Reconozcamos que todos andamos un poco perdidos, que se nos olvida lo que buscamos y, sobre todo, la dirección adónde vamos. Entonces resuenan las palabras de Isaías (Is 7,10-14): “Pide una señal al Señor…” Respondemos: “No la pido, no quiero tentar al Señor”. Y entonces el profeta nos pone entre espada y pared: “¿No les basta cansar a los hombres, que cansan incluso a mi Dios?” ¿No quieren tentar a Dios pidiendo una señal o la verdad es que no creen que haya un Dios capaz de enviarnos señales para el camino?
“Miren: la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel”. Nos quedamos decepcionados: ¿Qué señal espectacular es ésa? Y Mateo se siente en la obligación de traducírnoslo porque sabe que hemos perdido el sentido de las palabras importantes: “Significa Dios con nosotros” (Mt 1,24).
Si ponen atención, verán que Dios nos acompaña en los niños que siguen naciendo, en la gente que nos quiere a pesar de nuestras limitaciones, en los enfermos que no jubilan las ganas de vivir, en las obras de misericordia con los que sufren, allá donde emprendemos pequeñas iniciativas a favor de la justicia y la paz.
Por esto traigo hoy aquellos breves versos de Luis Rosales (1910-1992) titulados “De cómo el hombre que se pierde llega siempre a Belén”
De noche, cuando la sombra / de todo el mundo se junta,
De noche, cuando el camino / huele a romero y a juncia,
De noche iremos, de noche, / sin luna iremos, sin luna,
Que para encontrar la fuente / sólo la sed nos alumbra”.
Ya basta. Este es el mensaje de los profetas y de los ángeles, de los poetas y de los heraldos de la buena nueva: Si nos sentimos perdidos en la noche, pero no dejamos de buscar… Si no renunciamos a la sed, pura y dura, bebiendo en cisternas agrietadas, encontraremos la fuente… Si contemplamos con cariño los acontecimientos cotidianos, podremos descubrir la huella divina. ¡Feliz Navidad!
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