Hoy le paso el turno a mi amigo y compañero de comunidad Ramon Ballester, para que comente un libro que trajo de su visita a la Ciudad Eterna: Giuseppe Pollano, Carità civilizzatrice. Un popolo dal cuore nuovo. Ed. Paoline. Milano 2009.
El autor de este interesante trabajo nos ayuda a tomar conciencia de que hemos nacido y vivimos marcados por la civilización del desamor. Las relaciones humanas están supeditadas a esta terrible verdad que confirma toda la historia, con sus guerras de poder, con sus desigualdades sociales, con la sumisión de los más débiles a los poderosos. Siempre sobresale el poder político, el ansia de dominar, la prepotencia de los ricos. Todo conduce a considerar a los otros, a los sin recursos, como un objeto a subyugar, a utilizar y manipular desde planteamientos egoístas
Partiendo del Dios Amor se hace necesario reconstruir la humanidad con la potencia benéfica y segura del amor a Dios y al hermano.
Hay que recuperar la sensibilidad del corazón, sentir la empatía con los que lloran, sufrir los dolores y combatir las causas injustas. Nos falta reconocer que tenemos el corazon frío, duro, o, mejor, enfermo de esclerosis espiritual.
Nuestra civilización es hipócrita, responsablemente ciega, induce a tener la conciencia adormecida, insensible, sin posibilidad de reacción. El desamor es una patología.
Entonces la figura de Jesús se hace imprescindible, el único que puede salvar nuestra inconsciencia y frialdad. Nadie tiene un amor más grande que el suyo; Él ha dado la vida por los amigos. Él nos propone – porque la ha vivido – una civilización del amor. El vino para cambiar el corazón viejo por un nuevo corazón semejante al suyo.
Estamos unidos a Él, la vid que nos da la savia de su amor. Él es el viñador que poda nuestro egoísmo estéril.
La civilización del amor nacerá de una cultura cristiana que no busque el recibir insolidario sino el dar gratuïto, sin compensaciones, sin gratificaciones: amor fraterno auténtico. El amor de Dios es donante, dador de vida y bienes; se hace servidor de todos en Jesucristo y en nosotros sus seguidores. ”Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho, lo hagáis también vosotros”.
Necesitamos ver el mundo desde la mirada de Dios. Una mirada compasiva, que llora en Jesús ante el enfermo y que quiere curarlo. Somos hijos de la luz y no podemos tener los ojos del corazón ciegos.
La raíz de la verdadera civilización está en el corazón de Dios hecho hombre.
La civilización del amor no puede ser una utopía, sino un ideal a conseguir: está en nosotros el grano de mostaza de nuestra fe que puede mover montañas.
Con la acción del Espíritu somos – con Él – capaces de todo, está en nosotros, somos su templo, el que siempre nos hará actuar según la voluntad del Dios Amor.
Ramon Ballester, msscc
El autor de este interesante trabajo nos ayuda a tomar conciencia de que hemos nacido y vivimos marcados por la civilización del desamor. Las relaciones humanas están supeditadas a esta terrible verdad que confirma toda la historia, con sus guerras de poder, con sus desigualdades sociales, con la sumisión de los más débiles a los poderosos. Siempre sobresale el poder político, el ansia de dominar, la prepotencia de los ricos. Todo conduce a considerar a los otros, a los sin recursos, como un objeto a subyugar, a utilizar y manipular desde planteamientos egoístas
Partiendo del Dios Amor se hace necesario reconstruir la humanidad con la potencia benéfica y segura del amor a Dios y al hermano.
Hay que recuperar la sensibilidad del corazón, sentir la empatía con los que lloran, sufrir los dolores y combatir las causas injustas. Nos falta reconocer que tenemos el corazon frío, duro, o, mejor, enfermo de esclerosis espiritual.
Nuestra civilización es hipócrita, responsablemente ciega, induce a tener la conciencia adormecida, insensible, sin posibilidad de reacción. El desamor es una patología.
Entonces la figura de Jesús se hace imprescindible, el único que puede salvar nuestra inconsciencia y frialdad. Nadie tiene un amor más grande que el suyo; Él ha dado la vida por los amigos. Él nos propone – porque la ha vivido – una civilización del amor. El vino para cambiar el corazón viejo por un nuevo corazón semejante al suyo.
Estamos unidos a Él, la vid que nos da la savia de su amor. Él es el viñador que poda nuestro egoísmo estéril.
La civilización del amor nacerá de una cultura cristiana que no busque el recibir insolidario sino el dar gratuïto, sin compensaciones, sin gratificaciones: amor fraterno auténtico. El amor de Dios es donante, dador de vida y bienes; se hace servidor de todos en Jesucristo y en nosotros sus seguidores. ”Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho, lo hagáis también vosotros”.
Necesitamos ver el mundo desde la mirada de Dios. Una mirada compasiva, que llora en Jesús ante el enfermo y que quiere curarlo. Somos hijos de la luz y no podemos tener los ojos del corazón ciegos.
La raíz de la verdadera civilización está en el corazón de Dios hecho hombre.
La civilización del amor no puede ser una utopía, sino un ideal a conseguir: está en nosotros el grano de mostaza de nuestra fe que puede mover montañas.
Con la acción del Espíritu somos – con Él – capaces de todo, está en nosotros, somos su templo, el que siempre nos hará actuar según la voluntad del Dios Amor.
Ramon Ballester, msscc
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