1. Tercer Proyecto: Los buenos tiempos
Su
amor se hizo tan fecundo que parieron más de lo que hubieran deseado. Por cada
don recibido dieron gracias al Señor. No dejaron de frecuentar la iglesia
participando activamente en un grupo hispano. Se propusieron con mucho esfuerzo
que los hijos estudiaran en una escuela católica. Sus sueldos eran bajos y
siempre sintieron que eran ciudadanos de segunda.
En
su contacto con los hispanos, a veces se planteaban preguntas muy serias.
Decían: "¿Por qué ha de haber tantas diferencias en el mundo? ¿Por qué
reina la violencia y la muerte entre nosotros? El trabajo ¿es una maldición o
una bendición divina, que los ricos impiden que llegue hasta los infelices?
¿Cómo se explica que trabajemos tanto y cobremos tan poco? ¿Por qué falla la
comprensión en tantos hogares y hay tantos enfermos, mientras los remedios
quedan fuera de nuestro alcance? ¿Cuál será el futuro de nuestra
juventud?"
Papá
Quin explicaba algo de lo que aprendía en un curso para animadores comunitarios
y juntos buscaban la respuesta en las primeras páginas de la Biblia (Gén 1-11).
Así
descubrieron que el mundo es una babel,
o sea, un tollo. Queremos dominar, ser dueños del mundo como si fuéramos Dios,
subir sobre las espaldas de los demás. No entendemos su lenguaje porque no los miramos a la cara como personas
que son.
Los
viejos decían: "Se cumplen las profecías", “el cambio climático lo ha
reburujado todo”, “nos gobiernan muchachos”, “nadie se compadece del pobre”…
“¿Será que vuelve el diluvio?” La
maldad crece igual que el lodo después de una tormenta tropical. Hay gente que
usa y abusa de las cosas de Dios y de la religión en provecho propio.
Gobierna
la ley de Caín. "¿Tú me das un
golpe? Pues yo saco el machete y te parto la cara". ¿A esto se le llama
progreso?
El
pecado original, explicaba
Papá-Buelo, es como el gusano que come la raíz de un árbol y lo mata. Nos
separamos de Dios, no escuchamos su Palabra, alargamos la mano a todo lo
prohibido... Si no reconocemos a Dios como Padre, ¿a santo de qué vamos a
reconocer a los otros como hermanos?
Los
muchachos crecían a buen ritmo y se abrigaban esperanzas. La investidura
presidencial de Barack Obama de 2009, presidente negro, se celebró con el lema
de "un nuevo nacimiento de la
libertad". Acudieron más de un millón de personas, parecía llegado el
tiempo de reír. Prometieron defender a los más vulnerables, una ley de
inmigración más abierta, buscar la paz entre las naciones con un nuevo estilo.
Claro
que no faltaron quienes pedían un gobierno más fuerte y decían que los yanquis
no cambian. “Ya somos viejos para hacernos ilusiones".
Papá
Quin recordaba la historia de Abrahán y Sara que el compadre Sergio les leía en
New York. Como ya tenía la vista muy gastada, mamá leía en voz alta para toda
la familia: "Sara se rio por lo bajo, pensando: Cuando estoy seca, ¿voy a
tener placer, con un marido tan viejo? Pero el Señor dijo a Abrahán: ¿Por qué
se ha reído Sara, diciendo: ¿Cómo voy a tener un hijo a mis años? ¿Hay algo
difícil para Dios?" (Gn 18, 13-14).
A
los pequeños les encantaba ver que mamá Mery se echaba a reír, y preguntaban
qué cuántos años tendría Abrahán por aquel entonces. El abuelo siempre
respondía lo mismo: "Más de cien años, muchachos. Toda una vida, toda una
historia... "
Bailaban
de alegría al comprobar que Dios se acuerda de los pobres. El sueño de
conseguir una familia, una tierra, una comunidad... estaba a punto de
realizarse. Cualquiera diría que el viaje estaba a punto de acabar. Habría un
futuro para sus hijos.
2. Analicemos la situación:
J. J. Sánchez (de la comunidad
santiaguera del Guano) escribió una carta en 1982 que se pretendía
paradigmática de lo que pasaba en general:
“Hay una comunidad sedentaria y nómada,
amante de la libertad y el progreso, laboriosa y humilde. Una comunidad que se
disgrega para existir y dispersar en viajes al vapor por mar y cielo, para
existir en barriadas marginadas de campesinos sin tierra. Hoy, disgregada,
crecen en ella hombres, mujeres y niños que comienzan a perder la fe en sus
organizaciones. Muchas veces he oído clamar a los ancianos: “Lo mejor es no
votar por nadie. No podemos seguir como pavos electoreros”.
Hay una comunidad situada en la
frontera de una gran mina de cascajo, de donde sale una flotilla de camiones
del Ayuntamiento de Santiago para asfaltar barrios residenciales. Hay una
comunidad donde la lámpara humeadora es luz. Donde el río sucio es acueducto.
El precipicio es carretera. El lodo o polvo es pavimento y el camino es play.
Hay una comunidad donde decir la verdad
es ser agitador o comunista y hacer promesas incumplidas es ser demócrata.
Donde por ser pobre y sin influencias no se construyen obras.
Hay una comunidad de carne y hueso, no
somos pavos con plumas y carne. Somos seres humanos con cuerpo y alma.
Es que mi campo, con los que se fueron
y dejaron su estilo de vida, su amor al trabajo. Sus votos en las urnas, se
sigue preguntando: ¿Hasta cuándo amasaremos lodo? ¿Hasta cuándo no tendremos la
tierra? ¿Hasta cuándo será la luz de humo y luna? ¿Hasta cuán el deporte será
la nada? ¿Hasta cuándo el agua será impura? ¿Hasta cuándo durará el triste
éxodo hacia Nueva York?
Ahí va mi comunidad. Se volvió
campesino sin tierra que vive marginado, que vuela como ave viajera lejos de su
nido con pichones o sin ellos. Mírala, se volvió tórtola que quiso hacer su
nido colectivo detrás de la alambrada sur, norte, este y oeste”[2].
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Abramos la Biblia: Escuchemos la risa
de Sara (Gn 18,1-15)
Este capítulo encierra una esperanza muy grande para los pobres.
Abrahán y Sara creyeron y el milagro se realizó. Nació un hijo de aquellos
troncos secos, al que pusieron el nombre de Isaac que significa: “Dios me ha
hecho reír, me ha hecho bailar de contento”.
“Para darte cuenta del sentido de
todo esto, piensa en lo siguiente: Tú eres Abrahán, casado con Sara. Sara es
este pueblo pobre e ignorante. Te llega la llamada de Dios que dice: “¡Tienes
que creer en Sara! ¡De ella es de quien va a nacer el futuro!” Tú tal vez
creas, pero te aseguro que el primero que va a reírse es Sara, ¡el propio
pueblo! De hecho hoy hay mucha gente desconfiada como Sara y se ríe. Se ríe
de sí misma y de los otros que intentan construir un futuro mejor para sí
mismos y para los demás. No creen que de ellos pueda nacer algo que valga la
pena. Prefieren a Eliezer o a Ismael. No creen que pueda nacer Isaac… ¡Quién
sabe si no te has reído de ti mismo creyendo que es inútil trabajar por el
futuro de los otros! Pero para realizar el futuro del propio pueblo, de este
pueblo en que nadie parece querer creer, ni siquiera el propio pueblo”[4]
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PARA ORAR: La oración de Abraham de intercesión (Gn 18).
La oración de Abraham de intercesión (Gn 18).
Los Santos Abraham y Sara |
Con gran valentía, Abraham plantea a Dios la necesidad de
evitar la justicia sumaria: Si en la ciudad hay inocentes, estos no pueden ser
tratados como culpables. No se limita a pedir la salvación para los inocentes.
Abraham pide el perdón para toda la ciudad y lo hace apelando a la justicia de
Dios: por amor a los cincuenta justos que hay en él. Obviamente no se pueden
tratar a los inocentes como a los culpables, esto sería injusto, es necesario,
sin embargo, tratar a los culpables como a los inocentes, realizando un acto de
justicia “superior”, ofreciéndoles una posibilidad de salvación. Abraham no
pide a Dios una cosa contraria a su esencia, llama a la puerta del corazón de
Dios conociendo su verdadera voluntad. Es el perdón el que interrumpe la
espiral de pecado, y Abraham, en su diálogo con Dios, apela exactamente a esto…
y según es más pequeño el número, más grande se revela y se manifiesta la
misericordia de Dios.
Así, por la intercesión de Abraham, Sodoma podrá ser
salvada, si en ella se encuentran tan sólo diez inocentes. Esta es la potencia
de la oración. Con su súplica, Abraham está prestando su propia voz, pero
también su propio corazón, a la voluntad divina: el deseo de Dios es
misericordia, amor y voluntad de salvación
La necesidad de encontrar hombres justos en la ciudad se
vuelve cada vez más, en menos exigente y al final sólo bastan diez para salvar
a la totalidad de la población. Y en la realidad enferma de Sodoma y Gomorra
aquel germen de bien no estaba.
Pero la misericordia de Dios en la historia de su pueblo
se amplía más tarde. El profeta Jeremías dirá, en nombre del Omnipotente, que
basta sólo un justo: “Recorred las calles de Jerusalén, mirad e informaos bien;
buscad por sus plazas a ver si encontráis un hombre, si hay alguien que
practique el derecho, que busque la verdad y yo perdonaré a la ciudad” (Jer
5,1). Ni siquiera esto basta, y Jerusalén cae bajo asedio de los enemigos. Será
necesario que Dios se convierta en ese justo. Y este es el misterio de la
Encarnación: para garantizar un justo, Él mismo se hace hombre. Entonces la
oración de todo hombre encontrará su respuesta , entonces todas nuestras
intercesiones serán plenamente escuchadas.
(Benedicto XVI, 18/05/2011)
[1]
Usaremos sobre todo Reynés, MSSCC, J., Génesis.
Lecturas liberadoras de la Biblia. Amigo del Hogar. Santo Domingo, 1993,
ps. 75-96, que hace una relectura dominicana del librito de C. Mesters, Abrahán y Sara. Paulinas. Madrid, 1981;
cfr. también Feliz Lafontaine, A., "Resistir y autoafirmarse... Releyendo
la Historia de Agar desde la Resistencia de algunas Mujeres de Los Alcarrizos y
Pedro Brand" en CIB/SD 96.
[2] Resumen de la carta publicada en Amigo del Hogar
427(1982)128-129.
[3] La Información, 12/05/1989.
[4] Mesters, 97-98.
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