lunes, 3 de mayo de 2010

El Fuego de Dios: Infancia (1)


(En este mes de mayo saldrá de la imprenta la 2ª edición del librito que escribí en 1984 en República Dominicana, cuando me dedicaba a la formación de los novicios caribeños. Actualmente, la mayoría de aspirantes a nuestra Congregación proceden de África, y difícilmente puedo comunicarme directamente con ellos. Ahora he tenido presente otro público interesado en conocer la vida y obra del P. Joaquim Rosselló: son los Laicos/as Misioneros de los Sagrados Corazones y los numeros colaboradores/as de la Fundación Concordia, extendidos por tres continentes. La obrita está pensada como guía de iniciación, y por ello he seleccionado un florilegio de los distintos géneros literarios que usaba el Fundador: Sus Notas autobiográficas, su Epistolario y Sermonario, las Notas de Prensa que pueden ubicarlo en su tiempo de finales del s. XVIII y comienzos del XIX.- En vez de los dibujos de la amiga Nurys Jacobo, hemos preferido una serie de fotografías, que son tributo de nuestra era digital y le dan un aire más universal.- Esperamos que se actualice próximamente la edición francesa. Y, mientras tanto, publicaremos fragmentos importantes en nuestro blog, con la disponibilidad de recoger los comentarios que nos envían y responder las preguntas que susciten).


CARNET DE IDENTIDAD

JOAQUIM ROSSELLÓ I FERRÀ, fundador de los misioneros de los Sagrados Corazones, nació en Palma de Mallorca (España) el 28 de junio de 1833.

Sus padres fueron Gabriel y María Anna, unos humildes sirvientes de la noble familia Gual de Torrella.

Bautizado el mismo día de su nacimiento, le impusieron una letanía de nombres del santoral: Joaquín, José, Ignacio, Pedro, Antonio de Padua y León. Durante mucho tiempo lo llamaron con el cariñoso diminutivo de “Ximet” y luego de “Xim” o “Joaquim” en la edad adulta (“Joaquinito”, “Quincito”, Joaquín en mallorquín).

Creció en una familia numerosa de ocho hermanos, que la vida acabó dispersando por el mundo: Dos murieron en Cuba y otro en Francia.

Tres veces salió de su isla mediterránea; las tres con motivo de una peregrinación religiosa a Tierra Santa, a Roma y a Lourdes.

Fue uno de esos mallorquines de vocación monacal, amantes de la paz del claustro, del chirriar de las cigarras y del silencio dorado.

Y, sin embargo, fue padre de una gran familia de hombres y mujeres buscadores del Reino, servidores en las pequeñas Iglesias locales o misioneros en la Iglesia universal.


NOTAS DEL P. JOAQUIM

(Nuestro protagonista nunca llevó un diario íntimo o una agenda personal, como se acostumbra hoy. Pero desde la atalaya de su ancianidad, entre 1897-1902, escribió algunas Notas referentes a la Congregación que fundó, que desvelan aspectos muy interesantes de su biografía, de su itinerario espiritual, de cómo la Providencia guió sus pasos)

Nota II: Cierto sentido espiritual

“Era aún muy chico y, si bien, tuve como los demás mis travesuras y debilidades propias de la edad, conservaba no obstante cierto sentido espiritual que me impulsaba siempre a respetar y amar aquellas personas que por su modestia, compostura y trato, reconocía ser siervos de Dios…

Además, gustaba muy mucho en esta edad frecuentar aquellas Iglesia en las que observaba ser los sacerdotes más ejemplares y edificantes, y que celebraban con mayor recogimiento el Santo Sacrificio de la Misa. A ellas me dirigía e iba todos los días muy de madrugada para asistir al Sto. Sacrificio, y tener mi oración mental.

Igualmente frecuentaba también mucho las consabidas Iglesias un hermano lego de la Compañía de Jesús; que tenía por nombre D. Gregorio Trigueros, natural de Madrid (de mucho talento y habilidad para atraer a la juventud)...

Sucedió con ese buen Hermano que, como hubiese notado que frecuentaba yo mucho las mencionadas Iglesias, y que, muy joven y estudiante aún, me pasaba largas horas arrodillado en oración delante del Tabernáculo; un día, al verme salir de una de esas Iglesias, se acercó a mí, me saludó y comenzó a hablarme...

Cuanto bien hizo a mi alma ese buen Hermano lego y relego, como él mismo por humildad se añadía, sólo Dios lo sabe, que se valió de él para destetarme del mundo, y aficionarme a la perfección; sólo a él debo después de su Divina Majestad, que fue el

que me lo deparó, no haberme corrompido en mi juventud; el haberme apartado de ciertos compañeros que quizá me hubiesen arrastrado y llevado no sé adonde; el que desde muy jovencito me diese al ejercicio de la oración mental, lectura cotidiana, práctica de exámenes general y particular, frecuencia de sacramentos; y que no diese en tan peligrosa edad funestas caídas en materia de impureza, como lo veía en los otros”.

Nota III: A todo me lanzaba

“Como tuviese en Santa Clara una pariente muy inmediata, religiosa profesa de aquel convento, a quien de cuando en cuando visitaba; ésta con el correspondiente permiso de su abadesa, vino a veces a poner en mis manos ciertos libros ascéticos, como el P. Rodríguez, Temporal y Eterno, Flos Sanctorum del P. Ribadaneyra, o vidas de los Santos; cuyas lecturas suscitaron en mí tan vivos deseos de la vida espiritual y una tan fuerte inclinación de imitar, en sus virtudes, a esos grandes héroes de nuestra sacrosanta religión, que, sólo de considerar ser mi vida tan imperfecta y diferente de la de ellos, se encendía en mi pecho un tal ardor, y sentía en mi alma un tan fuerte impulso a imitarlos, hasta en sus extraordinarias penitencias, que a todo me lanzaba…

De ahí el privarme muchos días del almuerzo, que escondía, para darlo al primer pobre que hallase en la calle, cuando salía para ir a la escuela, o a otra parte; de ahí el ceñirme por la cintura una cuerda con gruesos nudos tan apretadamente, que me entraron de manera dentro de la carne, que cuando quise, por haberla llevado mucho tiempo, no me la podía arrancar; de ahí el buscarme cilicios y disciplinas, y entregarme de tal modo a la maceración de la carne, y de mi mal inclinado cuerpo, que todo (por lo que leía hacían los santos, siendo en todo su vida los más tan inocentes) me parecía poco o nada.

Eso fue lo que en breve me redujo a tal estado de flaqueza y agotamiento de fuerzas, que puedo decir, que pasé de un extremo a otro; antes por lo robusto y obeso de mi cuerpo, se admiraban mis condiscípulos, y hasta mi profesor; y luego después, por lo adelgazado, y quebrantada salud, a que me veía reducido, se compadecían; como que ignoraban la causa de tan repentino cambio. Mas Dios quiso poner fin a mis imprudencias, y sacarme de mis errores relativamente a imprudentes mortificaciones y extraordinarias penitencias…

Mi profesor de latinidad y primer año de retórica me privó en absoluto de todo, principalmente de todo lo relativo a asperezas, fuesen ayunos, cilicios, etc. y que, en adelante, no pudiese practicar ninguna penitencia sin previo permiso de mi director.

Con estas determinaciones y acertados consejos, puesto de acuerdo con los pareceres tanto de mi profesor de latinidad y primer año de retórica (el franciscano exclaustrado Fr. Jaume Rosselló Arrom), como de mi confesor ordinario (D. Lluc Juan), procuré corregir mi error, y valerme de los medios que juzgué más eficaces para la reparación de mis fuerzas y quebrantada salud”.


PREDICACIÓN: Quería ser un santo

(El pequeño Ximet tenía sus héroes, los amigos de Dios. Cuando predicamos de un santo, exaltamos en él las virtudes que nosotros más admiramos. Fijémonos, por ejemplo, como hablando de san Vicente Ferrer, un santo muy popular en la Corona de Aragón, Joaquim se retrataba a sí mismo: Cómo fue su infancia y su juventud; lo que soñaba ser en su vida sacerdotal y misionera)

Sermón de San Vicente Ferrer, predicado en Santa Catalina de Sena, Palma, el 09/05/1856 ó 86

Fuit homo missus a Deo. Fue un hombre enviado de Dios (Jn 1, 6).

  • Respuesta de Dios a la Iglesia

No hay que temer: la Iglesia, hermanos, ha sido siempre perseguida, lo es hoy y lo será todos los siglos. Mas nunca han prevalecido contra ella las puertas del infierno. Está escrito que el que vela sobre ella no duerme ni dormita jamás, ha dicho el Profeta: Non dormitabit neque dormiet qui custodit Israel (Sl 120,4). Y jamás también la Divina Providencia se ostentó más admirable en favor de ella que cuando a la vista de los hombres corría al parecer más inminente peligro… la inmaculada esposa del Cordero…

  • Infancia: Comunicación con Dios

Al nacimiento de Vicente… se pregunta toda Valencia conmovida: qué ángel, qué niño es éste que se nos ha nacido; Juan vuela a la soledad y al retiro, y a Vicente se le encuentra siempre en los lugares más recónditos y apartados para entregarse a sus solas a la íntima comunicación con Dios. La infancia de Vicente fue en todo angelical como la del Bautista, nada hubo en ella de atolondramiento, nada de pueril, como Dios le deparaba para que fuera elocuente predicador, sus más frecuentes entretenimientos ya en la tierna edad de siete años, era reunir muchos niños, para enseñarles lo que sabía del Catecismo, y para predicarles desde un pequeño púlpito, o bien de una silla, o bien de una mesa se lo hacía provisional.

Desde su infancia se dedica de tal modo a la oración que viene a hacerse en él habitual este piadoso ejercicio; y de modo que en todas partes sabe recogerse para tener su oración, tanto en su casa como en el templo, tanto en el campo como en la ciudad, tanto en poblado como en lugar desierto, por doquier le acompaña el espíritu de oración de tal manera eleva su alma a Dios que se halla continuamente anegado y absorto en la inmensidad de su divinas perfecciones.

  • Castidad eminente

De ahí el que adelantase tanto Vicente en todas las virtudes, en la castidad y pureza de cuya fragancia según Catalina de Sena, se deleita Dios y sus ángeles, y fue tan especial en nuestro Santo esta virtud, que según está contenido en la bula de Canonización consiguió Vicente por gracia lo que los ángeles lo gozan por naturaleza.

  • Modestia, perfume de Jesucristo

La modestia y compostura fue tal en nuestro santo, que todo predicaba en él, cual en su Santo Domingo; por doquier dejaba ir la fragancia, el buen olor de Jesucristo según S. Pablo (2Cor 2,15)... Predica con sus ojos siempre bajos y serenos, con su hablar siempre grave y mesurado, con todo su contingente más de ángel que no de hombre... Su silencio mayormente cuando permanecía en el convento fue continuo y nunca hablaba ni con los de casa, ni con los extraños a no ser preguntado y eso aún de cosas que perteneciesen a la gloria de Dios y al bien de las almas.

  • Penitencia, pobreza, obediencia

En sus penitencias seguía siempre el espíritu de su Santo Fundador, iba vestido de cilicio, tomaba cada día tres disciplinas de sangre, ayunaba todos los días no comiendo más que una vez; dormía sobre la dura tierra teniendo por almohada una piedra y cuando más algunas veces la Sagrada Biblia. Su espíritu de pobreza no le permitía poseer nada ni tener apego a nada; fue en extremo obediente, jamás quiso hacer su voluntad, y en su apostolado se sujetaba siempre al parecer de sus compañeros a no ser que Dios le revelase lo contrario.

  • Caridad como un fuego

Su caridad volcanizaba continuamente su pecho de modo que rompió varias veces sin casi advertirlo en amorosos requiebros y tiernísimos afectos con su bondadoso Dios, y se sentía movido a recorrer el mundo para dar a conocer su nombre, para convertir pecadores, para salvar, si le fuere posible, todas las almas.

  • Gran predicador

Cometido a Vicente por sus superiores, el cargo de predicador, e instado por el mismo Jesucristo a cumplir con tan excelente ministerio, Vicente se presenta ante el mundo, cual si fuera otro Elías u otro Juan Bautista, su palabra viva y eficaz penetra hasta lo más interior de los corazones, dividiendo cual espada de dos filos el alma del espíritu. A él acuden como al Bautista magistrados, militares, gente del pueblo que movida por sus predicación a emprender una vida nueva, exclaman con aquellas palabras del sagrado texto: quid faciemus? Quid faciemus? Dinos, Vicente, dinos qué quieres que hagamos, prontos a cumplirlo.

  • Imitar a los santos

Esforcémonos todos en imitar las virtudes, su humildad, su pureza, su mortificación, su caridad, su espíritu de oración, su celo por la gloria de Dios y del prójimo, para que imitadores suyos en la tierra merezcamos después ser sus eternos compañeros en la bienaventuranza del Cielo.

Así sea, Divino Jesús, para que allí, descorrido ese velo eucarístico que ahora os oculta a nuestras miradas, os veamos cara a cara y cual sol esplendente y claro por los siglos de los siglos. Amén.


Fotografías: El autor ante el monumento de Remígia Caubet, en Lluc (foto de Raphel Pherrer).
Cuadro de Antoni Ribas (Museo de Lluc).

2 comentarios:

  1. L'amic Joan Arbona, que fa les seves vacances a Sóller, és el primer que m'escriu: "Jaume, bon dia. Acab de llegir el DNI del P. Fundador…molt bé! Compartesc aquest nou "objectiu": els LM.Ss.Cc. i Concòrdia, són ells els més interessats en la lectura i coneixença del Fundador.
    Això me desperta que m´agradaria parlar com hauria de ser la Formació del LM. i procés...
    Mirarem de trobar hores quan torni per lluc.
    Molt bé la idea d’adjuntar troços de les seves Notes i aquest Sermó sobre St Vicent Ferrer.
    Realment, Jaume, ets com les abelles i saps descobrir lo millor...
    Pentura, vist amb ulls de defora, aclararia:
    1) Mallorca,Illes Balears, ja que sempre les Canàries ens guanyen.
    2) Que fou batiat a la Parròquia de sant Jaume. Són dos petits detalls que crec ajudarien.
    Jaume, endavant. Una abraçada. Joan

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  2. Jaume: esper ser a Lluc a pirncipis de juny i veure el resultat de l'edició. Confii que endevinaràs amb les fotografies.
    Interessants les elucubracions litúrgico-vitals del P. Pericàs. Com també les efervescències misisoenres del P. Arbona.
    A reveure.

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