Ahora que se aproxima el 20 de diciembre, cuando se cumplirá el primer Centenario de su muerte en el Monasterio de La Real, me llegan a la mente algunas instantáneas sobre el Fundador. No son fotos fijas, sino movidas y algo borrosas, con personajes que ya se fueron y voces que llegan un poco distorsionadas… Celebraciones de estilos diversos. Cómo han cambiado los cuadros y los himnos que le dedicamos al Fundador...
Primera instantánea: A mitad de los años 50
Yo acababa de llegar del noviciado, con mis 16 años. En la Schola Christi nos hablaban del P. Fundador, una vez al año, algunas figuras graves y distantes, miembros del Consejo General o de la Procura de Roma, ciertos profesores, eran los que sabían del tema. Nos leían en público Un gran misionero del P. A. Thomàs, las Notas referentes a la Congregación, mucho Espíritu del Fundador escrito por el P. Juan Perelló. Una década más tarde, el P. José Nicolau escribiría una nueva biografía, con un estilo literario más cuidado, que acabaría llamándose Un hombre que creyó en el amor (título de última hora, que le venía, como sombrero de otro, excesivamente grande). Todas las noches, antes de acostarnos, pasábamos a besar el busto hierático que presidía el Escolasticado (sin un cabello desmandado bajo su clásico bonete de tres puntas, que lo hubiera humanizado un poco, y su modesta esclavina...). Cierto estudiante teólogo, a punto de ordenarse, nos contaba que para superar sus crisis había dormido con el busto del Fundador entre las sábanas. Nosotros no nos hubiéramos atrevido, lo respetábamos demasiado. En las grandes ocasiones le cantábamos, a todo fuelle, un antiguo himno a Cristo Rey, adaptado por el E. Guillem Matheu: “Gloria a ti”, triunfalista (para que ellos reinen: “ut/utinam regnent!”). La consigna hablaba de conquista (“hacer, si posible fuere, que todo el mundo se consagre a los SS. Corazones”), pureza (“modelos de sacerdotes”) y amor (“en esto conocerán que son mis discípulos”).
Himno de G. Matheu:
Gloria a ti, nuestro Padre amoroso,
oh Joaquín, ideal Fundador,
viviremos tu anhelo ardoroso
de conquista, pureza y amor.
Es tu espíritu noble y fecundo
luminoso y levítico ideal,
en tu obra hallará todo el mundo
competente socorro a su mal.
Segunda instantánea: A finales de los 80
El Concilio había remozado muchas cosas. Entre otras, el ”regreso a las fuentes” del Capítulo Especial nos había acercado a nuestro Fundador. R. Janer se atrevió a quitarle el bonete con el fotoshop. J. L. Rullán había copiado una primera imagen del nuevo icono. En Lluc y en La Real se intentaban los primeros bustos, bajorelieves y estatuas, obra de Remígia Caubet. Un antiguo estudiante teólogo, que había tenido en el Escolasticado del Coll, Emilio Velasco, se atrevía a componer una serie de cantos carismáticos (con su buen oído, la guitarra y su voz solista; melodías que hacían arrugar las cejas de los que sabían solfa). Yo llevaba 20 años en el Caribe, y recuerdo que el cassete de Emilio nos llegó en plena creación de cantos carismáticos y litúrgicos con ritmo popular. El 84 yo había escrito un librito de iniciación titulado El Fuego de Dios, y ahora hacían un “desplazamiento” de sentido al P. Joaquín Rosselló. Cambiaba el lenguaje, la música y el mensaje. No se me han olvidado las primeras grabaciones heroicas de este repertorio. (Noviciado 1989: “Grabadas a altas horas de la noche, en un pequeño Panasonic, con planta eléctrica porque sufrimos de continuos apagones, con un voltaje débil e inestable”. Gilberto y Rubén a la guitarra.- O la segunda, aprovechando el Mes de Formación para congregantes jóvenes en Montecristi. Un coro que reunía congregantes de los tres continentes, en un estudio de grabación de Santiago, acompañados de la guitarra de Jochi y R. Guadalamar). Más tarde, lograría que Radhamés Minier me pintara una visión tropical del Fundador, titulada “cañas y lanzas”, que, por cierto, no cosechó gran éxito.
Canto de E. Velasco Triviño:
¡Joaquín, fuego de Dios,
Joaquín, testigo de amor!
Tú que nos decías
que fuéramos un fuego
que encienda el mundo,
que caliente el frío:
dinos dónde encontrar
la llama que quema,
que arde sin parar.
Tú que nos querías
como un gran corazón
en una tierra
sin misericordia:
dinos dónde encontrar
un corazón que ame,
que lata de verdad.
Tú que deseabas
que fuéramos oasis
en el desierto
árido del mundo:
dinos dónde encontrar
el agua que mana
de un hondo manantial
Tú que nos repetías:
¡Creced como una hiedra
siempre arrimada
a la madre Iglesia!:
dinos dónde encontrar
la buena semilla
de la fidelidad.
Tercera instantánea: Ya en los 2000
El obispo de Mallorca, D. Teodor Úbeda, en el XV Capítulo General (17.07.1993), nos dirigió una homilía muy sugerente. En la capillita de la Casa de Espiritualidad del Santuario de Lluc, con un cierto aire de cenáculo, el obispo amigo, con sus grandes cejas pobladas y los dedos manchados de nicotina, nos habló largamente en su tono íntimo y confiado… Hay que conocer el juego del mus para entender lo que se refiere a los envites y pases. La Secretaría de la Congregación publicó después sus dos intervenciones y también las repartimos en un cassete. Recuerdo el comentario de un misionero, avezado a chocar con la jerarquía, que escuchaba las palabras de D. Teodor en sus viajes de largos kilómetros: “Nunca me había sentido tan halagado por un obispo…”
A principios del 2000, cuando regresé a España, adapté el texto de monseñor para componer una nuevo himno al fundador. Llorenç Caldentey creó la melodía, que fue armonizada por el maestro Baltasar Bibiloni y grabada en “Estudi Sargantana” con solistas profesionales. El texto recogía el lenguaje del obispo Casaldàliga y preludiaba el último congreso internacional de Vida Consagrada: Pasión por Dios, pasión por el Pueblo. Nos exhorta a recrear la herencia del P. Rosselló, fogueados en la espiritualidad del Traspasado, a servirlo en todos los traspasados de la historia y a vivir ―en nuestra sociedad deshumanizada― desde la antropología del corazón. A hacer nuestro aporte en la construcción de una Iglesia más cordial y humana.
Primera instantánea: A mitad de los años 50
Yo acababa de llegar del noviciado, con mis 16 años. En la Schola Christi nos hablaban del P. Fundador, una vez al año, algunas figuras graves y distantes, miembros del Consejo General o de la Procura de Roma, ciertos profesores, eran los que sabían del tema. Nos leían en público Un gran misionero del P. A. Thomàs, las Notas referentes a la Congregación, mucho Espíritu del Fundador escrito por el P. Juan Perelló. Una década más tarde, el P. José Nicolau escribiría una nueva biografía, con un estilo literario más cuidado, que acabaría llamándose Un hombre que creyó en el amor (título de última hora, que le venía, como sombrero de otro, excesivamente grande). Todas las noches, antes de acostarnos, pasábamos a besar el busto hierático que presidía el Escolasticado (sin un cabello desmandado bajo su clásico bonete de tres puntas, que lo hubiera humanizado un poco, y su modesta esclavina...). Cierto estudiante teólogo, a punto de ordenarse, nos contaba que para superar sus crisis había dormido con el busto del Fundador entre las sábanas. Nosotros no nos hubiéramos atrevido, lo respetábamos demasiado. En las grandes ocasiones le cantábamos, a todo fuelle, un antiguo himno a Cristo Rey, adaptado por el E. Guillem Matheu: “Gloria a ti”, triunfalista (para que ellos reinen: “ut/utinam regnent!”). La consigna hablaba de conquista (“hacer, si posible fuere, que todo el mundo se consagre a los SS. Corazones”), pureza (“modelos de sacerdotes”) y amor (“en esto conocerán que son mis discípulos”).
Himno de G. Matheu:
Gloria a ti, nuestro Padre amoroso,
oh Joaquín, ideal Fundador,
viviremos tu anhelo ardoroso
de conquista, pureza y amor.
Es tu espíritu noble y fecundo
luminoso y levítico ideal,
en tu obra hallará todo el mundo
competente socorro a su mal.
Segunda instantánea: A finales de los 80
El Concilio había remozado muchas cosas. Entre otras, el ”regreso a las fuentes” del Capítulo Especial nos había acercado a nuestro Fundador. R. Janer se atrevió a quitarle el bonete con el fotoshop. J. L. Rullán había copiado una primera imagen del nuevo icono. En Lluc y en La Real se intentaban los primeros bustos, bajorelieves y estatuas, obra de Remígia Caubet. Un antiguo estudiante teólogo, que había tenido en el Escolasticado del Coll, Emilio Velasco, se atrevía a componer una serie de cantos carismáticos (con su buen oído, la guitarra y su voz solista; melodías que hacían arrugar las cejas de los que sabían solfa). Yo llevaba 20 años en el Caribe, y recuerdo que el cassete de Emilio nos llegó en plena creación de cantos carismáticos y litúrgicos con ritmo popular. El 84 yo había escrito un librito de iniciación titulado El Fuego de Dios, y ahora hacían un “desplazamiento” de sentido al P. Joaquín Rosselló. Cambiaba el lenguaje, la música y el mensaje. No se me han olvidado las primeras grabaciones heroicas de este repertorio. (Noviciado 1989: “Grabadas a altas horas de la noche, en un pequeño Panasonic, con planta eléctrica porque sufrimos de continuos apagones, con un voltaje débil e inestable”. Gilberto y Rubén a la guitarra.- O la segunda, aprovechando el Mes de Formación para congregantes jóvenes en Montecristi. Un coro que reunía congregantes de los tres continentes, en un estudio de grabación de Santiago, acompañados de la guitarra de Jochi y R. Guadalamar). Más tarde, lograría que Radhamés Minier me pintara una visión tropical del Fundador, titulada “cañas y lanzas”, que, por cierto, no cosechó gran éxito.
Canto de E. Velasco Triviño:
¡Joaquín, fuego de Dios,
Joaquín, testigo de amor!
Tú que nos decías
que fuéramos un fuego
que encienda el mundo,
que caliente el frío:
dinos dónde encontrar
la llama que quema,
que arde sin parar.
Tú que nos querías
como un gran corazón
en una tierra
sin misericordia:
dinos dónde encontrar
un corazón que ame,
que lata de verdad.
Tú que deseabas
que fuéramos oasis
en el desierto
árido del mundo:
dinos dónde encontrar
el agua que mana
de un hondo manantial
Tú que nos repetías:
¡Creced como una hiedra
siempre arrimada
a la madre Iglesia!:
dinos dónde encontrar
la buena semilla
de la fidelidad.
Tercera instantánea: Ya en los 2000
El obispo de Mallorca, D. Teodor Úbeda, en el XV Capítulo General (17.07.1993), nos dirigió una homilía muy sugerente. En la capillita de la Casa de Espiritualidad del Santuario de Lluc, con un cierto aire de cenáculo, el obispo amigo, con sus grandes cejas pobladas y los dedos manchados de nicotina, nos habló largamente en su tono íntimo y confiado… Hay que conocer el juego del mus para entender lo que se refiere a los envites y pases. La Secretaría de la Congregación publicó después sus dos intervenciones y también las repartimos en un cassete. Recuerdo el comentario de un misionero, avezado a chocar con la jerarquía, que escuchaba las palabras de D. Teodor en sus viajes de largos kilómetros: “Nunca me había sentido tan halagado por un obispo…”
A principios del 2000, cuando regresé a España, adapté el texto de monseñor para componer una nuevo himno al fundador. Llorenç Caldentey creó la melodía, que fue armonizada por el maestro Baltasar Bibiloni y grabada en “Estudi Sargantana” con solistas profesionales. El texto recogía el lenguaje del obispo Casaldàliga y preludiaba el último congreso internacional de Vida Consagrada: Pasión por Dios, pasión por el Pueblo. Nos exhorta a recrear la herencia del P. Rosselló, fogueados en la espiritualidad del Traspasado, a servirlo en todos los traspasados de la historia y a vivir ―en nuestra sociedad deshumanizada― desde la antropología del corazón. A hacer nuestro aporte en la construcción de una Iglesia más cordial y humana.
Canto de T. Úbeda/Ll. Caldentey:
¡Comparte la pasión!
No dejes de mirar los ojos de la gente
que hambrea, sin saber, el pan del evangelio.
No dejes de mirar todos los traspasados.
Da el propio corazón antes que las ideas.
Comparte la pasión de Jesús y María.
Busca en primer lugar el Reino de Dios Padre
aunque te costará la cruz y las espadas.
¡Comparte la pasión!
Eres llamado a ser corazón en la Iglesia.
Invitado a vivir corazón en la mano.
Proyecta con tu luz un rostro eclesial
más tierno, más cordial, profundamente humano.
Como el Padre Joaquín que aceptó los envites,
que nunca dijo no, ni dijo "me reservo",
que nunca jubiló su corazón de joven.
¡Comparte la pasión!
¡Comparte la pasión!
No dejes de mirar los ojos de la gente
que hambrea, sin saber, el pan del evangelio.
No dejes de mirar todos los traspasados.
Da el propio corazón antes que las ideas.
Comparte la pasión de Jesús y María.
Busca en primer lugar el Reino de Dios Padre
aunque te costará la cruz y las espadas.
¡Comparte la pasión!
Eres llamado a ser corazón en la Iglesia.
Invitado a vivir corazón en la mano.
Proyecta con tu luz un rostro eclesial
más tierno, más cordial, profundamente humano.
Como el Padre Joaquín que aceptó los envites,
que nunca dijo no, ni dijo "me reservo",
que nunca jubiló su corazón de joven.
¡Comparte la pasión!
Creo que es un lenguaje todavía no desfasado y que invita, a la vez, a crear nuevos textos, músicas e imágenes que recreen el espíritu de nuestro Fundador en el mundo de hoy.
Desde la comunidad "22 de Enero" (Argentina) nos envían el último himno que han compuesto a nuestro Fundador con motivo del Centenario de su muerte (letra de Denis Evina y colaboración musical de Isaías Mata, teólogos msscc). ¡Que no se acabe el canto ni la música!
ResponderEliminarEstribillo: Joaquín, Padre misionero,
cuya fuerza era dejar hacer a Dios,
tus hijos contigo se alegran en este año centenario (2).
1) Gracias a vos, Señor Jesús,
gracias por tu Corazón humilde,
nos enseñaste el amor al traspasado.
2) Gracia a vos, Doña Maria,
gracias por tu Corazón de Madre,
nos enseñaste a meditar el misterio de Dios.
3) Gracias a vos, Padre querido,
gracias por el grano de mostaza,
que vos sembraste, y hoy va creciendo dando ramas.
4) El gran sueño de tu vida,
propagar el ardiente amor
de Jesús y Maria, a través del mundo entero.
5) Predicador incansable,
hiciste misiones populares,
y nos diste el gozo de la misión.