“Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte. Viva el Señor!” (salmo 17)
El salmo responsorial de este domingo me cuestiona: ¿De verdad amamos al Señor? En las dogmáticas clásicas, el «amor a Dios» se suele entender con la carga intelectual de «conocimiento de Dios» y «fe», “obediencia” y “cumplimiento de sus mandamientos”.
Pablo ha puesto en el centro la experiencia de filiación: “Han recibido un espíritu de hijos adoptivos, que nos permite llamar a Dios Abba, Padre” (Rm 8,15). Jesús se atreve a plantear el seguimiento en términos de enamoramiento: “Quien ame a su padre o a su madre o a sus hijos más que a mí, no es digno de mí” (Mt 10,37).
En mi viaje a S. Domingo he rescatado un libro de mística de E. Cardenal, “Telescopio en la noche oscura”, donde el Amor es el centro del cosmos y la experiencia de fe se compara a una relación erótica: “Como la pareja impaciente en el parque esperando la noche”... “Simplemente mi alma está acostada boca arriba / esperando que te eches sobre mí”. “La alegría de estar enamorado / ¿cómo la describiré? / Es no tener ya un corazón solo,/ aquella habitación deshabitada,/ ahora ocupada por quien uno ama./ Es que quien era uno ya son dos”.
Qué significan – en América y en Europa, dos continentes iguales y tan distintos- las palabras del maestro: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
Recuerdo la gente con que me he reunido estos 20 días en Santo Domingo para preguntarnos seriamente: En la Casa de Espiritualidad La Islita con religiosos y LMSSCC: ¿Cómo seremos discípulos misioneros, desde la espiritualidad de los Sagrados Corazones, en la familia, el trabajo, la parroquia, la fundación Concordia? ¿Cómo podemos ser competente socorro allá donde la vida reclama? - Con la Confederación de Religiosos/as en la Junta: ¿Seremos “exégesis viviente” de la palabra de Dios en la Vida Consagrada?.- Con los laicos jóvenes del Ensanche Altagracia, haciendo Lectio Divina en torno a la respuesta de Jesús “devuélvanle al César lo que es del César y a Dios lo que es Dios”.- En el matrimonio de Manolo y Brenda en la parroquia de Santa Rosa, atreviéndonos a proclamar: “Nosotros somos descendientes de santos y no podemos casarnos como los paganos que no creen en Dios”.
¿Somos conscientes de que, en el fondo, estamos preguntando: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?»
Pascual Ortiz, desde su puesto de frontera en Sabaneta, lleva la pregunta hasta el límite: “Vivir hoy los valores del Reino de Dios, desde la Espiritualidad de los Sagrados Corazones.. Es una oportunidad para curar los corazones, desde nuestra cotidianidad. el amor mutuo y solidario. El inmenso amor del corazón de Jesús, que llegó al extremo de sufrir y dar la vida por los que sufren. Y el amor de Maria, madre, amiga, de suprema virtud, para la humanidad de su tiempo y para la humanidad de hoy. Son muchos los elementos de distracción y desvinculación de la vida real. Hoy más que nunca está la vida de la humanidad en peligro de desaparecer. No está en juego el futuro de los jóvenes, no está en juego el futuro de los niños/as que nacen o nacerán, no está en juego la generación de ayer,... ESTA EN JUEGO TODA LA VIDA. No es el trabajo, la universidad, la novia, el novio, la casa, el carro, el agua, las ropas, ... ESTA EN JUEGO LA VIDA. No está en juego el 4%, los valores morales y cristianos, los partidos políticos, la sociedad, la economía, la libertad,...ESTA EN JUEGO LA MISMA SUB-SISTENCIA HUMANA. Ahí está el competente socorro, donde la vida nos reclama”.
¿Nos animamos a renovar nuestra profesión de fe y de amor a Dios por encima de todas las cosas? ¿A pesar de todas las crisis, estamos preocupados por ayudar al prójimo malherido, por atender la llamada que nos llega de todos los puntos donde la vida sufre violencia?
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