Queridos amigos y amigas, ya estamos en el tercer domingo de Pascua, y probablemente –hoy como en tiempo del evangelista- somos gente asustada, llena de dudas: “Espantados y temblando de miedo, pensaban que era un fantasma”. Situación crítica, recortes de bienestar, más cargas e impuestos, falta de oportunidades para los jóvenes, desengaño político de los líderes que nos tendrían que gobernar, desorientación y vacío... Fantasmas y vampiros, como en los relatos de adolescentes.
Cenar con un resucitado
(El evangelio, erre que erre, sin cejar en su Buena Noticia, insiste en que no dejemos de saborear nuestra propia experiencia espiritual. Veamos como la presenta el sacerdote poeta Jesús Mauleón, seguro de haber estado en Emaús más de una vez (“me refiero a la zozobra, al incierto avanzar de la condición humana”):
¡Cómo me gustaría
encontrarme contigo en el camino
sencillamente y como por azar
y, al contarte mis miedos, al abrirte mis dudas,
al darte la razón de mis tristezas,
oír tu voz de caminante amigo,
escucharte explicar las escrituras
(y cómo me ardería el corazón de oírte)
y dar razón de ti,
de tu pasión y muerte,
y de tu amor a muerte,
de tu resurrección de entre los muertos!
Y luego ¡con qué amor y con qué
firme presentimiento
te invitaría al ver caer la tarde
a alojarte en mi casa,
sacaría mi pan, serviría mi vino,
te sentaría junto a mí aguardando
los signos de una cena memorable!
¡Cómo me gustaría
verte tomar el pan y bendecirlo,
partirlo con tus manos y, al tenerlo en las mías,
tocar la gloria y descubrir tu rostro!
¡Cómo me gustaría
encontrarme contigo, aun sin saberlo,
cuando me topo a un hombre que camina
como viajero de mi mismo viaje,
ahora que sé que todos los caminos
están llenos de ti,
que todos los que van a nuestro lado
o se nos cruzan en la misma vida
pueden sentarse a nuestra misma mesa!
¡Cómo me gustaría
vivir en Emaús a cada instante
y descubrir tu rostro y tu presencia
en el rostro divino de los hijos
de nuestro mismo Padre!
¡Cómo me gustaría! (“Cien oraciones para respirar, p. 80-81, Obra poética, p. 392).
Compartir las heridas
Lucas evangelista, también medio poeta, expresa la experiencia espiritual que tiene poder de salvarnos con un triple compartir. En primer lugar, compartir la humanidad herida, pero no derrotada: “Él les dijo: Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean... Dicho esto les mostró las manos y los pies. (Reacción) Era tal el gozo y el asombro que no acababan de creer”.
Las heridas que no escondemos avergonzados, sino que nos hacen más humanos y experimentados en el dolor. Las Escrituras señalan esta primera fuente de consuelo: “¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?” (1Cor 15,55). “Como él mismo sufrió la prueba, puede ayudar a los que son probados” (Hebr 2,18).
Compartir la comida
Como no acababan de creer les dijo: “¿Tienen aquí algo de comer? Entonces comió en su presencia un trozo de pescado asado que le ofrecieron”. Com-pañero viene del latín popular companio = el que come su pan con. Y si com-parte el pan, com-parte la vida, la conversación, los retos y desafíos. Interesante que, en tiempo de carestía, no se nos aconseje cerrar la mano sino abrirla y compartir de nuestra pobreza.
Compartir la palabra
“Entonces les abrió la inteligencia para que comprendieran la Escritura”. Porque como le dijo el eunuco etíope al diácono Felipe: “¿Y cómo voy a entenderlo si nadie me lo explica?” Especialmente si se trata del cordero (las personas y el pueblo) llevado al matadero, sin defensa. Reconociendo el lujo de tener la Palabra a nuestro alcance, aprovechemos la clave de interpretación de nuestra realidad por dura que sea.
Una experiencia llamada pascual porque nos puede hacer pasar de muerte a vida.
Jaume Reynés Matas: Comentario en Facebook "Las heridas del corazón" se titula mi blog y tiene mucho que ver con el evangelio de hoy, como escribe Ángel Moreno. El Resucitado es persona real, no un fantasma. El mismo que fue Crucificado, víctima de la injusticia, a quien Dios dio la razón. Añadiría: Aceptando nuestras heridas y curando las de los hermanos, encontramos que el Señor continúa vivo. "¡Cómo necesitamos palpar las heridas luminosas del Señor! ¡Cómo necesitamos superar la idea de que el sufrimiento no significa desgracia! En Jesús, el Hijo amado de Dios, el profetizado desde antiguo, se han cumplido las Escrituras, y si en Él se han hecho realidad los poemas del Siervo de Yahvé, en Él también ha sucedido el cumplimiento mesiánico.
ResponderEliminarSin caer en determinismo alguno, sin embargo, por los acontecimientos pascuales, se descubre que el plan de Dios para la humanidad es un proyecto de amor, que se lleva a cabo por su Hijo, el Cristo.
Ante el gesto de Jesús de mostrar sus manos y pies heridos, el Papa Benedicto comentaba en la audiencia del pasado miércoles: “Este gesto tiene como finalidad confirmar la nueva realidad de la Resurrección: el Cristo que ahora está entre los suyos es una persona real, el mismo Jesús que tres días antes fue clavado en la cruz. Y así, en la luz deslumbrante de la Pascua, en el encuentro con el Resucitado, los discípulos captan el sentido salvífico de su pasión y muerte. Entonces, de la tristeza y el miedo pasan a la alegría plena. La tristeza y las llagas mismas se convierten en fuente de alegría. La alegría que nace en su corazón deriva de «ver al Señor» (Jn 20, 20)”.
MISIÓN-“Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.” Nos corresponde anunciar el acontecimiento más esperanzador: La muerte ha sido vencida". (Ángel Moreno de Buenafuente).