viernes, 11 de febrero de 2011

EVANGELIO PARA JÓVENES: Cómo podemos practicar el Sermón de la montaña (domingo VIº )


Hoy empezamos propiamente la lectura del Sermón de la montaña y sería estupendo que cada uno buscara el evangelio de Mt 5-7 y lo leyera de un tirón. El fragmento de hoy (Mt 5,17-37) empieza con un radicalismo que nos deja pasmados. Alguno me comenta: “Después de las bienaventuranzas del domingo pasado, me da la impresión de volver a caer bajo el yugo de la ley”.

De ninguna manera. El sermón de la montaña es el corazón de la buena noticia (evangelio), pero sólo puede entenderse si vivimos como Iglesia que está en contraste con el mundo.

Comparto con ustedes unas reflexiones del famoso biblista G. Lohfink (El sermón de la montaña ¿para quién? Herder. Barcelona, 1989, ps. 113-182) que pueden servirnos de introducción a los 4 domingos que le vamos a dedicar.

Muchas veces leemos el evangelio con un sentido meramente individual, como si fuera un asunto entre Dios y yo. Va dirigido a la familia de creyentes (Iglesia) en la cual he sido adoptado como hijo/a por la misericordia de Dios. Hay que leerlo en comunidad.

Pero así y todo algunos afirman: Incluso en nuestros días se intenta quitar hierro al sermón de la montaña. La misma jerarquía y los teólogos piden disculpas por las consecuencias que ha traído el joven Nazareno (F. Alt).

M. Weber decía que la renuncia a la violencia es algo que puede permitirse a lo sumo un santo o tan sólo un individuo sin función pública. “No se puede jugar con el sermón de la montaña… No es un taxi que uno puede tomar o abandonar a su capricho. Por el contrario, es todo o nada. La norma válida para el político es: Repelerás el mal con la violencia; de lo contrario serás responsable de las malas consecuencias”.

Mt 6,25-34 según E. Bloch es un buen indicador de la ingenuidad económica que ha caracterizado al cristianismo. Sólo es aplicable a un Jesús célibe/soltero, que vive con su grupo de amigos en la soleada Galilea (J. Weiss).

E. Steinbach: “La Iglesia es aquella sociedad cuyo único objetivo es el de disolverse permanentemente en el mundo”, ¿no dijo Jesús que teníamos que ser como la sal? Las palabras de Jesús son para el cumplimiento personal, no social.

J. Moltmann responde: La Iglesia sólo se hace reconocible como Iglesia de Cristo en la medida en que es capaz de vivir y provocar los efectos liberadores que dimanan de Jesús y de su evangelio

“Mateo no quiere decir. Vosotros sois la sal de la tierra, luego dejaos desparramar por el mundo”, sino: “Vosotros sois la sal de la tierra. No perdáis vuestra capacidad de salar”. La Iglesia es una casa en la se dispone de sal buena, si pierde el sabor hay que arrojarla fuera. Es una ciudad resplandeciente sobre la montaña. Es Iglesia para el mundo, pero no disolviéndose en el mundo, sino como contraste que sala e ilumina la sociedad.

La Iglesia no debe encerrarse en la sacristía, limitada a lo religioso y trascendente. Tiene que ser “sociedad”, “contramundo”, dimensión política y cultural. Esto no se refiere a una figura de líder carismático, a un orden religioso comprometido, a una comunidad de base… “No es un club, un círculo de amigos, sino el pueblo de Dios, contrapuesto a los pueblos del mundo” (J. Ratzinger).

No es que nosotros seamos un mundo sano contrapuesto a un mundo malo y corrupto. “Ella misma tiene que reponerse constantemente de su propio fracaso y del enfriamiento de su fe. Iglesia como sociedad contrastante no significa que se deban confesar menos culpas, sino más. Pues dice san Agustín: “Donde está el perdón de los pecados, allí está la Iglesia”. Precisamente en el humus del perdón ilimitado es donde la Iglesia se convierte en sociedad contrastante. Porque el mundo no quiere confesar sus pecados, ni que éstos le sean perdonados”.

El sermón de la montaña es la radiografía de Jesús, el Hombre Nuevo, el Hijo de Dios. Es el ideario de cómo tendría que ser la Iglesia. Es el ideal de la sociedad que nos sentimos enviados a construir por el poder de su Espíritu. No tengamos miedo, cuanto más alto sea el ideal, más creemos en la humanidad; cuanto más alto sea nuestro sueño (dream), más amor demostraremos a nuestra tierra.

Foto: Portada del Time

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