sábado, 1 de agosto de 2015

Un cristianismo en salida permanente (18 Domingo TO, ciclo B: Ex 16 y Jn 6,24-35)

Primera lectura: La experiencia del maná

El pueblo protesta porque Moisés lo ha sacado al desierto. En Egipto no gozaban de libertad, pero tenían aseguradas las ollas de carne, las cebollas y el pan aunque fuera duro. Prefiere la esclavitud a la libertad con sus riesgos.

Entonces  Moisés le ofrece la experiencia del maná. Alimento poco substancioso, pero que salva el mínimo vital. Provisional, no se puede almacenar ni congelar.  Exige ser compartido con los niños y ancianos. Seguramente sería una resina segregada por algunos arbustos de la península del Sinaí, al contraste entre las temperaturas bajo cero de la noche y el calor sofocante del día. Como si dijéramos: Sobrevivieron con bellotas  y bayas del bosque, con moras de torrente, con la humedad almacenada de los cactus. Pero fue providencial, verdadero don del cielo.

Después del concilio Vaticano II (50 años ya) hemos tenido la experiencia de perder las seguridades (el miedo al pecado, se deja todo a la conciencia de c/u). Añoramos aquellas iglesias llenas, cuando subíamos al santuario entre el tumulto de la gente.

Papa Francisco repite que “el cristiano tiene que estar siempre en éxodo permanente”. Aprender a vivir de la Palabra de Dios, que es espiritual. Cristianismo adulto y responsable que no se mueve por miedo al castigo, sino por un amor comprometido. Vivir en actitud de eucaristía, de comunión, de acción de gracias, de compartir gratis lo que gratis recibimos.

Evangelio: Un cristianismo más post-conciliar

“Me buscáis, no porque habéis visto signos (porque habéis tenido un proceso espiritual que os haya llevado a creer), sino porque comisteis hasta saciaros (por el interés del provecho y del beneficio materiales y espirituales que os reporta la fe)”.

“Trabajad por el alimento que perdura”. “Y ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere? Que creáis en Jesús, el Enviado”.

“¡Señor, danos siempre de este pan!” “Yo soy el pan de vida, el que cree en mí no pasará hambre, no morirá para siempre”.

No hace mucho me pidieron que dijera a un adolescente cómo tenía que orar para conseguir lo que pedía. Contesté que lo que Dios quiere es que no perdamos la confianza, aunque parezca que no nos otorga lo que pedimos.

Vivir la fe en salida de nosotros mismos (de nuestros intereses) hacia Dios y hacia los demás (especialmente hacia los pequeños y necesitados).

Vivir a la intemperie (tiempos adversos). Crecer en la fe (en nuestra adhesión personal a Jesús, aunque no lo veamos claro). “No lo hemos visto, pero creemos en Él”.

Vivir del sacramento de la Palabra de Dios, de la Eucaristía, del Compromiso con el hermano. Del Espíritu más que de la Ley. Apostar por un cristianismo post-conciliar.


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