Señor nos hace participar en sus movimientos, en su propia vida; Él, de hecho, invita a los dos discípulos a “venir a ver”. No se puede estar detenido cuando se ha encontrado al Señor; su presencia nos pone en movimiento, nos hace levantar de nuestras viejas posiciones y nos hace correr. Tratemos de recoger todos los verbos que hacen referencia a los discípulos en este pasaje: “siguieron” (v. 37); “le seguían” (v. 38); “fueron… vieron… se quedaron con Él” (v. 39).
* La primera parte del pasaje se cierra con la experiencia bellísima de los primeros dos discípulos que se quedaron con Jesús; lo han seguido, han entrado en su casa y se han quedado allí con Él. Es el viaje de la salvación, de la verdadera felicidad, que se ofrece también a nosotros. Basta solamente con aceptar quedarse, con ser firmes, decididos, estar enamorados, sin ir de acá para allá, hacia uno u otro maestro del momento, uno u otro nuevo amor de la vida.
Qué me dice este texto
* Los discípulos realizan un bellísimo camino espiritual, evidenciado por los verbos “oyeron, siguieron, vieron, se quedaron”. ¿No deseo, yo también, comenzar esta bella aventura con Jesús? ¿Tengo los oídos abiertos para oír, para escuchar con profundidad y así yo también poder dar la misma respuesta positiva al Amor del Padre que desea llegar a mí? ¿Siento nacer en mí el gozo de poder comenzar un camino nuevo, caminando detrás de Jesús? ¿Tengo los ojos del corazón totalmente abiertos como para comenzar a ver lo que realmente sucede dentro de mí y a mi alrededor, y para reconocer en cada acontecimiento la presencia del Señor?
HIMNO Jn 1, 35-42 (Oficio en mi menor, de Valentín Arteaga)
Eran las cuatro en punto de la tarde
y se copiaba el sol sobre la mar cuando aquellos discípulos
marcharon tras de Ti. ¿Dónde habitas, Señor?
También nosotros recordamos, Señor, perfectamente
la hora justa, incluso el color de los cielos, el color de tus ojos
y el timbre de tu voz.
La luz marcaba exacta tu ternura. Se pusieron las cosas
a temblar de emoción. Qué tic tac tan profundo en nuestro pecho.
De modo que, discípulos también, como ellos pusimos
nuestros pasos encima de tus huellas.
Qué incendio de alegría quemándonos la sangre.
No fue casual, Señor.
Pasaste por allí con la intención perfecta de encontrarnos.
¿Dónde habitas, Señor? Venid y lo veréis, nos respondiste.
Fuimos y vimos. Se nos grabó para siempre tu mirada.
Y ahora, cuando pasamos por las calles, nos contempla la gente:
Son los que han visto al Señor. En eso estamos.
El corazón nos marca la hora en punto de la felicidad.
Foto de Jaume Perelló