CONTEMPLATIVO EN LA ACCIÓN
(En este mes de Junio
dedicado al Sagrado Corazón, hallo unas respuestas del papa en un encuentro con
las “Comunidades de Vida Cristiana” de los jesuitas, que no tienen desperdicio (Aula Pablo VI Jueves 30 de
abril de 2015). Don Bártolo, un sacerdote
diocesano, le pregunta cómo ser contemplativo
en la acción en esta sociedad de mucha acción y poca contemplación)
“Ser contemplativo en la acción no es
caminar por la vida mirando el cielo, porque caerás en un agujero, ¡con toda
seguridad!... Es necesario comprender qué significa esta contemplación. Has
dicho una cosa, unas palabras que me han impresionado: he tocado con la mano
las heridas del Señor en la pobreza de los hombres de nuestro tiempo. Creo que éste
es uno de los mejores remedios para una enfermedad que nos afecta tanto, que es
la indiferencia. También el escepticismo: creer que no se puede hacer nada. El
patrono de los indiferentes y escépticos es Tomás: Tomás tuvo que tocar las
heridas.
PONER LA MANO EN LAS HERIDAS
(La respuesta del papa lleva el mismo título
que nuestro Blog: “Las heridas del corazón”. El apóstol Tomás como paradigma
del hombre y la mujer de hoy. Nuestro patrono y nuestro mellizo)
Hay un hermosísimo discurso, una hermosísima
meditación de san Bernardo sobre las llagas del Señor. Entrar en las heridas
del Señor: servimos a un Señor llagado de amor; las manos de nuestro Dios son
manos llagadas de amor. Ser capaces de entrar allí… Y el mismo Bernardo
prosigue: «Ten confianza: entra en la herida de su costado y contemplarás el
amor de ese corazón».
Las heridas de la humanidad, si te acercas
allí, si tocas —y esta es doctrina católica—, tocas al Señor herido. Esto lo
encontrarás en Mateo 25, no soy herético diciendo esto. Cuando tocas las
heridas del Señor, comprendes un poco más el misterio de Cristo, de Dios
encarnado. Este es precisamente el mensaje de Ignacio, en la espiritualidad:
una espiritualidad en cuyo centro está Jesucristo, no las instituciones, no las
personas, no. Jesucristo. Pero, ¡Cristo encarnado! Y cuando haces los
ejercicios espirituales, él te dice que viendo al Señor que sufre, las heridas
del Señor, esfuérzate por llorar, por sentir dolor. Y la espiritualidad
ignaciana indica a vuestro Movimiento este camino, le ofrece este camino:
entrar en el corazón de Dios a través de las heridas de Jesucristo. Cristo
herido en los hambrientos, en los ignorantes, en los descartados, en los ancianos
solos, en los enfermos, en los presos, en los locos…, está allí. ¿Y cuál podría
ser el error más grande para uno de vosotros? Hablar de Dios, hallar a Dios,
encontrar a Dios, pero un Dios, un «Dios-spray», un Dios difuso, un Dios
etéreo… Ignacio quería que encontraras a Jesucristo, el Señor, que te ama y dio
su vida por ti, herido por tu pecado, por mi pecado, por todos… Y las heridas
del Señor están por doquier. En lo que has dicho está precisamente la clave.
Podemos hablar mucho de teología, mucho de… cosas buenas, hablar de Dios…, pero
el camino es que seas capaz de contemplar a Jesucristo, leer el Evangelio, qué
hizo Jesucristo: ¡es Él, el Señor! Y enamorarte de Jesucristo y decirle a
Jesucristo que te elija para seguirlo, para ser como Él. Y esto se hace con la
oración y también tocando las heridas del Señor. Jamás conocerás a Jesucristo,
si no tocas sus llagas, sus heridas. Él fue herido por nosotros. Este es el
camino, es el camino que nos ofrece la espiritualidad ignaciana a todos
nosotros: el camino…
ES EL ÚNICO CAMINO PARA LAS VOCACIONES
SACERDOTALES
Y voy incluso algo más allá: eres formador
de futuros sacerdotes. Por favor, si ves a un muchacho inteligente, bueno, pero
que no tiene esta experiencia de tocar al Señor, de abrazar al Señor, de amar
al Señor herido, aconséjale que se tome unas hermosas vacaciones de uno o dos
años…, y le harás bien. «Pero padre, somos pocos sacerdotes: tenemos necesidad
de ellos…». Por favor, que la ilusión de la cantidad no nos engañe y nos haga
perder de vista la calidad. Tenemos necesidad de sacerdotes que recen. Pero que
recen a Jesucristo, que desafíen a Jesucristo por su pueblo, como Moisés, que
tenía cara dura para desafiar a Dios y salvar al pueblo que Dios quería
destruir, con valentía delante de Dios; sacerdotes que también tengan la
valentía de sufrir, de sobrellevar la soledad y dar mucho amor. También para
ellos vale ese discurso de Bernardo sobre las llagas del Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario