miércoles, 4 de octubre de 2017

Génesis Taíno – Génesis Cristiano: La creación del hombre (3)



Yayael y el mar
El relato de los taínos sobre los orígenes nos ha llegado por medio de fray Ramón Pané[1], pobre ermitaño gerónimo que, por ser catalán, conocía poco el castellano y menos todavía la lengua de los indios. Pero fue el único con celo apostólico para querer comunicarse con ellos, y los historiadores lo califican el “primero” de los etnógrafos, maestros, catequistas y misioneros. Los textos que nos dejó son pocos y enrevesados. Pero tenemos la suerte de que, después de 1974-1975, se han podido descodificar las antiguas mitologías y corroborarlas con numerosos artefactos[2] que están a nuestro alcance.

Relata que lo contaban así:
“Hubo un hombre llamado Yaya, del que no saben el nombre, y su hijo se llamaba Yayael, que quiere decir hijo de Yaya. El cual Yayael, queriendo matar a su padre, éste lo desterró, y así estuvo
desterrado cuatro meses, y después su padre lo mató, y puso los huesos en una calabaza[3], y la colgó del techo de su casa, donde estuvo colgada algún tiempo. Sucedió que un día, con deseos de ver a su hijo, Yaya dijo a su mujer: "Quiero ver a nuestro hijo Yayael". Ella se alegró, y bajando la calabaza la volcó para ver los huesos de su hijo. De la cual salieron muchos peces grandes y chicos. De donde viendo que aquellos huesos se habían convertido en peces resolvieron comerlos.
Dicen, pues, que un día, habiendo ido Yaya a sus conucos... llegaron cuatro hijos de una mujer, que se llamaba Itiba Cahubaba, todos de un vientre y gemelos…  Los cuatro hijos gemelos de Itiba Cahubaba, que murió de parto, fueron juntos a coger la calabaza de Yaya, donde estaba su hijo Yayael, que se había transformado en peces… Y mientras comían, sintieron que venía Yaya de sus posesiones, y queriendo en aquel apuro colgar la calabaza, no la colgaron bien, de modo que cayó en tierra y se rompió. Dicen que fue tanta el agua que salió de aquella calabaza, que llenó toda la tierra, y con ella salieron muchos peces; y de aquí dicen que haya tenido origen el mar”[4]

Lo primero que aparece en el relato es la enemistad del hijo que quiere matar a su padre y éste lo destierra. Corresponde al pecado original bíblico (Gn 3), o a la rebelión del príncipe joven contra el rey viejo, de otras mitologías, como la de Cronos/ElTiempo consumiendo a su prole.


“Itiba Cahubaba, la Anciana Ensangrentada, roturada para que de sus entrañas salieran sus multiplicados frutos, es la Madre Tierra. Corresponde, pues, a Pachamama, la Madre Tierra incaica, y a Coatlicue, la Madre Tierra azteca. Avanzando el paralelismo con esta última, los Cuatro Gemelos son los Cuatro Vientos, los Cuatro Rumbos Cardinales”[5].
Itiba, la Madre Tierra



Desde el principio el taíno es hijo de la tierra, nace manchado por la sangre de un parto mortal.
La Biblia no pretende enseñar cómo fue creado el hombre, sino qué es el hombre y qué es la mujer, y cuál es su función sobre la tierra.
En una bella parábola oriental compara a Dios con un alfarero que modela al hombre de la arcilla del suelo (tierra seca y rojiza, llamada adamah en hebreo).
“El destino de Adán está ligado para siempre a la adamah: sacado de la adamah, su vocación es cultivar la adamah (Gn 2,5; 3,23), vive sobre la adamah (Gn 3,23) y vuelve a la adamah cuando muere (Gn 3,19). Con un popular juego de palabras el Yavista llama adam al hombre porque, desde la cuna a la tumba, está íntimamente unido a la adamah, es el agricultor, el terreno, hecho de tierra” (R. Koch).
La “Madre Tierra” (Eclo 40,1). Pero el Señor no nos quiere esclavos de la tierra ni de los terratenientes. La entrega a los humanos para que la dominen y se sirvan de ella (Cf. Gn 1,26-29 y 9,1-3; Eclo 17,1-3; Sal 15,16).

Pero las Antillas son unas islas entre mares y los antillanos aparecen también relacionados con el mar que los alimenta de peces y el agua es su ambiente natural.
En la Biblia, el Señor pone límites entre aguas y tierra (Gn 1,9-10), llena las aguas de peces para su alimento (Gn1,20-22), es el amo de las olas encrespadas (Gn 4,41).

En el Nuevo Mundo, es hermoso constatar como desde su nacimiento el hombre no es solo, sino hombre-cuatro. Hombre-solidario y comunitario. No está encerrado en su isla, sino abierto a los cuatro vientos de la sociabilidad y de la universalidad.
“No está bien que el hombre esté solo” (Gn 2,18), lo ha creado como ser social. “Más valen dos que uno solo, pues obtienen mayor ganancia de su esfuerzo. Pues si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo que cae!, que no tiene quien lo levante. Si dos se acuestan, tienen calor; pero el solo, ¿cómo se calentará? Si atacan a uno, los dos harán frente. La cuerda de tres hilos no es fácil de romper” (Ecl 4,9-12).

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO
         1. ¿En qué notamos nosotros ese mal que lo vicia todo y que la biblia llama “pecado original” y “pecado del mundo”?
         2. Relación con la tierra: ¿Dejaremos perder nuestra solidaridad con la Madre Tierra, nosotros que somos hijos/as del campo, descendientes de un pueblo nacido de la tierra ensangrentada?
         3. Relación con el mar: ¿Cómo es nuestra relación con el mar? ¿Cómo nos servimos de él y cómo lo administramos?
         4. Relación con los otros: ¿Somos gente solitaria o solidaria? ¿Cómo cuidamos la relación con los demás?





[1] Relación acerca de las antigüedades de los indios. México, Siglo XXI Editores, 1974, 8ª ed.
[2] Arrom, J. J., “Tiempo y espacio en el pensamiento cosmológico taíno, conferencia publicada en Thesaurus, t. L, n. 1, 2 y 3 (1995).
[3] La higüera donde guardaban a los antepasados.
[4] Relación, IX-XI, 15-18.
[5] Arrom, 318.

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