domingo, 14 de marzo de 2010

Parábola de los dos hermanos, según J. Ratzinger (3)


Continuando nuestra lectio divina de la parábola del hijo pródigo, presentaremos hoy la de Joseph Ratzinger en su libro Jesús de Nazaret (La esfera de los libros. Madrid 2007). Siguiendo la interpretación de Pierre Grelot, la llama la parábola de los dos hermanos. Como telón de fondo, se inspira en los textos de fraternidad en el libro del Génesis que ha estudiado Luis Alonso Schökel (¿Dónde está tu hermano? EVD).


Dos grupos motivaron las parábolas de la misericordia (Lc 15), dos “hermanos”: los publicanos y los pecadores; los fariseos y los letrados. Mt 21, 28-32 también habla del hermano mayor que asegura cumplir la voluntad del padre, pero no lo hace; el menor, se niega, pero luego se arrepiente y cumple su voluntad. El Jesús de Zefirelli (video que incorporamos en el post anterior) representa esta confrontación en los apóstoles Pedro y Mateo.

“El hijo se marcha a un país lejano. Los Padres (de la Iglesia) han visto aquí sobre todo el alejamiento interior del mundo del padre –del mundo de Dios-, la ruptura interna de la relación, la magnitud de la separación de lo que es propio y de lo que es auténtico. El hijo derrocha su herencia. Sólo quiere disfrutar. Quiere aprovechar la vida al máximo, tener lo que considera una vida en plenitud. No desea someterse ya a ningún precepto, a ninguna autoridad… se siente totalmente autónomo. ¿Acaso nos es difícil ver precisamente en eso el espíritu de la rebelión moderna contra Dios y contra la Ley de Dios? ¿El abandono de todo lo que hasta ahora era el fundamento básico, así como la búsqueda de una libertad sin límites?... Una falsa autonomía conduce a la esclavitud: la historia, entretanto, nos lo ha demostrado de sobra”.

“Al llegar a este punto se produce la vuelta atrásEntonces recapacitó, dice el Evangelio (15,17)… Su retorno, su conversión, consiste en que reconoce todo esto, que se ve a sí mismo como alienado; se da cuenta de que se ha ido realmente a un país lejano y que ahora vuelve hacia sí mismo… Las palabras que prepara para cuando llegue a casa nos permiten apreciar la dimensión de la peregrinación interior que ahora emprende. Son la expresión de una existencia en camino que ahora –a través de todos los desiertos- vuelve a casa, a si mismo y al padre. Camina hacia la verdad de su existencia y, por tanto, a casa… El hijo perdido se convierte en la imagen del hombre, el Adán que todos somos, ese Adán al que Dios sale al encuentro y le recibe de nuevo en su casa”. En la lectura de los Santos Padres, el traje es el vestido de la gracia recobrada; en la fiesta de la fe, los sacramentos de la reconciliación y de la eucaristía; en la música, la simfonía de la fe que hace del ser cristiano una fiesta.


Lo esencial está en la figura del padre, preanunciado ya en Os 11: “Dios tiene un corazón, y ese corazón se revuelve, por así decirlo, contra sí mismo: aquí encontramos de nuevo, tanto en el profeta como en el Evangelio, la palabra sobre la compasión expresada con la imagen del seno materno. El corazón de Dios transforma la ira y cambia el castigo en perdón”.

Y ¿dónde está el puesto de Jesucristo? En el contexto histórico, pues no olvidemos que es el mismo Jesús de Nazaret quien inventa la parábola para justificar su conducta con los pecadores, y “se convierte en revelación viviente de quien Él llamaba su Padre”.


“El hermano mayor no sabe de los avatares y andaduras más recónditos del otro, del camino que le llevó tan lejos, de su caída y de su reencuentro consigo mismo. Sólo ve la injusticia (=el agravio comparativo). Y ahí se demuestra que él, en silencio, también había soñado con una libertad sin límites, que había un rescoldo interior de amargura en su obediencia, y que no conoce la gracia que supone estar en casa, la auténtica libertad que tiene como hijo”.


¿A quién se dirige ahora la parábola? “Las palabras de Jesús sobre el hermano mayor no aluden sólo a Israel, sino al peligro específico de los piadosos, de los que estaban limpios, en règle con Dios… Para ellos, Dios es sobre todo Ley; se ven en relación jurídica con Dios y, bajo este aspecto, a la par con Él. Pero Dios es algo más: han de convertirse del Dios-Ley al Dios más grande, al Dios del amor… Así, en la parábola, el Padre nos habla a través de Cristo a los que nos hemos quedado en casa, para que también nosotros nos convirtamos verdaderamente y estemos contentos de nuestra fe”.


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