MISIONES POPULARES
(El primer ministerio que recibió el P. Pericàs fue el de predicar misiones populares, tan en consonancia con el ideal de la Congregación fundada por el P. Joaquim Roselló. Entresacamos algunos párrafos de las respuestas que dio a un cuestionario de 12 preguntas enviado por el P. Francisco J. Rodríguez, dominicano, cuando preparaba una licenciatura en Buenos Aires)
La primera Misión en la que tomé parte fue la de Palma de Mallorca cuando tenía 24-25 años. Durante mi vida de misionero he predicado unas cincuenta misiones.
Equipos misioneros y plan de la misión
Había un equipo misionero; yo he conocido varios. El primero al que me incorporé lo formaban el P. Jaime Allès, el P. Pedro-Juan Grimalt, el P. Lorenzo Rotger y el P. Bartolomé Pericàs. Además de los mencionados con los que compartí más veces mi tarea misionera, fueron los PP. José Amengual, Juan Jaume y Jaime Palou.
No tuve ninguna preparación especial, pero en las primeras misiones en las que tomé parte pude contar con la compañía del P. Allès y del P. Grimalt, que eran misioneros con mucha experiencia en tales ministerios.
La misión duraba en general doce días. Los misioneros vivían en una casa distinta de la casa parroquial. También les acompañaba un H. Coadjutor que cuidaba de ellos, sobre todo para prepararles las comidas. En general, el pueblo contribuía con donativos en especie para sustentar a los misioneros durante aquel tiempo y muchas veces todavía sobraba material que querían que nosotros nos lleváramos para ayudar a nuestros seminaristas.
El temario era muy variado, con actos para las diversas categorías de personas que componían la comunidad parroquial y actos comunitarios con la participación de todo el pueblo. Este plan tenía sus características y su originalidad. Otros misioneros, por ejemplo los paúles que predicaban misiones en la Isla, seguían un camino diferente.
Este esquema misional seguido desde los orígenes, con pequeñas variantes, llegó hasta mi época.
Cuáles eran sus características: Los actos generales eran matutinos y vespertinos. Los de la mañana en los que asistía un número más reducido de fieles empezaban con un acto de animación: el Rosario de la Aurora cantado procesionalmente por las calles del pueblo que empezaba antes del amanecer; seguidamente se celebraba la misa en la parroquia que celebraba un misionero, durante la cual otro desde el púlpito ayudaba al pueblo a su participación con explicaciones litúrgicas. Acabada esta, otro misionero tenía un breve sermón sobre una materia moral o de tipo devocional.
Durante el día, los primeros días, eran dedicados a la misión infantil con actos por la mañana y por la tarde. Asistían todos los niños de los colegios. Se terminaba con misa y comunión y renovación de las promesas del bautismo. Además con una procesión por la tarde que discurría por las calles de la población y en la que los niños llevaban palmas, banderitas... y finalizaba con un acto de afirmación en la plaza del pueblo con la arenga del misionero, gritos , cantos y aplausos de los niños y de la mucha gente que se había congregado en su entorno. Era un reclamo para los mayores.
En los días siguientes había conferencias apropiadas para señoras casadas, conferencias para chicas y por la noche el acto más importante, después del rezo del rosario. Se dividía el acto en dos partes: en la primera, un misionero, explicaba de forma popular un punto doctrinal, en general era la explicación de los mandamientos. Seguidamente, todos en pie, cantaban el credo y acto seguido, el director de la misión daba avisos y hacía invitaciones para los actos: Rosario de la Aurora, actos particulares, etc. que solía hacerlo con un poco de gracejo y con alguna bromita que hacía sonreír al público y daba a la misión todo un empaque familiar y muy sentido por los fieles.
Como acto final de la noche había el sermón moral que era el más largo y era predicado con más oratoria y versaba sobre las llamadas Verdades Eternas: salvación pecado, muerte, cielo, infierno, etc. Algunas noches, como colofón, después de despedir a las mujeres y a la gente joven, había conferencias apropiadas para solos hombres que tocaban puntos apologéticos y otras noches eran charlas para chicos jóvenes.
Los puntos a los que se daba más importancia eran los sermones morales de la noche, que en general predicaba el P. director de la misión; era el plato fuerte.
El día llamado del perdón tenía mucha importancia y se celebraba en mitad de los días misionales con sermón sobre el perdón de los enemigos, exposición solemne del Smo. Sacramento ante el cual se pedía perdón y lo hacían los diversos estamentos de la parroquia, empezando por los misioneros, seguidamente por el párroco; era un acto muy emotivo y sentido. Este día los misioneros invitaban a su mesa a los sacerdotes de la parroquia.
La visita al cementerio o a algún santuario mariano, si no estaba muy lejos de la población, o algún vía crucis público, era también un acto muy concurrido y muy sentido por la gente.
El tiempo dedicado a oír confesiones era largo porque la confesión era un momento crucial, importante, del fiel misionado que llegaba a su recta final de conversión. La visita a los enfermos también tenía mucha importancia y la comunión que se llevaba a ellos. Por fin, el último día, la misa de comunión general y por la tarde la procesión con el Smo. por las calles del pueblo y el sermón de despedida, al aire libre, pronunciado desde un balcón de alguna casa del pueblo.
Misiones renovadas
En cada misión los temas eran siempre los mismos, pero cada misionero los exponía a su manera. Sin embargo, en algunas misiones que prediqué después del Concilio Vaticano II, hubo modificaciones de temario y algunos sermones, también que eran antiguamente en plan clásico, se les daba una orientación diversa, distinta, más adecuados a la nueva teología.
Aunque asistí en Madrid a un cursillo sobre la Misión Popular Renovada, no he tenido ocasión de participar en ninguna de ellas. Quienes tienen más experiencia en la materia creo que son los PP. Cándido del Val y Miguel Mascaró.
Los tiempos han cambiado mucho y hay una grandísima diferencia entre la vida de los tiempos en que yo misioné y la actual, por eso las diversas Congregaciones que se dedican a esta clase de ministerio han estructurado nuevos planes de la misión popular renovada. No tengo experiencia personal, como he dicho, de si han tenido éxito y si han producido el fruto que de ellas se esperaba.
Me parece justo y racional que en la predicación misional de hoy se tenga muy en cuenta la línea pastoral de la diócesis, ya que el fruto de una misión no es el impacto que de forma más o menos fuerte hayan podido sentir los parroquianos sino la constancia en el seguimiento de la labor pastoral post misional.
Con las antiguas misiones se intentaba dar una sacudida espiritual a la parroquia, suscitando una renovación que abarcaba toda la población y que tenía una duración más o menos constante y duradera, que se procuraba mantener mediante ejercicios para toda la parroquia predicados todos los años y que era a manera de una mini misión. Hoy, las circunstancias y el estado espiritual de las parroquias es diferente y creo que los nuevos métodos van dirigidos más que a la gran masa, a la formación de grupos que después, a manera de fermento, puedan contribuir a una continua y prolongada renovación.
Detalles
Ahora, a modo de apéndice, añadiré algunos detalles que no han entrado en estas respuestas.
El último día de la misión, no lo había dicho, el párroco invitaba a los misioneros a comer con él en la casa parroquial. El hecho de vivir los misioneros en una casa distinta de la parroquia era para dar más libertad a los fieles para que pudieran ir ellos a hacer consultas o a pedir alguna cosa que les interesara.
En mi tiempo, con el P. Lorenzo Rotger, establecimos algunas variantes para dar más contacto y más animación a las misiones. Una de ellas fue llevar algunos objetos religiosos, sobre todo rosarios y libros que pudieran interesar a la gente que venía a la casa del misionero, y entonces era ocasión, también, de alguna conversación particular con la gente y manera muy eficaz de relacionarse.
Otra novedad que introdujimos era llevar una imagen de la Virgen de Lluc. Esta imagen la hicimos esculpir a propósito; actualmente se encuentra en el Santuario de Lluc, y era la Virgen Misionera. Presidía los actos de la Misión y en general los pueblos le ofrecían un lazo que llevaba una inscripción y llegó, la Virgen, a llevar una multitud de lazos de todos los colores: lazos de seda, cintas de seda y que a veces, incluso estaban adornadas, además de las inscripciones, con algunos dibujos, etc. Y, esta Virgen, también se llevaba en la procesión del rosario de la aurora, y sea, por la advocación de la Virgen de Lluc, sea también por ser la imagen de la Virgen, influía bastante en la animación de las misiones y por lo tanto esto en mi tiempo duró casi siempre desde que lo iniciamos con el P. Rotger.
Otra cosa que podría decir respecto de las preguntas que anteriormente me has hecho, en general no todos los Padres de aquel tiempo habían predicado misiones, pero casi todos tenían intención y tenían deseo de participar a alguna misión.
Efectivamente, cuando celebrábamos la Primera Misa, después de la ordenación sacerdotal, se bendecía un crucifijo, que yo todavía conservo, y se nos imponía y era el crucifijo que todos los días que duraba la misión el misionero lo llevaba pendiendo de su pecho cuando salía por las calles y en los actos públicos misionales; era el crucifijo misionero, y por lo tanto era también un elemento que contribuía más o menos.
Cuando íbamos por la calle el misionero siempre salía de casa vestido con el manteo, el manteo español, amplio y llevaba siempre en la cabeza el bonete que era, digamos el sombrero, el gorro sacerdotal; primero era el bonete de las puntas, estilo español, después, como más cómodo introdujimos el bonete de estilo italiano que era plegable y era mucho más cómodo.
He añadido estas pequeñas cosas que me han acudido después porque siempre pueden ayudar.
En cuanto a lo que he dicho que durante la misión los fieles cuidaban de nuestra alimentación he de decir que en muchos pueblos la gente era muy generosa y nos sobraba siempre mucho material, especialmente en aquellos años que eran después de la guerra de bastante austeridad en Mallorca, pues el poder llevar a nuestro seminario aquello que nos sobró a nosotros, que a veces como he dicho era material bastante abundante, era también motivo de alegría para ellos y también para nosotros los misioneros poderles hacer aquel obsequio.
En general también cuando duraba una misión en las comunidades que lo sabían se hacia todas las noches oración para el buen éxito de aquella misión y el final de la misión, si había en aquel pueblo congregantes, hijos de aquella parroquia, solían venir también a visitarnos y a participar con nosotros de los últimos actos del programa misional el domingo aquel de la despedida.
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