Re-lectura
de la fe de los Patriarcas (Génesis
12-25)
A Mamá-Buela se le ocurrió lo del
matrimonio por conveniencia. "Así muchos lograron visa, residencia, un
puesto de trabajo más seguro... "
El
abuelo se casó con una mulata puertorriqueña, que se las sabía todas. La
conoció dos días antes de pasar por el civil, pero no faltó el flu de etiqueta,
ni el reportaje fotográfico de la ceremonia, el hotel y la cama nupcial. Seguramente
Quin se pasó un montón porque había bebido mucho, ella parecía dispuesta y el
contrato no tenía límites bien definidos. De esta relación nació el primer
chamaquito, pero Papá Quin se encontró en la calle, solo en el vientre de una
ciudad desconocida, con un idioma que se le resistía.
Sin
saber cómo ni dónde, un día se fue a encontrar con Dios. Cuando se ha caído tan
hondo, ya solo se puede remontar. Comprendió que su vida era una farsa. Estaba
disgustado consigo mismo. Aquello no era amor, sino interés, y, además, no
podía recibir lo más grande. Así que pensó en llamar a Mery, la dominicana,
esposa de su juventud.
Ella
viajó contenta después de esperar una eternidad, decidida a compartir lo que
fuera pero en pareja. Pronto quedó embarazada. La risa volvió a iluminar aquel
apartamento frío y oscuro del Bronx, a donde se habían mudado. Juntos
aprendieron otra vez a alabar al Señor, a caminar en su presencia, y todo cobró
sentido.
El
compadre Sergio volvió a leerles la historia de Abrahán y Sara: "Saray, la
mujer de Abrán, no le daba hijos; pero tenía una sierva egipcia llamada Hagar.
Y Saray dijo a Abrán: Llégate a mi sierva a ver si ella me da hijos. Abrán
aceptó la propuesta... Pero Dios replicó: No; es Sara quien te va a dar un
hijo" (Gn 16, 1-2; 17, 19).
Mamá
comentaba: "Es lo mismo que nos pasó a nosotros, Joaquín. Abrahán no ha
muerto, sólo ha cambiado de nombre. Antes teníamos un proyecto individualista e
interesado. No respetábamos el matrimonio. Ahora estamos aprendiendo lo que
significa ser hijos de Abrahán y confiar en el Señor. Éramos sólo dos
emigrantes en tierra ajena. Ahora empezamos a ser una familia que camina como
Pueblo de Dios".
2. Analicemos la situación: Bendición para
los demás
Monseñor Ramón de la Rosa, que por
entonces era obispo auxiliar de Santo Domingo, visitó la Gran Manzana para celebrar la fiesta de La
Altagracia con la colonia dominicana: “Dominicanos, somos bendición de Dios en
este país. Vamos a serlo de verdad. Vamos a tomar este compromiso en serio.
Es cierto que algunos de los nuestros
se han descarrilado: La ambición desmesurada y el choque con una nueva cultura
los desviaron. Pero esos no son la mayoría, ni su conducta debe acomplejarnos.
Algunos han actuado mal, pero la
mayoría. Incluso sus familiares, son bendición de Dios. En cada hogar dominicano debe
haber una Biblia, un crucifijo y una imagen de La Altagracia, como señal de su
pertenencia a esta Iglesia viva. Cada dominicano debe participar activamente en
la vida de la Iglesia norteamericana: es la Iglesia en la que están viviendo
ahora… Conserva y aporta a este país tu fe, tus valores de hombre alegre,
trabajador y acogedor, amante de la familia.
Conserva y aporta tu música vibrante.
Aprende también inglés, pero preocúpate de que tus hijos aprendan también el
español… Recibe de este país todo lo bueno que tiene y aprende a rechazar
cuanto tiene de negativo. Has venido a producir bienes. Toma entonces ese
objetivo como responsabilidad y trata de alcanzarlo.
Los latinos pueden aportar una manera
nueva de manejar el dinero; hay que producir riquezas, pero con un sentido
social y de solidaridad. Los bienes no se pueden adquirir haciendo daño o
aplastando a otro… La solidaridad con los que permanecen allá debe mantenerse.
Hay que ser solidarios, y cuando las condiciones lo permitan, invertir en nuestro
país y producir con sentido social.
Amen a la Virgen de La Altagracia en
esta tierra, porque ella vino con ustedes”.
Comentar las señales
de pertenencia a la Iglesia que propone monseñor.
Comentar los
valores dominicanos y los valores sociales que señala.
¿Participamos
activamente en la vida de la Iglesia?
En resumen, ¿a
los dominicanos se nos considera bendición o maldición allá donde estamos?
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Abramos la Biblia: Conozcamos a
Hagar, la egipcia (Gn 16)
Según las costumbres de aquel tiempo (Código de Hammurabi), Abraham tuvo un hijo con su esclava negra, lo adoptó y lo convirtió en heredero. Le pusieron el nombre de Ismael, que significa “Dios me ha oído” (16,15). Sin darse cuenta, cayeron en el mismo gancho que antes: Les faltaba valor para poner su confianza en Dios y en sí mismos y se apoyaban en la juventud de una criada.
“Te prefiero compartido”, decimos muchas veces. Pero Dios no acepta la
falta de fe.
“Y nuevamente Abrahán optó por Dios, cambió lo seguro por lo inseguro
y recomenzó todo de nuevo, ¡a los cien años de edad! Desistió de querer
encajar a Dios en su propio proyecto e intentó encajar él mismo dentro de la
visión de Dios que él, por ahora, no entendía. Caminaba a oscuras. Su única
luz era la promesa divina que le hacía creer en Dios, en Sara y en sí mismo,
sin saber cómo”[2]
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Muchas veces
nosotros también buscamos hacer la voluntad de Dios a nuestra manera y luego
le pedimos que nos dé el visto bueno. Tenemos miedo de decirle a Dios, “Que
se haga tu voluntad”. Preferimos hacer algo nuestro y luego decir a Dios,
“Por favor, bendice esto que estoy haciendo”. Abraham sintió angustia
despidiendo a su hijo. ¿Cuánto dolor nos causamos por no hacer la voluntad de
Dios? ¿Por no escucharlo, tener fe y seguirlo cuidadosamente?
Hasta el día de
hoy se sigue pagando el precio por el error que Abraham y Sara cometieron al
buscar un hijo por medio de Agar, ya que los descendientes de Ismael (los
árabes) y los de Isaac (los judíos) son enemigos hasta la actualidad. Sin
embargo, Dios puede, si es su voluntad, trabajar con nuestros errores, convirtiéndolos
en bendición. Dios prometió bendecir a Ismael, haciendo de él una gran
nación, por su relación con Abraham (“porque es un hijo tuyo”, 21.13).
¿Podemos
considerar el llanto de Ismael en el desierto como una especie de oración? A
veces el llanto puede ser la única oración que podemos pronunciar. Romanos
8.26-27 dice que en nuestra debilidad humana “no sabemos qué pedir…" pero el
Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con
palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del
Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la
voluntad de Dios”. A veces los “gemidos” del Espíritu traducen la angustia de
los hijos de Dios, llevando nuestras preocupaciones ante el Padre. Y Él nos
comprende.
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[1]
Usaremos sobre todo Reynés, MSSCC, J., Génesis.
Lecturas liberadoras de la Biblia. Amigo del Hogar. Santo Domingo, 1993,
ps. 75-96, que hace una relectura dominicana del librito de C. Mesters, Abrahán y Sara. Paulinas. Madrid, 1981;
cfr. también Feliz Lafontaine, A., "Resistir y autoafirmarse... Releyendo
la Historia de Agar desde la Resistencia de algunas Mujeres de Los Alcarrizos y
Pedro Brand" en CIB/SD 96.
[2] Mesters, l.c. 93-94.
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