Yayael y el mar |
El relato de los taínos sobre los orígenes nos ha
llegado por medio de fray Ramón Pané[1], pobre
ermitaño gerónimo que, por ser catalán, conocía poco el castellano y menos
todavía la lengua de los indios. Pero fue el único con celo apostólico para
querer comunicarse con ellos, y los historiadores lo califican el “primero” de
los etnógrafos, maestros, catequistas y misioneros. Los textos que nos dejó son
pocos y enrevesados. Pero tenemos la suerte de que, después de 1974-1975, se
han podido descodificar las antiguas mitologías y corroborarlas con numerosos
artefactos[2] que están a
nuestro alcance.
Relata que lo contaban así:
“Hubo un hombre llamado Yaya, del
que no saben el nombre, y su hijo se llamaba Yayael, que quiere decir hijo de
Yaya. El cual Yayael, queriendo matar a su padre, éste lo desterró, y así
estuvo
desterrado cuatro meses, y
después su padre lo mató, y puso los huesos en una calabaza[3], y
la colgó del techo de su casa, donde estuvo colgada algún tiempo. Sucedió que
un día, con deseos de ver a su hijo, Yaya dijo a su mujer: "Quiero ver a
nuestro hijo Yayael". Ella se alegró, y bajando la calabaza la volcó para
ver los huesos de su hijo. De la cual salieron muchos peces grandes y chicos.
De donde viendo que aquellos huesos se habían convertido en peces resolvieron
comerlos.
Dicen, pues, que un día, habiendo
ido Yaya a sus conucos... llegaron cuatro hijos de una mujer, que se llamaba
Itiba Cahubaba, todos de un vientre y gemelos… Los cuatro hijos gemelos de Itiba Cahubaba,
que murió de parto, fueron juntos a coger la calabaza de Yaya, donde estaba su
hijo Yayael, que se había transformado en peces… Y mientras comían, sintieron
que venía Yaya de sus posesiones, y queriendo en aquel apuro colgar la
calabaza, no la colgaron bien, de modo que cayó en tierra y se rompió. Dicen
que fue tanta el agua que salió de aquella calabaza, que llenó toda la tierra,
y con ella salieron muchos peces; y de aquí dicen que haya tenido origen el mar”[4]
Lo primero que aparece en el relato es la enemistad
del hijo que quiere matar a su padre y éste lo destierra. Corresponde al pecado
original bíblico (Gn 3), o a la rebelión del príncipe joven contra el rey
viejo, de otras mitologías, como la de Cronos/ElTiempo consumiendo a su prole.
“Itiba Cahubaba, la Anciana Ensangrentada,
roturada para que de sus entrañas salieran sus multiplicados frutos, es la
Madre Tierra. Corresponde, pues, a Pachamama, la Madre Tierra incaica, y a
Coatlicue, la Madre Tierra azteca. Avanzando el paralelismo con esta última,
los Cuatro Gemelos son los Cuatro Vientos, los Cuatro Rumbos Cardinales”[5].
Itiba, la Madre Tierra |
Desde el principio el taíno es
hijo de la tierra, nace manchado por la sangre de un parto mortal.
La Biblia no pretende enseñar
cómo fue creado el hombre, sino qué es el hombre y qué es la mujer, y cuál es
su función sobre la tierra.
En una bella parábola oriental
compara a Dios con un alfarero que modela al hombre de la arcilla del suelo
(tierra seca y rojiza, llamada adamah
en hebreo).
“El destino de Adán está ligado
para siempre a la adamah: sacado de
la adamah, su vocación es cultivar la
adamah (Gn 2,5; 3,23), vive sobre la adamah (Gn 3,23) y vuelve a la adamah cuando muere (Gn 3,19). Con un
popular juego de palabras el Yavista llama adam al hombre porque, desde la cuna
a la tumba, está íntimamente unido a la adamah,
es el agricultor, el terreno, hecho de tierra” (R. Koch).
La “Madre Tierra” (Eclo 40,1).
Pero el Señor no nos quiere esclavos de la tierra ni de los terratenientes. La
entrega a los humanos para que la dominen y se sirvan de ella (Cf. Gn 1,26-29 y
9,1-3; Eclo 17,1-3; Sal 15,16).
Pero las Antillas son unas islas
entre mares y los antillanos aparecen también relacionados con el mar que los
alimenta de peces y el agua es su ambiente natural.
En la Biblia, el Señor pone
límites entre aguas y tierra (Gn 1,9-10), llena las aguas de peces para su
alimento (Gn1,20-22), es el amo de las olas encrespadas (Gn 4,41).
En el Nuevo Mundo, es hermoso
constatar como desde su nacimiento el hombre no es solo, sino hombre-cuatro.
Hombre-solidario y comunitario. No está encerrado en su isla, sino abierto a
los cuatro vientos de la sociabilidad y de la universalidad.
“No está bien que el hombre esté
solo” (Gn 2,18), lo ha creado como ser social. “Más valen dos que uno solo,
pues obtienen mayor ganancia de su esfuerzo. Pues si cayeren, el uno levantará
a su compañero; pero ¡ay del solo que cae!, que no tiene quien lo levante. Si
dos se acuestan, tienen calor; pero el solo, ¿cómo se calentará? Si atacan a
uno, los dos harán frente. La cuerda de tres hilos no es fácil de romper” (Ecl
4,9-12).
PREGUNTAS PARA
LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO
1. ¿En qué notamos nosotros ese mal que lo vicia todo
y que la biblia llama “pecado original” y “pecado del mundo”?
2. Relación con la tierra: ¿Dejaremos perder nuestra
solidaridad con la Madre Tierra, nosotros que somos hijos/as del campo,
descendientes de un pueblo nacido de la tierra ensangrentada?
3. Relación con el mar: ¿Cómo es nuestra relación con
el mar? ¿Cómo nos servimos de él y cómo lo administramos?
4. Relación con los otros: ¿Somos gente solitaria o
solidaria? ¿Cómo cuidamos la relación con los demás?
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