viernes, 19 de junio de 2015

PAPA FRANCISCO Y LAS HERIDAS DEL CORAZÓN

CONTEMPLATIVO EN LA ACCIÓN


(En este mes de Junio dedicado al Sagrado Corazón, hallo unas respuestas del papa en un encuentro con las “Comunidades de Vida Cristiana” de los jesuitas, que no tienen desperdicio (Aula Pablo VI Jueves 30 de abril de 2015).  Don Bártolo, un sacerdote diocesano, le pregunta cómo ser contemplativo en la acción en esta sociedad de mucha acción y poca contemplación)

“Ser contemplativo en la acción no es caminar por la vida mirando el cielo, porque caerás en un agujero, ¡con toda seguridad!... Es necesario comprender qué significa esta contemplación. Has dicho una cosa, unas palabras que me han impresionado: he tocado con la mano las heridas del Señor en la pobreza de los hombres de nuestro tiempo. Creo que éste es uno de los mejores remedios para una enfermedad que nos afecta tanto, que es la indiferencia. También el escepticismo: creer que no se puede hacer nada. El patrono de los indiferentes y escépticos es Tomás: Tomás tuvo que tocar las heridas.

PONER LA MANO EN LAS HERIDAS

(La respuesta del papa lleva el mismo título que nuestro Blog: “Las heridas del corazón”. El apóstol Tomás como paradigma del hombre y la mujer de hoy. Nuestro patrono y nuestro mellizo)

Hay un hermosísimo discurso, una hermosísima meditación de san Bernardo sobre las llagas del Señor. Entrar en las heridas del Señor: servimos a un Señor llagado de amor; las manos de nuestro Dios son manos llagadas de amor. Ser capaces de entrar allí… Y el mismo Bernardo prosigue: «Ten confianza: entra en la herida de su costado y contemplarás el amor de ese corazón».

Las heridas de la humanidad, si te acercas allí, si tocas —y esta es doctrina católica—, tocas al Señor herido. Esto lo encontrarás en Mateo 25, no soy herético diciendo esto. Cuando tocas las heridas del Señor, comprendes un poco más el misterio de Cristo, de Dios encarnado. Este es precisamente el mensaje de Ignacio, en la espiritualidad: una espiritualidad en cuyo centro está Jesucristo, no las instituciones, no las personas, no. Jesucristo. Pero, ¡Cristo encarnado! Y cuando haces los ejercicios espirituales, él te dice que viendo al Señor que sufre, las heridas del Señor, esfuérzate por llorar, por sentir dolor. Y la espiritualidad ignaciana indica a vuestro Movimiento este camino, le ofrece este camino: entrar en el corazón de Dios a través de las heridas de Jesucristo. Cristo herido en los hambrientos, en los ignorantes, en los descartados, en los ancianos solos, en los enfermos, en los presos, en los locos…, está allí. ¿Y cuál podría ser el error más grande para uno de vosotros? Hablar de Dios, hallar a Dios, encontrar a Dios, pero un Dios, un «Dios-spray», un Dios difuso, un Dios etéreo… Ignacio quería que encontraras a Jesucristo, el Señor, que te ama y dio su vida por ti, herido por tu pecado, por mi pecado, por todos… Y las heridas del Señor están por doquier. En lo que has dicho está precisamente la clave. Podemos hablar mucho de teología, mucho de… cosas buenas, hablar de Dios…, pero el camino es que seas capaz de contemplar a Jesucristo, leer el Evangelio, qué hizo Jesucristo: ¡es Él, el Señor! Y enamorarte de Jesucristo y decirle a Jesucristo que te elija para seguirlo, para ser como Él. Y esto se hace con la oración y también tocando las heridas del Señor. Jamás conocerás a Jesucristo, si no tocas sus llagas, sus heridas. Él fue herido por nosotros. Este es el camino, es el camino que nos ofrece la espiritualidad ignaciana a todos nosotros: el camino…

ES EL ÚNICO CAMINO PARA LAS VOCACIONES SACERDOTALES

Y voy incluso algo más allá: eres formador de futuros sacerdotes. Por favor, si ves a un muchacho inteligente, bueno, pero que no tiene esta experiencia de tocar al Señor, de abrazar al Señor, de amar al Señor herido, aconséjale que se tome unas hermosas vacaciones de uno o dos años…, y le harás bien. «Pero padre, somos pocos sacerdotes: tenemos necesidad de ellos…». Por favor, que la ilusión de la cantidad no nos engañe y nos haga perder de vista la calidad. Tenemos necesidad de sacerdotes que recen. Pero que recen a Jesucristo, que desafíen a Jesucristo por su pueblo, como Moisés, que tenía cara dura para desafiar a Dios y salvar al pueblo que Dios quería destruir, con valentía delante de Dios; sacerdotes que también tengan la valentía de sufrir, de sobrellevar la soledad y dar mucho amor. También para ellos vale ese discurso de Bernardo sobre las llagas del Señor. 



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