sábado, 14 de abril de 2012

“Mira y toca mis heridas” (Domingo II Pascua B, Jn 20,19-31 y 1 Jn 5,1-6)

(En este IIº Domingo de Pascua y cuando estoy a punto de dejar el servicio que he hecho durante 11 años en el Santuario de la Virgen de Lluc, me parece oportuno volver a la declaración de intenciones con que inauguré este blog el 24 de julio del 2009)

“Pertenezco a una numerosa familia espiritual animada por la Espiritualidad del Corazón. Como decía San Bernardo, pretendemos practicar el arte de leer el corazón a través de las heridas del cuerpo (sean anatómicas, sico-somáticas, mentales, etc.).

De hecho, como decía Juan Pablo II, “todas las generaciones de cristianos han aprendido a leer en el Traspasado por la lanza del soldado el misterio del Corazón del Hombre Crucificado, que era el Hijo de Dios” (Audiencia general 20.06.79; cfr. Redemptor Hominis, 16 y Dives in Misericordia, 13). Penetrando por la herida –corporal y simbólica- de Jesús hemos subido a la esfera más alta del misterio divino: “hemos conocido el Amor”; y hemos bajado, al mismo tiempo, a lo más profundo del misterio humano: “He aquí al hombre” (cfr. Gaudium et Spes, 22; Redemptor Hominis, 8).

Me confieso, en primer lugar, un hombre herido. En la línea del poeta León Felipe: “Ábrete la camisa… ¿qué herida es ésta que te sangra del costado?”. En la línea del maestro Henri Nouwen, reconozco que sigo al Pastor Herido, dificultosamente y a la pata coja, pero confiando en Aquel que apoya su amplia mano sobre mi hombro.

Me animo, también, a hacer profesión de curador de heridas ajenas, ¿suena demasiado pretencioso? En este blog, yo no quisiera convertirme en médico profesional ni en el enfermo encerrado en su propio diagnóstico. Pero tengo un poquito de fe en que el mesías vendrá cuando cada uno de nosotros sepa sobreponerse a sus propios dolores para abrirse a las heridas del otro. Escucho las palabras que le dijo al apóstol Tomás el Señor Crucificado y Resucitado: “Mete tu mano en mi costado y no seas incrédulo” (Jn 20, 27). Tengo un credo que me anima a servir al Traspasado en los traspasados. Una sencilla declaración de intenciones al abrir la ventana de este blog”.

Y me parece importante completar estos párrafos con las palabras de la segunda lectura de Juan, con las tres notas que autentifican nuestro seguimiento: “Ésta es la victoria que venció al mundo: nuestra fe. ¿Quién vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Es el que vino con agua y sangre, Jesucristo: no sólo con agua, sino con agua y sangre. Y el Espíritu, que es la verdad, da testimonio, porque el Espíritu es la verdad”.

También nosotros reconocemos que tres son los testigos: EL AGUA (porque hemos de renacer por el bautismo que se recibe en la Iglesia, y no nos avergonzaremos de la Iglesia que es nuestra madre y nuestra hija, nuestra familia de creyentes).

LA SANGRE (sabiendo que no nos salva siquiera nuestra pertenencia a la Iglesia, sino la Muerte y Resurrección de Jesucristo, el Señor, y reconociendo que no hay salvación sin cruz y sin sacrificio).

EL ESPÍRITU (el que nos hace comprender poco a poco las palabras difíciles de Jesús, nos empuja a actualizarlo en libertad y creatividad, nos hace hombres y mujeres nuevos y maduros).

“Y los tres concuerdan”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario