Imágenes que nos ayuden a conocer mejor los finales del siglo 19 y principios del 20, tomadas de colecciones de fotos antiguas de Palma, la capital de Mallorca, de la Part Forana (Zona Rural) de la isla, del Archivo de la Congregación y de la magnífica ilustración que nos ofrecen algunos cuadros del Museu de Lluc.
Recorren su nacimiento cerca de la famosa Plaza de las Tortugas, al comienzo del Born, en el cuarto de criados de los Gual de Torrella, o sea, capitaleño y pobre. No guardamos fotos de esta época, pero lo podemos imaginar en un niño que juega en la fuente, caminando con su gorrita de niño pobre o esperando a un amigo para ir al catecismo. Observando a los mercaderes que llegan con sus productos frescos para el mercado o que van a pesar su paja. ¿Lo podríamos reconocer, con un poco de fantasía, en alguno de estos pequeños de pantalón y pelo cortos?
Sí que nos ha llegado la foto retocada del preceptor de los niños de una casa rica del vecindario, el famoso don Gregorio Trigueros, jesuita exclaustrado, que se convertiría en su ayo espiritual. Fotos de las angostas calles por las que iba al Seminario (Plaça de sant Geroni) cuando consiguió una beca a los 16 años como alumno externo.
Huellas de sus últimos cursos, cuando se preparaba para ser más pastor que beneficiado, más cura que teólogo o administrador. Su ordenación, antes de los 25, en un presbiterio de más de 700 curas. Marcado por la espiritualidad de un Dios que tiene corazón y de la Madre del Amor Hermoso. Su preferencia por los jóvenes (de modo que lo llamaron el “Luis de los tiempos modernos”) y por la formación del laicado.
Sus 26 años en la Congregación del Oratorio, donde aprendió de san Felipe Neri el secreto de la contemplación y del apostolado simpático. Su fuego apostólico que le llevó a misionar por los pueblos de la isla, con más perseverancia que ningún otro en todos los equipos que se formaron. Su confesionario austero, donde dirigió gente de todas las clases sociales. Los conventos de clausura todavía guardan su memoria de confesor discreto y santo.
La campanada que dio con su retirada a la montaña de Randa en busca de un salto de calidad. La capacidad de engendrar una nueva congregación misionera, cuando la Iglesia cuenta ya con tantas. La humildad de pasar por loco a los ojos del mundo, al volver a bajar para hacerse cargo del Santuario de Lluc. Su empeño en probar que era posible un Santuario distinto, como lo soñaron sus fundadores, popular y recogido, imán para los peregrinos y centro de expansión misionera.
Volvió a bajar al llano, cuando sus fuerzas decayeron, al monasterio de La Real, a las afueras de su Palma nativa. Entre el polvo de las obras, la preocupación por la formación de sus hijos congregantes, su apoyo a ministerios de frontera, los achaques de su diabetes… Se abandonó en manos de Dios, puede decirse que toda su vida fue un periplo dentro de la gran palma de su Mano, sin salirse nunca de su perímetro. Que su memoria nos renueve e inspire.
Bona tasca. Nosaltres seguim per aquests camins polsos, rodejats d'al.lots tot d'una que surts de l'habitació. Esper que els propers dies pogueu celebrar el P. Joaquim. Per aqui estam més agafats per ordenacions, viatges i diàlegs (que esperem donin fruit).
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