sábado, 1 de diciembre de 2012

LOS PROFETAS (de M. Avilés Blonda) I



 MÁXIMO AVILÉS BLONDA
 Ahora que estoy impartiendo un curso a seminaristas sobre los profetas. En este sábado que inaugura el tiempo de Adviento, y volvemos a abrir las páginas de los Nebiim que anunciar
on la esperanza y el mesías a través de los siglos. Me animo a repasar un librito que guardo como una joya: Los Profetas, del poeta dominicano Máximo Avilés Blonda (Santo Domingo, 1931-1988). Perteneciente a la Generación del 48 (dominicanos nacidos entre 1924 y 1938, que publican por primera vez en 1948).

"Tienen conciencia histórica de su tiempo... Esta poesía, aunque entroncada con nuestra realidad, es al mismo tiempo onírica, consciente y culta, en constante búsqueda de lo humano; poesía en movimiento, que va de lo particular a lo colectivo, de lo íntimo al mundo exterior, con una visión optimista, totalizadora y trascendente del hombre... Poesía de testimonio, esencialmente política... Ni poesía dominicana a lo dominicano, ni poesía con el hombre universal, sino poesía con lo dominicano universal" (L. Hernández Rueda). Avilés "es un poeta culto que requiere en más de una ocasión ciertas anotaciones. Este requisito se acentúa más aún en el caso actual, poesía de hálito religioso que acude a textos tan trabajados y polémicos como los bíblicos". Con él nos "sumergimos en un universo poético dominicano... Los profetas necesitan un lector que pueda interpretarlo, que comprenda el deslizamiento vertical y horizontal hacia un contexto cultural abierto y a la vez cerrado, enigmático y polémico" (Mª. del C. Prodoscimi).
El libro tiene muchas lecturas posibles, y aquí intentamos una lectura religiosa y literaria a la vez que ya demostró su capacidad de fascinación y de sugerencia.

Bibliografía: Avilés Blonda, M., Los Profetas. Biblioteca Nacional. Santo Domingo, 1987; con el estudio de Prosdocimi de Rivera, Mª. del C., "Los profetas: Un ensayo de lectura", ps. 94-134; Rosario Candelier, B., “La sensibilidad de Máximo Avilés Blonda” en La búsqueda de lo absoluto. El aliento interiorista en las letras dominicanas. Ateneo Insular. Moca, 1997, ps. 119-122.

Introducción: Creo en los Profetas

"Creo que es válido hablar en nuestros días del fenómeno profético porque estos hombres, raros para su tiempo, fueron duros críticos sociales de su realidad, realidad repetida, por desgracia, todavía en muchos puntos de esta rodante bola que pisamos. Y fueron también seguros creyentes en un cambio posible y necesario. Tuvieron todos la esperanza de una posibilidad de trastocar la agria y sazonadora sal en amarillo oro alimenticio de hombres y de pueblos con hambre.
Sigo creyendo en la dificultad de que en este Año de la Gracia de 1978, y en la República Dominicana..., alguien tenga fe en el profetismo... como canto a un esperar seguro, optimista a la llegada de una realidad material, tangible, cierta, no sueño sino cuerpo, carne, huesos que cantan de segura alegría.
Yo creo en el profetismo en tanto los profetas fueron poetas ungidos. Muchos de ellos, dentro del vientre de sus madres recibieron el Llamado. Y creo que fueron grandes y duros poetas en el sentido en que los griegos llamaron a los poetas vates, es decir, el que vaticina o predice el futuro. Fueron poetas, en fin, que tuvieron un gran sentido de la Historia en los tres tiempos del verbo ser.
Pero sobre todo, creo en los profetas y en su vigencia actual porque ellos criticaron la repetición asquerosa de muchos males: La corrupción en todos sus órdenes, el soborno, el cohecho, la prevaricación, el peculado, la compra y venta de los jueces, el solo aprecio de las cosas que se pesan, se cuentan y se miden, las pompas y ostentaciones, el falso y ambicioso mesianismo, que puede conducir como ciegos borregos al despeñadero a una comunidad miedosa, silente.
Creo en los profetas porque supieron combatir a los nacientes y prepotentes imperios de su hora. Combate vigente y necesario todavía...
Creo en los profetas porque no hay incompatibilidad entre fe, gracia y militancia y trabajo para la búsqueda de una luz nueva, esplendorosa y grácil.
Pero también creo en los profetas porque creo que por ellos habló el Señor y Dador de vida, el purificador con el fuego que cura y que no quema del cual habla el Credo de Nicea: La paloma que trae una dulce guerra aparente al espíritu pero que al final es paz, calma, equilibrio y agua salvadora... .
Yo, hoy, en 1978, todavía tengo la audacia de creer”.
(Fragmento del Discurso de Aceptación del Premio Nacional de Poesía "Salomé Ureña de Henríquez" 1977, pronunciado el 30 Abril 1978)

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