sábado, 5 de febrero de 2011

EVANGELIO PARA JÓVENES: Elogio de la Luz y de la Sal (Dom Vº)


Desde siempre se han escrito bellos poemas en “Elogio de la luz” y TVE dedicó una serie con este título a una docena de arquitectos españoles enamorados de la luz. También se ha escrito, desde antiguo, en “Elogio de la sal”. (No a la “sal de mesa” que hoy compramos en el supermercado -cloruro sódico + yodo y flúor-, que, junto al azúcar refinado, se denominan los “venenos blancos”).

Elogio de la sal cristalina natural, que contiene los 84 elementos que compone el cuerpo humano en su proporción exacta. De modo que tu sangre humana es prácticamente idéntica al agua salina del “mar primario”, con la misma concentración de elementos que tenía el mar hace millones de años… ¡Qué maravilla!

Pero Jesús hizo más: Nos dijo que nosotros somos la luz y la sal de la tierra (Mt 5,13-16).. Palabras comprometedoras que La Biblia de nuestro Pueblo comenta así: “La advertencia de “si la sal se vuelve sosa” sigue resonando hoy día, quizás con más urgencia que en otras épocas de la historia de la evangelización de la Iglesia. Nuestro mundo postmoderno que ha dado ya la espalda a todas las ideologías, sólo reacciona ante el impacto del testimonio… Más explícitamente que la sal, la luz evoca el mensaje de Jesús reflejado en la conducta diaria de sus seguidores. San Pablo dirá: “si en un tiempo eran tinieblas, ahora son luz por el Señor, vivan como hijos de la luz” (Ef 5,8). También la luz, sin el testimonio, es opaca; brilla solamente a través de las obras. La práctica de las bienaventuranzas lleva consigo una forma de vida alternativa que necesariamente será contracultural y en donde la persecución aparece como una consecuencia ineludible. Pero, incluso, o mejor, en la persecución este estilo de vida alcanza mayor plenitud de sentido: serán sal de la tierra y luz del mundo” .

Tremendo desafío, porque como dice un comentarista (Fray Marcos):

“Puedo desplegar mi capacidad de sazonar

o puedo seguir toda mi vida siendo insípido.

Puedo vivir encendido y dar calor y luz

o puedo estar apagado y llevar frío y oscuridad a todas partes.

No intentes sazonar antes de convertirte en sal,

solo conseguirás comunicar tu insustancialidad.

No intentes dar luz, antes de arder.

Solo conseguirás atormentarte”.

Lo primero es madurar y ser auténticos. Conseguir este punto interior de luz que ilumine nuestra mirada, que nos ayude a descubrir lo bueno de cada uno. Pero “si tu fuente de luz está a oscuras, ¡cuánta oscuridad habrá!” (Mt 6,23).

Lo segundo es no buscar protagonismos, sino todo lo contrario: entregarse a los demás. La sal se disuelve para sazonar el cocido. Y el aceite y la cera se consumen cuando arden para alumbrar.

Lo tercero será creer en la utopía, en lo que parece imposible. No renunciar al testimonio, a pesar de que me experimento mediocre, insípido y oscuro. Sobre todo cuando la indiferencia o la persecución aumentan la tiniebla y se pierden el saber y el sabor cristianos. Al fin y al cabo, se trata de poner nuestra confianza en que La Luz es Él y nosotros su reflejo.

En uno de estos “Elogio de la Sal”, arriba citados, Gómez Miedes relata un concurso celebrado en París con motivo de la Concepción de la Virgen, con premio para quien la alabara con más excelencia. Unos la comparaban a las piedras preciosas, otros a las plantas o a los astros. Finalmente subió al púlpito el último de todos, sacó de su bolsillo un grumo de sal gema y, levantándola suspendida por una cordel de seda, dijo: DIXI (“he dicho”)... Después de un momento de perplejidad, se le concedió la victoria. Nadie como la Virgen cumplió el mandato de ser Luz y Sal.

Foto: Salinas de Montecristi (RD)

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