El papa Benedicto XVI nos invita a contemplar el icono de la Navidad. Cuál es el significado de un bebé envuelto en pañales: la cercanía de Dios. La Pascua revelaba su poder triunfador de la muerte, Navidad nos revela la cercanía del amor desarmado, la debilidad del Dios inerme que se pone en nuestras manos.
“El Ángel había dicho a los pastores: "Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre" (Lc 2,12; cf. 16). La señal de Dios, la señal que ha dado a los pastores y a nosotros, no es un milagro clamoroso. La señal de Dios es su humildad. La señal de Dios es que Él se hace pequeño; se convierte en niño; se deja tocar y pide nuestro amor… Nos invita a ser semejantes a Él. Sí, nos hacemos semejantes a Dios si nos dejamos marcar con esta señal; si aprendemos nosotros mismos la humildad y, de este modo, la verdadera grandeza; si renunciamos a la violencia y usamos sólo las armas de la verdad y del amor” (Misa del Gallo de la Noche Buena, celebrada en San Pedro).
“La Pascua había concentrado la atención sobre el poder de Dios que vence a la muerte, inaugura una nueva vida y enseña a esperar en el mundo que vendrá… En Navidad Dios verdaderamente se ha convertido en el “Enmanuel", el Dios-con-nosotros, del que no nos separa barrera ni lejanía alguna. En ese Niño, Dios se ha hecho tan próximo a cada uno de nosotros, tan cercano, que podemos tratarle de tú y mantener con él una relación confiada de profundo afecto, como lo hacemos con un recién nacido. En ese Niño, de hecho, se manifiesta el Dios-Amor: En Jesús Dios asumió esta condición pobre y desarmada para vencer con el amor y conducirnos a nuestra verdadera identidad” (Audiencia general 23.12.09).
El papa nos pide que demos un salto de calidad desde el pesebre al sermón comunitario, que es la regla básica del discipulado:
“Su condición de Niño nos indica además cómo podemos encontrar a Dios y gozar de su presencia. Es a la luz de la Navidad como podemos comprender las palabras de Jesús: “Si no os convertís y os hacéis como niños no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18,3). Quien no ha entendido el misterio de la Navidad no ha entendido el elemento decisivo de la existencia cristiana. Quien no acoge a Jesús con corazón de niño, no puede entrar en el reino de los cielos” (l.c.).
“El Ángel había dicho a los pastores: "Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre" (Lc 2,12; cf. 16). La señal de Dios, la señal que ha dado a los pastores y a nosotros, no es un milagro clamoroso. La señal de Dios es su humildad. La señal de Dios es que Él se hace pequeño; se convierte en niño; se deja tocar y pide nuestro amor… Nos invita a ser semejantes a Él. Sí, nos hacemos semejantes a Dios si nos dejamos marcar con esta señal; si aprendemos nosotros mismos la humildad y, de este modo, la verdadera grandeza; si renunciamos a la violencia y usamos sólo las armas de la verdad y del amor” (Misa del Gallo de la Noche Buena, celebrada en San Pedro).
“La Pascua había concentrado la atención sobre el poder de Dios que vence a la muerte, inaugura una nueva vida y enseña a esperar en el mundo que vendrá… En Navidad Dios verdaderamente se ha convertido en el “Enmanuel", el Dios-con-nosotros, del que no nos separa barrera ni lejanía alguna. En ese Niño, Dios se ha hecho tan próximo a cada uno de nosotros, tan cercano, que podemos tratarle de tú y mantener con él una relación confiada de profundo afecto, como lo hacemos con un recién nacido. En ese Niño, de hecho, se manifiesta el Dios-Amor: En Jesús Dios asumió esta condición pobre y desarmada para vencer con el amor y conducirnos a nuestra verdadera identidad” (Audiencia general 23.12.09).
El papa nos pide que demos un salto de calidad desde el pesebre al sermón comunitario, que es la regla básica del discipulado:
“Su condición de Niño nos indica además cómo podemos encontrar a Dios y gozar de su presencia. Es a la luz de la Navidad como podemos comprender las palabras de Jesús: “Si no os convertís y os hacéis como niños no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18,3). Quien no ha entendido el misterio de la Navidad no ha entendido el elemento decisivo de la existencia cristiana. Quien no acoge a Jesús con corazón de niño, no puede entrar en el reino de los cielos” (l.c.).
Les confieso que, por mi oficio de profesor del evangelio de Mateo, tengo muchas oportunidades de volver sobre la “historia de la influencia” de este texto. Es uno de mis preferidos, y me asombra la finura y la exigencia con que se le ha acercado la exégesis actual.
¿Cómo se ha interpretado “Si no os hacéis como niños…”?
1. Inocentes como niños
Es la interpretación más tradicional, ya superada. “Los exegetas no suelen preguntar cómo son los niños. Generalmente leen el texto como si dijera: Haceos como buenos niños… La historia de la interpretación muestra la facilidad con que las interpretaciones se dejan determinar por las ideas que los diversos autores tienen de los niños, y en especial la frecuencia con que se infiltran en este texto los ideales patriarcales en educación” (U. Luz, El Evangelio según San Mateo III, 31-33. Sígueme, Salamanca 2003). Se han imaginado un niño ideal que no es ambicioso, rencoroso, egoísta, es obediente a los padres y puro. Pero hoy la sicología, la literatura y el cine desmontan esta fantasía con niños que son encarnación del diablo, corrompidos y asesinos.
2. Muchachos para todo
J. Mateos – F. Camacho, El Evangelio de Mateo (Cristiandad, Madrid 1981, 181-182) traducen de otra manera: “Él llamó a un criadito, lo puso en medio y dijo: Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como estos chiquillos, no entráis en el reino de Dios” (o sea, la comunidad cristiana). El griego paidion (diminutivo de pais= muchacho/mozo/chico) denota un niño/a de hasta 12 años (mozuelo/chiquillo). En muchas lenguas, los términos que designan a un joven se emplean para designar a un sirviente: “mozo de cuadra/de café”, “mancebo de botica”, “el chico/chica/muchacha”, “el chiquillo de la tienda”. A mí me recuerda el boy de Tarzán y, sobre todo, los limpiabotas, el “niño de los mandados” que conocí en Santo Domingo. Hasta “la hijita de crianza” (acogida generosamente, pero que sirve de criadita gratuita), los niños que (sin salario, porque les toca) pasan horas procurando el agua o haciendo recados de acá para allá. “No se trata de un chiquillo cualquiera, es un joven sirviente. Al colocarlo en medio, lo hace Jesús centro de atención y modelo para los discípulos… Hacerse como los chiquillos/servidores significa renunciar a toda ambición personal”.
3. Abajarse junto a los de abajo
U. Luz ve el punto de comparación entre los niños y los discípulos en el verbo tapeinóo (abajar). Tapeinós puede significar “pequeño”, pero el significado radical es “de baja posición”, no tanto “humilde” como “bajo”. “La baja posición de los discípulos abarca también la actitud interna de la humildad, pero es mucho más que una actitud que permanece dentro: la baja posición ha de practicarse. Se exterioriza, por ejemplo, en la acogida amistosa de los niños (v.5), en el amor fraterno a los pequeños (v.10-14), en la disposición ilimitada al perdón (v.21s), pero sobre todo en la renuncia a los honores jerárquicos (23,8-10) y en el servicio (20,26-28; 23,11). Ese género de vida es el que tiene la promesa del reino de los cielos” (p. 33-36).
4. Una sociedad que sea madre para todos los pequeños
X. Pikaza conecta en su blog los textos de Lc 2, 41-52 con Mc 9, 33-37: “En el sillón central de la iglesia se sienta un niño y Jesús está a su lado, jugando con él (abrazándole). Ellos, Jesús y el niño, forman la verdad mesiánica. Al lado de esta imagen desaparecen todos los modelos de dominio (ser más grande, ser primero). El mayor y primero es el niño, no hay que andarlo buscando... Es evidente que sigue siendo importante el tema biológico (la madre o los padres de este niño). Pero eso el evangelio no lo ha destacado, lo da como supuesto. Lo que importa, lo que crea iglesia, es que este niño que ya existe, al que Jesús ha llamado de la calle, encuentre espacio humano, lugar de crecimiento. Esa es la tarea primera de la iglesia. No es cuestión de dogmas más o menos racionalizados, ni tampoco de grandes estructuras. El dogma y estructura fundante de la iglesia es ¡que haya lugar para los niños!
¿Cómo se ha interpretado “Si no os hacéis como niños…”?
1. Inocentes como niños
Es la interpretación más tradicional, ya superada. “Los exegetas no suelen preguntar cómo son los niños. Generalmente leen el texto como si dijera: Haceos como buenos niños… La historia de la interpretación muestra la facilidad con que las interpretaciones se dejan determinar por las ideas que los diversos autores tienen de los niños, y en especial la frecuencia con que se infiltran en este texto los ideales patriarcales en educación” (U. Luz, El Evangelio según San Mateo III, 31-33. Sígueme, Salamanca 2003). Se han imaginado un niño ideal que no es ambicioso, rencoroso, egoísta, es obediente a los padres y puro. Pero hoy la sicología, la literatura y el cine desmontan esta fantasía con niños que son encarnación del diablo, corrompidos y asesinos.
2. Muchachos para todo
J. Mateos – F. Camacho, El Evangelio de Mateo (Cristiandad, Madrid 1981, 181-182) traducen de otra manera: “Él llamó a un criadito, lo puso en medio y dijo: Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como estos chiquillos, no entráis en el reino de Dios” (o sea, la comunidad cristiana). El griego paidion (diminutivo de pais= muchacho/mozo/chico) denota un niño/a de hasta 12 años (mozuelo/chiquillo). En muchas lenguas, los términos que designan a un joven se emplean para designar a un sirviente: “mozo de cuadra/de café”, “mancebo de botica”, “el chico/chica/muchacha”, “el chiquillo de la tienda”. A mí me recuerda el boy de Tarzán y, sobre todo, los limpiabotas, el “niño de los mandados” que conocí en Santo Domingo. Hasta “la hijita de crianza” (acogida generosamente, pero que sirve de criadita gratuita), los niños que (sin salario, porque les toca) pasan horas procurando el agua o haciendo recados de acá para allá. “No se trata de un chiquillo cualquiera, es un joven sirviente. Al colocarlo en medio, lo hace Jesús centro de atención y modelo para los discípulos… Hacerse como los chiquillos/servidores significa renunciar a toda ambición personal”.
3. Abajarse junto a los de abajo
U. Luz ve el punto de comparación entre los niños y los discípulos en el verbo tapeinóo (abajar). Tapeinós puede significar “pequeño”, pero el significado radical es “de baja posición”, no tanto “humilde” como “bajo”. “La baja posición de los discípulos abarca también la actitud interna de la humildad, pero es mucho más que una actitud que permanece dentro: la baja posición ha de practicarse. Se exterioriza, por ejemplo, en la acogida amistosa de los niños (v.5), en el amor fraterno a los pequeños (v.10-14), en la disposición ilimitada al perdón (v.21s), pero sobre todo en la renuncia a los honores jerárquicos (23,8-10) y en el servicio (20,26-28; 23,11). Ese género de vida es el que tiene la promesa del reino de los cielos” (p. 33-36).
4. Una sociedad que sea madre para todos los pequeños
X. Pikaza conecta en su blog los textos de Lc 2, 41-52 con Mc 9, 33-37: “En el sillón central de la iglesia se sienta un niño y Jesús está a su lado, jugando con él (abrazándole). Ellos, Jesús y el niño, forman la verdad mesiánica. Al lado de esta imagen desaparecen todos los modelos de dominio (ser más grande, ser primero). El mayor y primero es el niño, no hay que andarlo buscando... Es evidente que sigue siendo importante el tema biológico (la madre o los padres de este niño). Pero eso el evangelio no lo ha destacado, lo da como supuesto. Lo que importa, lo que crea iglesia, es que este niño que ya existe, al que Jesús ha llamado de la calle, encuentre espacio humano, lugar de crecimiento. Esa es la tarea primera de la iglesia. No es cuestión de dogmas más o menos racionalizados, ni tampoco de grandes estructuras. El dogma y estructura fundante de la iglesia es ¡que haya lugar para los niños!
Esta es la primera tarea de los Doce a los que el texto presenta como paradigma de la comunidad cristiana: sabemos que ellos han salido a ofrecer evangelio, son misioneros (6, 6-13); ahora aparecen como creadores invertidos de familia (hacen las cosas al revés); evidentemente, deben convertirse para ofrecer espacio de humanización a los niños.Frente a unos discípulos patriarcalistas que buscaban el dominio (ser grandes, conquistar con riesgo el privilegio de los primeros puestos) ha elevado aquí Jesús el modelo de una iglesia interpretada como familia, maternidad humana que se pone al servicio de los últimos, los niños. Todo el mesianismo se condensa en esa palabra y gesto de Jesús abrazando a los niños”.
Haciendo lectura comunitaria del pasaje (lectio divina), emerge una imagen de Iglesia que nos lleva al icono de Navidad, el icono mariano predilecto del pueblo mallorquín: No es simplemente Nuestra Señora, ni la Virgen ni la Purísima, es la “Mare de Déu” (la Madre de Dios). Una “Madre con niño”, que a todos nos hace niños y nos hace madres.
Una Iglesia que supera el patriarcalismo (las mujeres son protagonistas en los textos de Navidad, José está en segundo plano). No se detiene en el magisterio que tiene respuesta para todo (En medio del silencio de Dios, un niño llora y ríe, ya llegará el tiempo de predicar…). Una Iglesia servidora. Una Iglesia que se abaja junto a los débiles (Y si estos un día vencieran y dominaran, la Iglesia los tendría que dejar para volver junto a los de abajo, que decía el maestro italiano). Una Iglesia, madre y hogar de todos los pequeños e indefensos. La Iglesia de Navidad que es la Iglesia de Pascua, de Pentecostés y de siempre.