No sé si habrán notado que el arresto de Juan Bautista fue el desencadenante de la vida pública de Jesús. Entonces volvió a Galilea, su provincia de origen. Pero no a Nazaret, con su madre y su taller, sino a Cafarnaún, camino entre Egipto y el oriente, encrucijada de gentes paganas de diversas culturas. Distante del centro económico, político y religioso de la capital (Jerusalén). Entre “el pueblo que habitaba en tinieblas y en sombras de muerte, les amaneció la luz”. Jesús empezó a proclamar: “¡Conviértanse, porque está cerca el Reino de los cielos!”
Viviendo allá (como quien dice “caminando o paseando junto al lago de Galilea”), conoció a Simón (Pedro) y Andrés, Santiago y Juan, que faenaban en sus barcas. Y les dijo: “Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres”. Ellos, inmediatamente, dejaron el negocio y a su padre y le siguieron.
(“Dos pares de hermanos, señal de que el Reino es el lugar de la fraternidad. Jesús escoge trabajadores, porque El no necesita teoría sino acción. Los dos últimos dejan al padre, porque ahora van a estar al servicio del proyecto del Padre de Jesús. Jesús no pide que hagamos una cosa completamente diferente de aquella que hacemos. Pide que hagamos aquello que ya hacemos, pero ahora a favor de los otros. Y la primera cosa es descubrir las dolencias y enfermedades del pueblo… males generales, que impiden al pueblo tener libertad y vida” (I. Storniolo, Mateo. San Pablo. Bogotá, 1999, p. 55).
- También nosotros tenemos que tomar nuestras decisiones y madurar. A veces pensamos que somos inútiles, ¿cómo podemos ponernos al servicio de los otros con nuestra vida y profesión? ¿Cuáles son las dolencias de nuestro pueblo y cómo podemos ayudar a curarlas? ¿Dónde está nuestro Cafarnaún?
2. ¿Quiere usted bailar con mí?
Es un título gracioso que sonó mucho. Voy a aprovechar el hermoso librito de Megan McKenna titulado Parábolas. Las flechas de Dios (PPC, Madrid 1997, cap. 1) donde comenta que el Bautista era una flecha afilada en manos de Dios (cfr. Is 49,1-2). Tal vez podrán pensar que no viene a cuento, que de Juan hemos hablado los domingos pasados. Pero creo que la flecha y la danza hacen una buena adaptación al mundo de los jóvenes de la llamada a los discípulos, tema que se reduce demasiado a la vocación religiosa y sacerdotal.
“Dios se sirve de Juan a la manera que un arquero se sirve de la saeta para atravesar los corazones de las personas alcanzadas. (Herodes y Herodías, su esposa adúltera, son heridos y reaccionan) con extrema violencia durante una cena. El precio de su vida fue un baile. (Lo que no saben estos dos prepotentes es que el baile era la vocación de Juan, desde el vientre materno: “irás delante del Señor para preparar sus caminos” Lc 1,76). Juan nos enseña la danza de la fe… Porque cuando María, con Jesús en su seno, va de visita a casa de su prima Isabel, Juan se agita. Es a él, a Jesús, a quien señala, y da patadas y saltos al reconocerlo, y empieza la danza del nuevo reino de los desheredados, los humildes y los pobres… La danza empieza con una mujer anciana, una joven y dos niños que están por nacer, en una colina fuera de Jerusalén. Cuando Juan crece, su baile le lleva hasta el desierto para vivir escondido en la mano de Dios, en la aljaba de Dios. Cuando se deja ver en el mundo y predica una nueva manera de vivir, un nuevo paso de danza, invita a los demás a introducirse en las aguas del Jordán, en las aguas del bautismo… ¡La flecha desconoce el blanco o la mano que la ha lanzado! (Cuando está preso) ya no se necesita más la flecha, porque (Jesús) el arquero, el que empuña la espada de doble filo, de mirada tierna y llena de justicia, ya no está encerrado en la aljaba de Dios, sino que está presente en medio de su pueblo… Y así, la vida de Juan termina con una danza, una de las viejas danzas del poder, de la intriga, de la desvergüenza y la rabia, y Juan pierde su cabeza”. Jesús de Nazaret nos invita a entrar en el baile del Reino.
- Esta reflexión “nos cuestiona de forma apremiante si danzamos para el Reino. ¿Danzamos para prepararnos, a favor de la justicia y la esperanza, para Jesús y para el Espíritu, o danzamos para alguien que está en el poder?”
- “Juan, la flecha, nos pregunta: ¿Hacia quién apuntamos? ¿Hacia el corazón de quién hemos sido enviados? ¿Para quién hemos sido elegidos por Dios? ¿Cuándo llegará nuestro tiempo de ser lanzados a la historia y a la esperanza de los pobres?”
- Decía el filósofo Nietzche: “Sólo los que pueden almacenar dentro de sí la presión y el caos de la tensión pueden dar a luz una estrella que baile”. ¿Nos animamos a iluminar un poco las tinieblas de nuestra sociedad?
- “Veamos: ha llegado el momento de quedarse al descubierto, sin protección alguna, de ser cuestionados por todo y por todos, de que se nos enseñen nuevos pasos de danza, de jugar a la “patata caliente” y de descubrir que nosotros somos esa patata caliente que caerá al fin en los brazos abiertos de Dios”. ¿Nos animamos a jugar a la “papa caliente”, a ejercer un papel comprometido en la sociedad?
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