Si ahora mismo me preguntaran cuál es la página más interesante del NT, respondería que el evangelio de Lc 18, 1-8, que leemos este domingo 17 de octubre.
“Pocos pasajes evangélicos atestiguan tan vivamente la trayectoria que pudo seguir una enseñanza desde su primera formulación hasta su expresión última” (F. Bovon). Pero, además, añado yo, pocos resultan tan enlazados con la actualidad, siempre que no nos conformemos con las traducciones ritualizadas oficiales, y nos atrevamos a desmontar el tejido del texto (exégesis). Es decir, a hacerlo lectio divina, desde el estudio, la oración y la actualidad.
1. Lc 18, 2-5 Pocos como éste nos ofrecen el aire fresco, provocador de una parábola sorprendida en la boca de Jesús de Nazaret. La viva descripción de los personajes populares bien conocidos: “Había un juez en una ciudad que no temía a Dios ni respetaba a los hombres” (corrupto y haragán, no hace nada, no reacciona a los problemas que le traen).- “Había también en esa ciudad una viuda que venía a él y le decía: Hazme justicia contra mi adversario” (perseverante y molesta, jodona como una piedrecita en el zapato). “Y durante largo tiempo no quería. Pero después se dijo a sí mismo: Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo por las molestias que esta viuda me causa, le haré justicia, no sea que, al final, me pegue en la cara y me ponga morado”. (¿Cómo se atreve a comparar a Dios con este juez inicuo y sin entrañas? ¿Qué querrá decir? ¿Esta es la justicia de Dios, bendito sea su nombre, el Innombrable, el Compasivo y Misericordioso?
2. Lc 18, 6-7 “Luego el Señor (el Maestro que nos explica la parábola, el Kyrios/Señor que adoramos en la Liturgia) dijo: Escuchad bien lo que dice el juez inicuo: ¿No hará justicia Dios a sus elegidos que claman a Él día y noche?” Alguien de la comunidad objeta: “Pero tarda mucho a este respecto, Dios es muy paciente”. Lucas: “Os digo que les hará justicia sin tardanza” (que no significa exactamente “enseguida, de una vez”; que nos invita a examinar si nosotros oramos con la fe de esta viuda). Lo importante no es nuestra oración personal, nuestro caso particular, sino que nos identifiquemos con “sus elegidos” (la comunidad amada) que “claman día y noche” (pobre, desamparada como la viuda; a merced del amo cruel, de la justicia inmisericorde). Esto significa que “hemos de orar siempre” (aunque vivamos en el desamparo, víctimas de la injusticia, no dejar de resistir e importunar como la vieja). En la Lectura comunitaria que hemos tenido esta mañana, por primera delante de la chimenea, uno comparaba la viuda con el caso mediático de los mineros chilenos. Lograron salir del pozo por su fe, por la tenacidad de las familias; como decía el presidente, por el orgullo de un pueblo no desarrollado del todo, pero que sabe responder a la adversidad.- Otro la comparaba a las comunidades cristianas del Próximo Oriente, reunidas en Sínodo en estos días (reprimidas, minoritarias, tentadas a emigrar, pero resistentes).- Yo cito el caso del teólogo Jon Sobrino que acudió al Congreso de la Asociación Juan XXIII con una sonda colgada del brazo (acabado de salir del hospital, con cáncer pero resistente para que no se acalle la causa de los que padecen injusticia). Nuestra fe ¿es como la resistencia de la viuda?
3. Lc 18, 8 conserva la pregunta más inquietante de la historia que nos llega desde Jesús ( o, al menos, desde la comunidad lucana): “Sin embargo (tengo que confiaros una duda, una preocupación que llevo clavada como una espina), cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará la fe sobre la tierra?” Caramba, si yo, mi familia, mi comunidad… ¿qué opinan: habremos mantenido la fe? Algunos avisan que no se refiere a cualquier clase de fe (todas respetables), sino precisamente a “esta clase de fe” de la viuda, como la comunidad elegida que resiste, la que hace de la vida oración y acción, capaz de transportar montañas o árboles corpulentos. Que “siempre habrá pobres”, ya lo sabemos. Pero la pregunta es si nosotros, los injustamente tratados sobre todo, no claudicarán en su resistencia y en la fe en el Dios Vivo. Si la Injusticia, Mamona/la Riqueza, el Poder sin entrañas no acabarán comiéndose a los pobres, si acabará el cristianismo. Una pregunta para espabilarnos y hasta para quitarnos el sueño.
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