lunes, 8 de junio de 2015

FIESTA DEL CORPUS: BODAS DE ORO DE MI SACERDOCIO (LLUC, 7.6.2015)

Cada primer domingo de Junio tenemos el encuentro de las familias de los MSSCC de Mallorca en Lluc. Hoy, avanzando dos hojas el calendario, hemos celebrado los 50 años de sacerdocio que recibimos en el mismo Santuario el 10 de Agosto de 1965. Fuímos nueve los que nos ordenamos: 3 escogieron otro camino y formaron familia (Juan Sanz, Jesús Ullate, Pelayo Otazu), 1 pasó al clero dioceano (Francisco Muñoz) y quedamos 5 MSSCC: 3 ya nos precedieron en el camino del cielo (Jesús Alegría, Andreu Amengual y Guillem Celià), y otros dos (Ramon Ballester y Jaume Reynés) que los seguimos de a poco, renqueando.



Cada cual tiene su historia, pero es sabido que Ramon y yo nos hemos mantenido unidos con un estrecho vínculo de amistad. Los dos sintonizamos ante las variadas manifestaciones del arte. Ilusionados por un proyecto posconciliar de Iglesia y de Congregación, dedicamos muchas energías a la formación de jóvenes y al Santuario de la Moreneta, pasamos nuestros mejores años cerca de los pobres, y otros -cuando nos ha tocado-, en funciones de gobierno de la Congregación que no deseábamos. Ahora hablaré en primera persona, seguro que también Ramon podría contar un itinerario parecido . 


CÓMO RESUMIR 50 AÑOS: “Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él”(Jn 3,17). Este fue el lema que escogí para mi ordenación, y estoy convencido que no ha pasado de moda, antes al contrario, en el credo de los MSSCC y en la Iglesia del papa Francisco. Pero hoy me atrevo a confesar que en mi primera misa de Alaró, cuando desfilaba todo el pueblo para besarme las manos, me vino a la mente otra consigna que me pareció mejor. Pensaba en mi padre panadero, y en su disgusto porque ninguno de los hijos quiso continuar con el oficio que había salvado la familia, emigrada, del hambre. Querría haber expresado mi intención de continuar, a mi manera, lo que aprendí en mi casa: Me hago sacerdote para repartir “el verdadero pan del cielo. El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo” (Jn 6, 32-33).




EL PAN DE LA PALABRA DE DIOS: “La Escritura dice: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). Por eso me enviaron a Roma, durante 5 años, a cursar Sagrada Escritura, y toda la vida me he dedicado a este menester: Compartir con los hambrientos el pan de la Palabra de Dios. Durante 25 años en parroquias marginadas de Santo Domingo, 11 años en el Santuario de Lluc, en las clases de biblia a novicios y seminaristas, a Presidentes de Asamblea, catequistas, laicado misionero, a todo el Pueblo de Dios, he querido hacer rebanadas y levadura del Pan de la Palabra. De esto tratan los libros y libritos que he escrito.



EL PAN DE La EUCARISTÍA: “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros” (Jn 6,53). Sé que fui ordenado sacerdote para celebrar la eucaristía. ¿Cuántas misas habré celebrado? A mí no me interesa tanto el número, sino los lugares donde las he celebrado. Recuerdo especialmente las misas en barrios pobres dominicanos del Ejido y la Gallera, en la loma del Chivo a donde no había llegado ningún misionero, las que tenía que subir a pie o en mulo, yo que nunca fui particularmente ágil… Las capillitas humildes que ayudé a construir, los días en que pudimos dejar una lamparita prendida en rincones abandonados donde nunca antes hubo reserva del Santísimo. Tantas comuniones repartidas, a veces con pereza, pero siempre gratificantes: Cuando volvía de las barracas insalubres, de un enfermo de sida, de una anciana ciega, de un enfermo con cáncer de boca, del hospital de los pobres!


EL PAN PARA LOS POBRES: También escuché las palabras: “Dadles vosotros mismos de comer… Señor, pero ¿no ves que son una multitud que no se acaba nunca?”. Ya no recuerdo tantos proyectos que me quitaron el sueño buscando como proveer las necesidades de los pobres. Los dispensarios médicos, las cooperativas de campesinos, los cursos de costura y de cocina por las mujeres, la canalización del agua, la electricidad que subimos con un hilo de alambre a lugares sumidos en la oscuridad, sin teléfono ni televisión… Los caminos sin asfaltar, las capillas cedidas como aulas, el “Liceo Juan Antonio Alix” que levantamos entre sudores y lágrimas, y en donde impartía formación, las becas para estudiantes pobres, los minicréditos para campesinos sin recursos, las reparaciones después de los ciclones, los puercos y las vacas que repartimos… La Iglesia me enseñó que la predicación y la eucaristía no se pueden separar de la caridad.




Y AHORA QUE ME HE RETIRADO de mis 25 años en el Caribe y del Priorato de Lluc y de la predicación más activa, ahora que cumplo 50 años de mi ordenación, comienzo a encontrar el sentido de aquellas otras palabras de Jesús : “Yo soy el pan vive bajado del cielo. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne” (Jn 6,51). Cuando paso balance y veo que no he cambiado el mundo, ni he mejorado la situación de los pobres, ni he formado discípulos que continuasen la obra que no acabé… Entiendo que estoy llamado a vivir hasta el final lo que aprendí de tanta gente buena y de mi anciana madre: Nunca podremos abandonar los hijos que hemos parido, de una u otra manera, dejar de alimentarlos y de ayudarlos a crecer. Ahora que resisto el embate de las enfermedades y siento el peso de los años… comprendo cuál es mi vocación: Seguirme dando como un pan partido, como una copa de vino derramado. Esto es mi cuerpo, esta es mi vida… Esta es mi celebración del Corpus, y espero que sea también la de Ramon y la de todos vosotros también. Gracias a la familia que tanto me amó, a los amigos y amigas que me habéis acompañado en mi caminar.


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