sábado, 14 de noviembre de 2015

Hoy resulta fàcil hablar del Apoclipsis (Dom XXXIII T.O, Mc 13,24-32)

Esta noche hemos dormido poco con los atentados terroristas de París. Pero también nos quitan el sueño las guerras interminables y el nuevo éxodo bíblico que provocan: Medio millón de refugiados que lo arriesgan todo por entrar en Europa, que nuestro Mediterràneo se haya convertido en un cementerio... El cambio climático que sacude los astros del cielo. El fracaso de la guerra contra el hambre, contra el capitalismo inhumano, contra el paro...

El discurso apocalíptico parece que fue respuesta a la gran Tribulación de los primeros 70 años del siglo Iº, sobre todo cuando Marcos escribe el evangelio de hoy motivado por las primeras persecuciones de los cristianos, por las sangrientas conquistas de Vespasiano, cuando Tito aplasta la revuelta independentista, conquista Jerusalén y no deja piedra sobre piedra.

¿Cómo podemos vivir en estos tiempos apocalípticos? ¿Cuándo llegará el final? ¿Qué podemos hacer los cristianos?

La respuesta es sencilla y comprometedora: 

1. Estén seguros de que la historia tiene un final. Los super-astros que dominan el poder se tambalean y se apagarán. 

2. Entonces los que tengan un "ojo pelao" para mirar con fe verán al Hijo del Hombre: Jesús de Nazaret, que pasó haciendo el bien, con signos de un Reino que no es según los valores de este desorden presente, sino según la Voluntad del Padre.

3. Y enviará a sus ángeles, que somos nosotros sus seguidores, a reunir a sus elegidos de los cuatro vientos.  Esta es nuestra misión, recoger a todos los dispersos. 

4. Aprendamos de la higuera, mientras tanto, un árbol tan mediterráneo y humilde: Cuando brotan las yemas, deducimos que el verano se acerca... Busquemos también nosotros los brotes de vida, por tiernos que sean; allá donde florece la vida amenazada en su fragilidad, cuidémosla con mimo. Dios es amante de la Vida y nos la regalará plena y eterna. Promesas divinas que no pasarán. 

5. No es tiempo de distraernos con el día y la hora y los asuntos banales. Lo de París puede repetirse mañana entre nosotros. Cada momento es decisivo. ¡Hoy mismo se juega el resultado entre nosotros!

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