Anoche
recibí la noticia que venía esperando hace muchos días de la muerte de José
Celestino Mercado, en República Dominicana, a quien todos llamábamos “el Vale”.
Era uno de los grandes patriarcas de Jacagua,
como el viejo Abraham. Natural de Los Higos, yo lo conocí en 1975, cuando me
hicieron pastor de la parroquia de Fátima (El Ejido) en Santiago de los
Caballeros. Formaba parte de un grupo de hombres de fe, recios como caóbanas, con sus mujeres a la sombra animando
y empujando siempre. Junto a su esposa Mery, con don Tinto (el que iba alante),
y Otilia, con Cuco y Socorro, Rafael y Brígida... y otros varios y varias. También
hubo una mujer en ese primer grupo de hombres de pelo en pecho: doña Tatica y
su esposo Chicho,que fue asesinado por su falta de miedo y su sentido de responsabilidad.
Luego se
añadieron más, que continuaron llevando su espíritu. Se formaron en los cursos
de catequesis de Pontón y en aquellas inolvidables reuniones de Presidentes de
Asamblea y de Promotores del Movimiento para el Desarrollo de la Montaña.
Vale me
consideraba un padre, y él era más que un hermano para mí. De corazón muy
sentimental, tenía la lagrimita fácil, y decía que amigo es el que ha comido
con nosotros un cajón de sal, en las duras y en las maduras.
Gran padre
de familia, y sino escuchen el testimonio que dan en estos días sus 5 hijos y numerosos
nietos. Él se responsabilizaba y sufría por todos ellos, de tal modo que a
veces le escondían los problemas para que no padeciera tanto su corazón. Hombre
alegre, de grandes carcajadas, alegraba la vida.
Hombre de
Iglesia, estaba orgulloso de tener una hija monja. Sumamente tímido, no buscaba
protagonismos, le gustaba más estar en segunda fila. Le costaba hablar en
público y metía muchas eses extraviadas, como los campesinos, pero nunca rehuyó
las responsabilidades. Siempre lo encontrabas en los lugares difíciles y
oscuros, como el Níspero, el Pley o la Búcara o en las campañas que se hacían... Nadie le pagará todo lo que
hizo por las comunidades de la loma.
Hombre de comunidad de base, sujeto de la teología de la liberación, respiraba la espiritualidad
de liberación campesina. Fue el alma de la cooperativa, del camión comunitario,
de la defensa de la loma . Bajó a vivir en Gurabo, de cara a la loma, pero su
corazón quedó sembrado en el campo. Me encantam sus última palabras que ha
recogido su hija Belkys: “cuando está más oscuro es que va a amanecer”.
Tuvo que
convivir con una dolorosa enfermedad al final de sus días, que seguramente lo
debió purificar mucho. Yo no estaba cerca, pero lo tenía muy presente. Desde
aquí lo saludo y no lo despido. Envío un abrazo y un beso de consolación para
todos sus hijos e hijas: Lucía, Belkys, Chacho, Rudy, Fátima, mi ahijado Jaime.
A todos sus nietos y nietas. Estoy seguro de que ahora lo vamos a tener más cerca.
Que intercederá por todos nosotros. Descansa en paz. Hasta pronto, Vale.