jueves, 24 de febrero de 2011

EVANGELIO JOVEN: Los pájaros, los lirios y el Reino (Dom VIII Mt 6,24-34)

1. “Buscad primero el Reino y su justicia y lo demás se os dará por añadidura” v33

Estas palabras son el centro del evangelio de este domingo, y yo me siento identificado porque éste es el primer compromiso que hice como religioso. Lo que el Fundador llamaba “fin primario” a buscar por la vida contemplativa. Ahora entiendo mejor que significan el Reino de que nos habla el padrenuestro y mi consagración –como cristiano y religioso- a “cumplir la voluntad del Padre” implantando sus valores en nuestra sociedad.

Si esto es lo primero, “¿no hemos de corregir la dirección y centrar nuestro cristianismo con más fidelidad en el proyecto del reino de Dios? El cristianismo… es una religión profética nacida de Jesús para humanizar la vida según el proyecto de Dios. Podemos "funcionar" como comunidades religiosas reunidas en torno al culto, pero si no contagiamos compasión ni exigimos justicia, si no defendemos a los olvidados ni atendemos a los últimos, ¿dónde queda el proyecto que animó la vida entera de Jesús?” (J. A. Pagola).

2 . “Mirad las aves del cielo, observad los lirios del campo” vv26.28.

Dos recursos de Jesús para remachar el clavo. No se puede interpretar este dicho como si se tratara de “un paseo familiar dominguero” contemplando la primavera (G. Theissen). “Mirad a los lirios del campo, miradlos. Ello quiere decir: préstales cabal atención, conviértelos en objeto no de una furtiva mirada al pasar, sino de tu consideración” (S. Kierkegaard).

Este gran filósofo danés observa como “las aves del cielo” hacen referencia, por contraste, al trabajo del varón ("no siembran ni siegan, ni encierran en los graneros"). “Los lirios del campo”, al de la mujer (“se queda en casa, no se aparta del sitio, pero ni trabaja ni hila, no hace sino adornarse, o mejor dicho: estar adornado”). Todos/as quedamos incluidos.

Prueba tú también de hacer como la persona afligida, que con su pena salió al campo, contempló la naturaleza y; sorprendido por su hermosura, toma en tus manos un lirio o una rosa silvestre: “¿Qué aprende, pues, el afligido de los lirios? Aprende a contentarse con ser un hombre y a no preocuparse de las diferencias entre hombre y hombre; aprende a hablar tan brevemente, tan solemnemente, tan elevadamente de eso de ser hombre, como el Evangelio lo hace acerca de los lirios”. Supongamos que el lirio pudiese hablar, ¿no tendría que decirle al afligido: ¡Cómo es posible que te admires tanto de mí, tú -¡hombre y mujer!-, que eres el milagro de la creación! Sin embargo, el lirio no puede hablar; y precisamente por eso aprovecha para hablar contigo mismo: ¿Te contentas con ser hombre y mujer? ¿Te atreves a decir: “qué glorioso es ser hombre y mujer”? ¡Qué amor/qué felicidad está prometida a quien es hombre o mujer!”

3. “¡Esta ingenuidad no se puede soportar!”

Pero tienes que saber que “hay pocos textos evangélicos que hayan suscitado una crítica tan dura como éste. Cualquier ‘gorrión muerto de hambre’ refuta a Jesús (J. Weiss), y tanto más cualquier situación de hambre y cualquier guerra. El texto parece simplista en extremo: procede como si no hubiera problemas económicos, sino sólo éticos, y es un buen símbolo de la ingenuidad económica que ha caracterizado al cristianismo en el curso de la historia. Sólo sería aplicable en la situación especial de Jesús, que vivió célibe en la soleada Galilea con sus amigos. Sería también problemático en el aspecto ético: hablaría del trabajo `en la forma más desdeñosa’ y parecerían dar pábulo a la holgazanería” (U. Luz).

¿Qué sentido tiene la advertencia: “no anden angustiados por la comida o por la ropa” v25? Y ¿a quiénes se dirige Jesús: A los discípulos dedicados totalmente a anunciar el reino de Dios?, ¿o se trata de personas corrientes, con su familia y su trabajo cotidiano? ¿o, lo que es más actual, a tantos millones de personas angustiadas por el paro?

4. A quiénes se dirige Jesús, ayer y hoy

Probablemente, en un principio, Jesús habría dirigido estas palabras, no al hombre en general (“los paganos”), sino a los radicales: “a sus discípulos, que habían renunciado, como él, a su ocupación habitual para anunciar el reino de Dios” (se habían hecho misioneros itinerantes, con una piedra por almohada y el cielo por cobijo).

Me las dirige hoy a mí -consagrado oficialmente ante el pueblo-, para que no haga de mi consagración una profesión, sino un discipulado en marcha. A Edward, que viaja estos días a Panamá “con sandalias nazarenas” para seguir la estrella de su vocación. A Carles, Joan, Xisco y Jaume, mis alumnos seminaristas que hoy van a recibir sus primeros ministerios. Al hombre y a la mujer insatisfechos que se esconden dentro de cada uno: “Donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón” (6,21).

No hay dos grados de llamada: Los perfectos y los imperfectos, los religiosos y los diocesanos, los miembros de los movimientos y el pueblo fiel. Cualquiera puede sentir la invitación a dejar el oficio, la familia y sus bienes. El mismo U. Luz comenta: “Parece que el texto, cada vez más trivializado en la historia de la exégesis, vuelve a cobrar hoy una nueva fascinación”. Ojalá se multipliquen estos nuevos servidores del evangelio, que ponen su futuro en manos del Señor. Ellos como nadie pueden rezar aquella oración de Pasolini: “Querido Dios, haz que vivamos como los pájaros del cielo y los lirios del campo”.

La comunidad de Mateo, sin embargo, lo entendió referido a toda la comunidad (los “hombres de poca fe”, hombres y mujeres que se debatían entre el servicio de Dios y del dinero v24). Hermanos y hermanas de los que, a través del tiempo, están angustiados por la crisis económica, pensando: “¿Qué comeremos?, ¿qué beberemos?, ¿con qué nos vestiremos?” ¿Cómo pagaremos la educación de los hijos? ¿Cómo pago los plazos de la hipoteca? ¿Cómo aseguramos la vejez? ¿Dónde encontraremos un trabajo estable? ¿Qué será de mis hijos y nietos, después que yo hice lo que pude para educarlos, criarlos, ayudarles a formar familia…?

Y Jesús nos repite que el Reino es lo primero. La fe en Dios, la esperanza y el perdón son la mejor herencia. La honradez personal, el amor al trabajo, la solidaridad con el pobre, la unión familiar son la mayor riqueza. Luego ya no podemos hacer más, ahora les toca a ellos optar por el seguimiento de Jesús. “En conclusión, no vivan angustiados, pues el Padre sabe que ustedes tienen necesidad de todo aquello”.

Como escribía el P. J. Rosselló: “No perdamos del todo la confianza. Quien cuida de las aves del cielo, cuidará también de nosotros”.

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