martes, 28 de junio de 2011

Los Sagrados Corazones, Modelo de Comunidad


La fiesta litúrgica, por una parte, y la fiesta en comunidad y en espíritu de los Sagrados Corazones coincide con el día de la apertura del Capítulo General de nuestra Congregación.

La primera petición de nuestra oración por el Capítulo es de mucha calidad: Reconocemos a la Trinidad, de manera que entramos directamente en lo más profundo de nuestra salvación, en este Dios salvador, generador de una familia en plan de salvación. Valoremos esta dimensión mucho más que cualquier otra súplica.

"Dios Padre, rico en misericordia, que enviaste al Espíritu consolador e inauguraste tu Reino en Cristo"

Las dos peticiones que siguen son un reflejo de nuestra primera confesión de fe. "Danos un corazón sencillo y puro, para que, en nuestra reunión capitular, busquemos con afán el bien de la Congregación, movidos por los criterios del Evangelio".

Gracias a la guía del Espíritu, a este Padre de misericordia le suplicamos que nuestro corazón sea un reflejo del hombre nuevo que anuncian las Bienaventuranzas. El Espíritu nos conduce a Jesús, en nuestra historia personal y congregacional, de modo que nosotros, imágenes de la Trinidad, reproduzcamos en nuestras vidas los mismos sentimientos de quien es la imagen corporal de Dios, Jesús de Nazaret.

Este anhelo no es otra cosa que la respuesta a la vocación que hemos recibido, religiosos y laicos, de seguir a Jesús. Sencillez y pureza de corazón, que hicieron prorrumpir a Jesús en aquel himno de acción de gracias. Si cultivamos estas actitudes evangélicas, ya somos la alegría del Redentor, no digamos sólo que lo seremos. Jesús trabajaba bien con los verbos. El corazón del Padre ya se manifiesta a quienes tienen un corazón sencillo y limpio. Esta actualización de la revelación del Padre nos dispone a entrar en el Capítulo despojados de intereses personas, de ganas de medrar, de afán de imponernos.

Ser imágenes del Dios Padre, Hijo y Espíritu no nos libera de ser limitados, y como personas sujetas a un entorno y a una salud, a unas posibilidades intelectuales, nos herimos y somos heridos. Esta situación es inevitable. No somos dioses. Pero, si sabemos que Jesús nos invita, también nos consta que Él fue sensible a quienes estaban heridos en su cuerpo y en su espíritu. De aquí que, apelamos a la unción bautismal del Espíritu. La confirmación, así como el sacramento del matrimonio o de la ordenación ministerial son otros tantos regalos para dejarnos ungir por el Espíritu. También es mensaje evangélico que Jesús es manso, y junto a la sencillez, también propone la suavidad de corazón.

Necesitamos esta unción para superar rencores, envidias, malo recuerdos. La suavidad de la unción es imprescindible para convivir y hacer un proyecto común. Recordemos la Palabra: “Que el sol no se ponga…”. Que no se ponga sobre nuestro corazón airado. ¿Cómo vamos a celebrar la eucaristía? ¿Acaso el que es de Corazón manso no dice: “deja la ofrenda, y antes reconcíliate con tu hermano? Hermanas y hermanos, eso no es fácil, pero sin esta sanación no pensemos ir al Capítulo. Mejor quedar en el atrio de los gentiles.

"Sana nuestras heridas interiores con la unción del Espíritu, para que seamos un competente socorro de la Iglesia y de quienes te buscan con sincero corazón".

Si esta oración pasa a nuestra vida, tendremos un espíritu crítico para discernir dónde la Iglesia necesita ser más vigor, claridad, apoyo, espíritu de frontera. El P. Joaquim Rosselló i Ferrà estuvo en constante atención a las necesidades de la iglesia local. Iglesia local quiere decir comunidad donde se escucha y se comparte la Palabra, la Eucaristía y el Amor. Es un espacio de realismo para la salvación.

¿No les parece que hemos de insistir más en favorecer actitudes y gestos de comprensión, de valoración mutua de nuestras personas, en reconocimientos de nuestras lenguas y culturas que no en acentuar tensiones? ¿No os parece que podríamos valorar más el trabajo de nuestras comunidades, al menos en la medida que lo valoran muchos obispos, presbíteros, religiosos y religiosas, laicos? ¿Por qué negarnos un reconocimiento humano sincero y cordial?

Con el vigor del Espíritu del Traspasado, entrados en la senda del P. Fundador, fortaleceremos los ministerios carismáticos, con la flexibilidad, con la creatividad, que, como nos acaba de escribir un maestro en psicología, caracterizaron al P. Fundador.

Hermanas y hermanos, sanados de nuestras heridas, con salud evangélica y carismática, atravesemos el umbral del XVIII Capítulo General. Un abrazo,

Josep Amengual i Batle, Superior General MSSCC

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