Querido Toni: El miércoles, a medianoche, terminé el libro que me enviaste, Vivas en su jardín. Memorias de Dedé Mirabal (Aguilar. Santo Domingo, 2008).
Como escribes en la dedicatoria, leyéndolo, me sembró en mi Caribe. Ya conocía el Amén de Mariposas de Pedro Mir, y la novela de Julia Álvarez, En el tiempo de las Mariposas, dominico-americana de la que he leído casi toda su producción. He visto también la versión cinematográfica de Salma Hayek, y La fiesta del Chivo de Vargas Llosa. Pero ninguno antes me había sembrado tan profundo como estas Memorias de la hermana superviviente. Con su dramatismo realista, su tono justo, su repaso comedido pero minucioso a tantos hechos, lugares y nombres propios que son parte de nestra historia.
Muy importante la lección: “Nunca debemos olvidar que somos capaces de reunir en nosotros dos tipos de seres humanos, y que mientras desterramos a los Trujillos que llevamos dentro y fuera, si queremos alcanzar las estrellas, necesitamos liberar a los Manolos y a las Mirabal que conviven en nuestro mundo interior y exterior. Es más, debemos exigir que sus valores de integridad, coraje y vocación de servicio sean los que rijan la conducta de nuestros servidores públicos” (p. 13).
Me alegro de haberlo terminado precisamente el 25 de noviembre, día de la inmolación de las 3 Mirabal y de su generoso chófer. En la Jornada Internacional contra la Violencia de Género, que la ONU dedicó -en su memoria- a esta causa.
Y es muy cierto lo que dice Minou, la hija de Minerva Mirabal: “Durante esa época de predominio de los valores tradicionalmente masculinos de violencia, de represión y de fuerza bruta, donde la dictadura no era más que una gran hipérbole del machismo, en ese mundo masculino se irguió Minerva para demostrar hasta qué punto y en qué gran medida lo femenino es una forma de disidencia” ( citado p.128).
En lo que va de año, ya llevamos unas 47 mujeres asesinadas en España, algo más de 1 x 1.000.000 hab. La lectura demuestra, verdaderamente, que ellas siguen vivas. Un jardín que ellas sembraron y que nosotros tenemos que cultivar. Ya sabes que de Fantino, tu pueblo, Dedé trajo una jacaranda que la volvía loca. Sembró jacarandas en los jardines de las dos casas y dice que ahora todas las mañanitas se levanta temprano, con su escoba, y antes de empezar a barrer se detiene a contemplar el suelo alfombrado de flores moradas. ¿O ya murió la viejita Dedé, que a estas alturas tendría unos 84 años?
De Manzanillo, la parroquia de Rafa, llevó Minerva las astromelias gigantes, con flores rosadas o moradas. Y fue tu parroquia, Montecristi, el pueblo natal de Manolo Tavárez Justo, su esposo. Aquí vivieron tiempos de estrechez y de intimidad (cuando lo llamaba “mi muleta, mi zapato viejo, mi amor”). Me imagino que su casa será una de las que tú y tanta buena gente se han encargado de mantener, restaurar y decorar. Te pedí unas fotos de las casas-monumento de la ciudad que están salvando para la memoria, pero no recibí respuesta todavía. ¿Sería en Montecristi que este hombre, torturado, sin uñas, se alzó en la montaña y fue asesinado el 22 de noviembre de 1963?
Gracias por el libro y por mantener vivo el recuerdo de la historia patria. De este Apocalipsis dominicano que canta: “Mataron el Chivo en la carretera… Matan tres palomas allá en Puerto Plata” Pero creemos que vencerá el cordero y las palomas –resucitadas- levantarán el vuelo. Es como si me llevara otro saquito de sal de las salinas montecristeñas para el alimento de cada día.
Como escribes en la dedicatoria, leyéndolo, me sembró en mi Caribe. Ya conocía el Amén de Mariposas de Pedro Mir, y la novela de Julia Álvarez, En el tiempo de las Mariposas, dominico-americana de la que he leído casi toda su producción. He visto también la versión cinematográfica de Salma Hayek, y La fiesta del Chivo de Vargas Llosa. Pero ninguno antes me había sembrado tan profundo como estas Memorias de la hermana superviviente. Con su dramatismo realista, su tono justo, su repaso comedido pero minucioso a tantos hechos, lugares y nombres propios que son parte de nestra historia.
Muy importante la lección: “Nunca debemos olvidar que somos capaces de reunir en nosotros dos tipos de seres humanos, y que mientras desterramos a los Trujillos que llevamos dentro y fuera, si queremos alcanzar las estrellas, necesitamos liberar a los Manolos y a las Mirabal que conviven en nuestro mundo interior y exterior. Es más, debemos exigir que sus valores de integridad, coraje y vocación de servicio sean los que rijan la conducta de nuestros servidores públicos” (p. 13).
Me alegro de haberlo terminado precisamente el 25 de noviembre, día de la inmolación de las 3 Mirabal y de su generoso chófer. En la Jornada Internacional contra la Violencia de Género, que la ONU dedicó -en su memoria- a esta causa.
Y es muy cierto lo que dice Minou, la hija de Minerva Mirabal: “Durante esa época de predominio de los valores tradicionalmente masculinos de violencia, de represión y de fuerza bruta, donde la dictadura no era más que una gran hipérbole del machismo, en ese mundo masculino se irguió Minerva para demostrar hasta qué punto y en qué gran medida lo femenino es una forma de disidencia” ( citado p.128).
En lo que va de año, ya llevamos unas 47 mujeres asesinadas en España, algo más de 1 x 1.000.000 hab. La lectura demuestra, verdaderamente, que ellas siguen vivas. Un jardín que ellas sembraron y que nosotros tenemos que cultivar. Ya sabes que de Fantino, tu pueblo, Dedé trajo una jacaranda que la volvía loca. Sembró jacarandas en los jardines de las dos casas y dice que ahora todas las mañanitas se levanta temprano, con su escoba, y antes de empezar a barrer se detiene a contemplar el suelo alfombrado de flores moradas. ¿O ya murió la viejita Dedé, que a estas alturas tendría unos 84 años?
De Manzanillo, la parroquia de Rafa, llevó Minerva las astromelias gigantes, con flores rosadas o moradas. Y fue tu parroquia, Montecristi, el pueblo natal de Manolo Tavárez Justo, su esposo. Aquí vivieron tiempos de estrechez y de intimidad (cuando lo llamaba “mi muleta, mi zapato viejo, mi amor”). Me imagino que su casa será una de las que tú y tanta buena gente se han encargado de mantener, restaurar y decorar. Te pedí unas fotos de las casas-monumento de la ciudad que están salvando para la memoria, pero no recibí respuesta todavía. ¿Sería en Montecristi que este hombre, torturado, sin uñas, se alzó en la montaña y fue asesinado el 22 de noviembre de 1963?
Gracias por el libro y por mantener vivo el recuerdo de la historia patria. De este Apocalipsis dominicano que canta: “Mataron el Chivo en la carretera… Matan tres palomas allá en Puerto Plata” Pero creemos que vencerá el cordero y las palomas –resucitadas- levantarán el vuelo. Es como si me llevara otro saquito de sal de las salinas montecristeñas para el alimento de cada día.
Dame alguna señal de humo, si te llega esta carta. Se la dedico también al doctor Miguel García, montecristeño de pies y cabeza. A Nurys, la nueva flamante coordinadora de los Laicos Misioneros, con su equipo. A la amiga Susy Veras, de Santiago, comprometida como pocas en la causa de las Mirabal. A Nino, tu hermano y mi hermano. Ustedes son mi familia. Con un fuerte abrazo.