A finales de los 80, el Concilio había remozado muchas
cosas. Entre otras, el ”regreso a las fuentes” del Capítulo Especial nos había
acercado a nuestro Fundador. R. Janer se atrevió a quitarle el bonete con el
fotoshop. J. L. Rullán había copiado una primera imagen del nuevo icono. En
Lluc y en La Real se intentaban los primeros bustos, bajorelieves y estatuas,
obra de Remígia Caubet. Un antiguo estudiante teólogo, que había tenido en el
Escolasticado del Coll, Emilio Velasco, se atrevía a componer una serie de
cantos carismáticos (con su buen oído, la guitarra y su voz solista; melodías
que hacían arrugar las cejas de los que sabían solfa). Yo llevaba 20 años en el
Caribe, y recuerdo que el cassete de Emilio nos llegó en plena creación de
cantos carismáticos y litúrgicos con ritmo popular. El 84 yo había escrito un
librito de iniciación titulado El Fuego de Dios, y ahora hacían un
“desplazamiento” de sentido al P. Joaquín Rosselló. Cambiaba el lenguaje, la
música y el mensaje. No se me han olvidado las primeras grabaciones heroicas de
este repertorio. (Noviciado 1989: “Grabadas a altas horas de la noche, en un
pequeño Panasonic, con planta eléctrica porque sufrimos de continuos apagones,
con un voltaje débil e inestable”. Gilberto y Rubén a la guitarra.- O la
segunda, aprovechando el Mes de Formación para congregantes jóvenes en
Montecristi. Un coro que reunía congregantes de los tres continentes, en un
estudio de grabación de Santiago, acompañados de la guitarra de Jochi y R.
Guadalamar). Más tarde, lograría que Radhamés Minier me pintara una visión
tropical del Fundador, titulada “cañas y lanzas”, que, por cierto, no cosechó
gran éxito.
Canto de E. Velasco Triviño:
¡Joaquín, fuego de Dios,
Joaquín, testigo de amor!
Tú que nos decías
que fuéramos un fuego
que encienda el mundo,
que caliente el frío:
dinos dónde encontrar
la llama que quema,
que arde sin parar.
Tú que nos querías
como un gran corazón
en una tierra
dinos dónde encontrar
un corazón que ame,
que lata de verdad.
Tú que deseabas
que fuéramos oasis
en el desierto
árido del mundo:
dinos dónde encontrar
el agua que mana
de un hondo manantial
Tú que nos repetías:
¡Creced como una hiedra
siempre arrimada
a la madre Iglesia!:
dinos dónde encontrar
la buena semilla
de la fidelidad.
Joaquín, fuego de Dios ( Comentario de Emilio Velasco, MSSCC)
Entre las primeras canciones que compuse quise dedicar una
al P. Joaquim. Era yo todavía un joven estudiante aunque me resulta imposible
recordar la fecha exacta. Tuve la idea de hacerlo a través de los símbolos
utilizados por el P. Fundador para evocar los diversos rasgos de nuestra
espiritualidad y carisma. Una idea que, de un modo u otro, está también en la
base de muchas de mis canciones
El estribillo está inspirado en la biografía escrita por el
P. Jaume Reynés ‘El Fuego de Dios’. Recuerdo que el texto original decía:
‘Joaquín, fuego de Dios, Joaquín padre de amor’, pero al darla a corregir a un
Congregante éste me sugirió cambiarlo y a mí me pareció bien la idea.
Cada estrofa está centrada en uno de los símbolos arriba
indicados: ‘Fuego’, ‘Corazón’, ‘Oasis’ y ‘Hiedra’. Todas ellas acaban con una
pregunta dirigida al P. Fundador, a la que él habría respondido siempre de la
misma manera: ‘En los Sagrados Corazones’. De este modo queda claro cómo éstos
fueron realmente el ‘centro’ de su espiritualidad y la clave con la que él
vivió y predicó el Evangelio de Jesús.
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